La bruja del estanque
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Opinión

La bruja del estanque

 


• FERNANDO A. CALDERÓN Y RAMÍREZ DE A.•

– Resulta que unas pequeñas criaturas jugaban al borde del estanque y he aquí que, jugando, cayeron dentro de él. En el fondo había una bruja que les dijo:
– Pícaros chamacos, ya os he cogido. Ahora vais a trabajar de firme para mí, y ya no vais a salir nunca de este lugar.
A la niña le proporcionó un carrete muy enredado de lino sucio y luego la obligó a echar agua en una cubeta sin fondo. Al niño le dio un hacha sumamente mellada y desafilada para que cortara un árbol. Para comer no les daba más que unos pedazos de carne molida tan duros como una piedra, por lo que era imposible morderlos.
Finalmente, las pobres criaturas perdieron la paciencia. Así, un domingo, cuando la malvada bruja iba a sus ritos satánicos, huyeron apresuradamente tratando de alejarse rápidamente del estanque.
Terminados los ritos, la bruja se despidió de sus compañeros y se dispuso a volver a su morada, pero cuál no sería su sorpresa, que al llegar se dio cuenta de que habían volado sus pajarillos como ella los llamaba. Arregló las cosas necesarias para su persecución y como estampida salió velozmente tras ellos e inicio el acoso dando saltos vigorosos.
Constantemente los niños volvían la cabeza para ver si la bruja venía y seguían corriendo, pero en una de ésas, al voltear nuevamente, vieron a lo lejos que la bruja ya venía en su persecución.
La niñita traía un cepillo que la había regalado su querida madre el día de su cumpleaños diciéndole que sólo lo usara para su protección en caso necesario, y que así recibiría su ayuda en donde ella se encontrara, por lo que decidió usarlo y lo aventó a sus espaldas. El cepillo se convirtió en una montaña gigante en donde había rocas filosas y zarzales de grandes y cortantes púas sobre las cuales tuvo que trepar la bruja recibiendo múltiples heridas sangrantes que le produjeron dolor. Echando espumarajos por la boca decidió acelerar su marcha para tratar de pescarlos nuevamente y devolverlos al colosal trabajo que les había asignado, pero afortunadamente no lo logró.
Entonces, el niñito, quien también llevaba un regalo que le había dado su adorada madre el día de su santo y le había recomendado que sólo lo usara el que necesitara protegerse de algún mal que pudiera ocurrirle, dejó caer el peine hacia atrás. De inmediato se convirtió en una enorme sierra con innumerables y altos picachos, pero la malvada bruja no se amilanó y se las compuso para cruzarlos, provocándose múltiples heridas en sus pies. Terminó cansándose enormemente lo que les permitió a las criaturas ganar aún más ventaja.
Sin embargo, insistió en tratar de atraparlos, por lo que la niña sacó un espejo que igualmente le había regalado su adorada madre con las mismas instrucciones que le dio cuando le regaló el cepillo el día de su cumpleaños. La débil criatura arrojó hacia atrás el espejo, mismo que se convirtió en una montaña de cristal tan lisa y resbaladiza que su perseguidora cayó de bruces y afortunadamente ya no pudo perseguirlos. Dentro de su malvado cerebro pensó:
– Volveré a casa corriendo y traeré un hacha para romper el cristal-
Así lo hizo, al tiempo que resbalaba y sufría graves cortaduras que le produjeron sangrado abundante. Se levantó muy enojada y vio que para entonces los niños habían ganado ya una gran distancia y no tuvo más remedio que volverse y regresar a su morada.
Sorprendidos por no encontrarlos, los padres de los niños habían salido angustiados en su búsqueda. Al verlos volver los abrazaron con alegría, pero sin dejar de reprenderlos exigiéndoles que cuando volvieran a salir avisaran para que ellos les dieran permiso.