Inexistente cultura de protección
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Opinión

Editorial

Inexistente cultura de protección

 


Las intensas lluvias de los últimos días habían dejado, hasta el fin de semana pasado, al menos ocho personas muertas por deslaves o derrumbes. No es poca cosa. La tragedia de San Pedro Ocotepec, Mixes, en donde un alud sepultó viviendas con el saldo de cuatro niños y dos personas adultas fallecidas, debe obligar a las autoridades a definir un plan de acción para que los pobladores de zonas de alto riesgo como los Mixes, la Sierra Norte y Sur, tomen las medidas de prevención pertinentes y eviten que tragedias como éstas –de las que nunca estaremos a salvo, pero que pueden ser menores- se puedan evitar. Varias comunidades que están ubicadas en laderas peligrosas deben ser reubicadas en zonas de menor riesgo. Esta recomendación viene de antaño, justamente de 2010, cuando un deslave sepultó a once personas en Santa María Tlahuiltoltepec, Mixes, pero una noticia falsa, había reportado el fallecimiento de miles. Arribaron a la entidad expertos, geólogos y otros, que detectaron fallas geológicas y zonas de alto riesgo. Pasado el siniestro tanto autoridades estatales como municipales y los mismos vecinos, se olvidaron del peligro que se cierne sobre sus cabezas.

Evitar que ocurra una tragedia es una acción evidentemente providencial. No está en nuestras manos. Pero prevenir que el daño sea menor, cuando se ha capacitado a la ciudadanía o a las autoridades; cuando se han instalado comités o comisiones de protección civil, así sea en el municipio más recóndito o pobre de la entidad, siempre será una buena alternativa. Hace poco más de un año un sismo de magnitud superior a cuantos se habían volcado sobre la entidad, 8.2 grados en la escala de Richter, devastó la zona del Istmo de Tehuantepec. La reconstrucción de miles de viviendas afectadas es aún un capítulo en la agenda pendiente del gobierno de Alejandro Murat. Sin embargo, tal parece que el siniestro no trajo aparejada una lección. El simulacro nacional del pasado 19 de septiembre tuvo en Oaxaca un impacto mínimo. Es evidente, no nos hemos forjado una cultura de qué hacer en casos de desastre. Las lluvias de los últimos días dejaron en condiciones deplorables carreteras y caminos; comunidades y hasta destinos turísticos, pero seguimos en las mismas: no hay el menor intento de crear en la población una cultura de protección, la cual debe ya inscribirse en los programas escolares, quieran o no los maestros del Cártel 22.

 

Eficacia o mal uso de las redes

Las redes sociales se han transformado, en el mundo contemporáneo, en un instrumento idóneo de la comunicación. Obvio, su mal uso ha permitido también la difusión de noticias falsas –fake news, como se les ha llamado-. Asimismo, en instrumento de ataques personales, descrédito, insultos, diatribas y denuestos, hechos desde el anonimato que permite el uso del ciberespacio. En su obra: “Redes de indignación y esperanza”, el reconocido sociólogo español Manuel Castells, titular de la cátedra Wallis Annenberg de Tecnología de Comunicación y Sociedad de la Universidad del Sur de California, subraya que las redes sociales de comunicación inalámbrica, constituyen la posibilidad de deliberar y coordinar acciones sin traba alguna. A partir de ahí, analiza diversos movimientos sociales ocurridos en el mundo, en donde las redes han ocupado un lugar privilegiado. El éxito o fracaso de los medios de comunicación convencionales está asimismo en el uso de los datos que circulan en las redes sociales. Sin embargo, la inmediatez hace muchas veces caer en la falsedad.

Hay quienes han hecho de la difusión de noticias falsas, de notas de descrédito, infamias, descalificaciones, calumnias y demás, un modus vivendi. Hechos simples se magnifican. Un ejemplo reciente es la difusión masiva de un audio, en donde una discusión conyugal es convertida en escándalo político. El avance tecnológico en materia de comunicaciones se traduce en la difusión de una noticia en tiempo real. A través de Facebook, twitter o wathsApp, sabemos el infierno que están pasado los automovilistas atrapados en un bloqueo; la toma de una caseta de cobro o hechos delictivos en el momento en que ocurren. Ya no hay nada nuevo bajo el sol. Así como se diluyen en el espacio una entrevista, una marcha, manifestaciones, fiestas, etc., también fotografías y videos de cuestiones poco agradables. La semana pasada pudimos enterarnos, a través de las redes sociales, de la creciente de los ríos en el Istmo de Tehuatepec; de la tragedia en San Pedro Ocotepec; de las inundaciones en Huatulco; el bloqueo carretero que se mantuvo durante cuatro días en Boca del Monte, Matías Romero o el saqueo de un camión que transportaba jugos enlatados, por parte de estudiantes de la Normal Rural de Tamazulapan. Es pues un mundo de datos e información que fluye a una velocidad impresionante y cuyo manejo, tanto para información como para difusión debe ser responsable.