Impunidad, motor del crimen
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Opinión

Editorial

Impunidad, motor del crimen

 


Resulta una verdadera contradicción afirmar que Oaxaca está en paz cuando las estadísticas de criminalidad demuestran exactamente el reverso de la medalla. Hay organizaciones que sólo en 2017, contabilizaron más de 900 homicidios. Pero lo peor de ello no es la cantidad de acciones criminales, sino la falta de investigación y persecución, que llevan a la lamentable conclusión de que tal vez en el 1 o 2% de esos homicidios, los asesinos reciben castigo a través de sentencia. La impunidad es insultante. Veamos el caso de Tuxtepec, nuestra antes tranquila y apacible ciudad ubicada en las riberas del Papaloapan. Las ejecuciones son algo cotidiano. Al menos una o dos al día. Quien levanta a sus muertos para velarlos sabe de antemano, que jamás verá al asesino en prisión. Los sicarios que contrata el crimen organizado siegan vidas por doquier sin que jamás el Estado les imponga medidas punitivas. Y lo siguen haciendo sin temor alguno, incluso con mujeres, niños, ancianos. A punto de concluir el año, la estadística criminal en Oaxaca es preocupante, inédita, algo jamás visto. Y la solución no es hacer comparativos con otras entidades del país con niveles mayores de violencia, sino en valorar cuántos de esos crímenes han tenido castigo.

En Juchitán de Zaragoza, otro teatro criminal cotidiano, la gente ha decidido levantar a sus muertos, inclusive antes de que arribe la policía –o frente a ella- o el Ministerio Público. Esos ciudadanos indignados que hasta algunos años vivían intensamente sus tradiciones; que reflejaban en su vida social la paz istmeña, hoy rechazan toda injerencia oficial. En efecto, los homicidios dolosos y ejecuciones no son de manera arbitraria. La mayoría tiene que ver con la venta de droga y están focalizados en ciertos sectores más vulnerables: vendedores callejeros contratados como “halcones”, taxistas, moto-taxistas, chalanes de talleres mecánicos o de motocicletas y otros más. No hace falta ser un perito para darse cuenta del por qué las ejecuciones se han volcado sobre los mismos. La injerencia de dos o más grupos criminales en el control de la plaza conlleva luchas a muerte. En ellas sucumben los más débiles. En Tuxtepec los grupos de sicarios han penetrado hasta los fraccionamientos densamente poblados para allanar los departamentos o casas y acribillar sin más a mujeres u hombres por igual. Todo ello acompañado de desplegados en redes sociales y campañas de miedo y señalamientos.

Los efectos de las caravanas

La semana anterior comentamos en este espacio editorial que los únicos que festinan las famosas caravanas migratorias que se han internado y transitan por nuestro país, son los organismos sociales, humanistas y religiosos, además de aquellos que dicen defender los derechos humanos, sin duda alguna. Sin embargo, pocos, muy pocos organismos toman consciencia de la problemática que implican para la seguridad del país aquellos centroamericanos que se van quedando al amparo de leyes migratorias flexibles, y que vienen de sus países con graves cargos criminales. Hoy ha transitado por Oaxaca la segunda caravana que proviene de la República de El Salvador, la cual ya se encuentra en otros estados rumbo al norte del país. Ahí radica uno de los grupos criminales más desalmados del mundo, el cual ha sido equiparado a los fanáticos del Estado Islámico: la Mara Salvatrucha. Dicho grupo ha sido mencionado por el racista presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, como uno de los peligros para su país. Según reportes periodísticos, la Mara ha operado ya en México, pero particularmente en la frontera sur, creando un ambiente de temor y crimen.

Poblaciones como Tonalá o Arriaga, Chiapas, así como Chahuites, San Pedro Tapanatepec y otros, que se ubican en la parte limítrofe entre ambas entidades, paso obligado de migrantes y de operaciones de grupos criminales que se dedican al tráfico humano, han padecido los latigazos de la inseguridad que trae consigo el arribo de delincuentes disfrazados de migrantes que buscan trabajo y una vida digna. En efecto, no es tarea fácil detectar las manzanas podridas dentro de una caja de frutas buenas. Pero no hay duda que ahí, en la avanzada de miles que se encaminan hacia los Estados Unidos debe haber cientos de malandrines y delincuentes que sin escrúpulo alguno seguirán como ladrones, sicarios y los peores delincuentes. En la región citada, hay decenas de ranchos ganaderos y potreros que han estado bajo acoso de aquellos que han salido de su país y con la consigna de que nada tienen que perder, simplemente se dedican a delinquir. Esa situación no la ve ni el padre Alejandro Solalinde ni los organismos que dicen proteger los derechos de los migrantes, más allá de la visión puramente humanitaria. Detrás de la caravana de los originarios de Honduras, luego la de El Salvador, vendrán las de otros países, que también buscan llegar a suelo americano y dejar a su paso por México una buena secuela de migrantes.