Mala herencia
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Editorial

Mala herencia

 


Aunque se quisiera abordar con optimismo, no es posible. La herencia que el gobierno municipal de José Antonio Hernández Fraguas dejará al de Oswaldo García Jarquín, quien entra al relevo el primero de enero, no será algo favorable. La ciudad se desangra en obras a medias, baches, inseguridad y, sobre todo, una capital caótica y en completa anarquía. Tal como lo publicamos el pasado sábado, el comercio en la vía pública ha crecido de manera anormal, no obstante los cacareados “miércoles sin ambulantes”. Tal parece que en lugar de atenuarse se ha incrementado. El comercio establecido –ha trascendido- ha sostenido reuniones con el equipo del presidente municipal electo, para tratar de evitar que sigan perdiendo sus capitales y cerrando negocios, ante la embestida de una competencia desleal y sistemática, pues nada la puede parar. La ciudad, tal como se explica en el reportaje, luce descuidada y con cientos y cientos de baches por todos lados, sin que haya una política oficial que permita ir subsanando dicha situación. No obstante lo anterior, el edil y sus cercanos colaboradores han puesto en práctica la política del avestruz: esconder la cabeza ante tanto señalamiento en las redes sociales.

Pero también quedan pendientes con los proveedores. En los dos años que tuvo de gestión este gobierno municipal, siempre adoleció de escasez de recursos. La queja permanente era: “no hay dinero”. A unos días de que termine esta administración los pendientes quedan, con el insano propósito de dejárselo como herencia al siguiente gobierno, lo que carece de ética y principios. Sin embargo, los críticos afirman que se ha operado con empresas fantasmas y se ha favorecido a algunas que son propiedad de cercanos. De ello no se ha informado ni, mucho menos, desmentido. Hay que darse sólo una vuelta por el Centro Histórico para constatar el pésimo estado que guarda el corazón citadino. Calles llenas de basura o convertidas en mingitorios públicos; el mismo zócalo como rehén de alcohólicos y drogadictos, que lo han tomado como centro de operaciones, sin que autoridad alguna haya tomado las medidas prudentes para sancionar o cambiar de lugar al grupo de viciosos. Las fotografías de sujetos orinando o defecando, incluso hasta bañándose en las fuentes se han vuelto virales y levantado críticas, sin que el gobierno de la ciudad haya acusado recibo.

¿Habrá justicia para indígenas?

La semana pasada, el oaxaqueño Adelfo Regino Montes, indígena de la etnia mixe, asumió la titularidad del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), que sustituye a la llamada Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI). El aludido ocupó en la gestión de Gabino Cué, la Secretaría de Asuntos Indígenas (SAI) y, desde la campaña del hoy presidente Andrés Manuel López Obrador, fue designado por éste, antes del triunfo, responsable de la política indigenista en el país. La toma de protesta oficial se dio la semana anterior, con lo que vale la pena recordarle a Regino que en sus declaraciones ha insistido en que “durante el gobierno de la Cuarta Transformación”, la justicia llegará a los pueblos originarios, es decir, los indígenas. AMLO ha insistido mucho en el tema, lo que ha creado expectativas favorables en nuestros grupos étnicos que asumen, ahora sí, que llegó la hora en que sean tomados en cuenta en los programas de desarrollo que llevará a cabo el actual gobierno federal. En efecto, nuestros pueblos originarios, sobre todo los grupos oaxaqueños, se han mantenido al margen del desarrollo y del progreso. Hay comunidades indígenas que viven como en la época precortesiana, completamente aislados de las bondades del desarrollo.

El gobernador Alejandro Murat anunció hace unos días que entre el 21 y 22 de este mes se espera la visita de López Obrador, quien ofreció trabajar de manera directa con los municipios oaxaqueños, en tareas de infraestructura caminera. Es decir, los recursos no serán triangulados con el gobierno estatal, sino que serán canalizados de manera directa con los municipios que sean beneficiarios. No hay que olvidar que –y ello lo tiene Regino Montes muy sabido- que uno de los ejes del atraso en que viven nuestras comunidades sean mestizas o indígenas, es la falta de caminos y carreteras que les permitan acceder a los centros urbanos, para adquirir sus insumos o vender sus productos. El aislamiento, la falta de vías de comunicación y la dispersión comunitaria han contribuido a que nuestros pueblos originarios, los del color de la tierra, como se llaman a sí mismos, queden al margen de las bondades del desarrollo. A ello hay que agregar la manipulación de líderes sin escrúpulos y vividores, que abanderan las causas indígenas, llevándose ellos la tajada mayor. No habrá pues mejor antídoto, que el trato directo con los beneficiarios.