Urgen acciones enérgicas
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Editorial

Urgen acciones enérgicas

 


La velocidad con la que hoy se difunden las noticias, ha hecho que haya en la sociedad oaxaqueña una mayor indignación, respecto a la nula actuación de las autoridades para hacer del zócalo de nuestra capital, el lugar de convivencia y dignidad que siempre fue a lo largo de los años. Hace poco más de un mes circuló una foto de un indigente o persona de quienes mantienen el zócalo lleno de inconformes, defecando entre los jardines. Más tarde circuló una más, en el mismo sentido. Esta semana se han hecho virales dos: una, en donde un sujeto es sorprendido orinando y otra más, en donde una mujer, presuntamente afectada de sus facultades mentales, se baña desnuda frente a una de las fuentes de dicho parque. Aficionados y fotógrafos han hecho circular asimismo, material gráfico que muestra a un grupo de alcohólicos conviviendo botella en mano, en pleno zócalo. La pregunta que muchos nos hacemos es: ¿de qué suerte el corazón de la ciudad, el sitio en donde convivían a diario las familias oaxaqueña, sin importar su estrato social, llegó a convertirse en excusado, mingitorio y baño público?

El argumento que han dado las autoridades locales es que ante cualquier intento de desalojo, de inmediato brincarán los oficiosos defensores de los derechos humanos, acusando abusos y atropellos del gobierno. Sin embargo, la misma autoridad municipal ha avanzado en temas realmente complejos como es haber logrado que al menos un día –miércoles- el comercio en la vía pública en el Centro Histórico, despeje el mismo. Se trata, sin duda de un notable acierto, aunque éste sea parcial. Ver las céntricas calles de nuestra capital totalmente despejadas, nos remite a una ciudad de principios del Siglo XX o al menos, de los años 40 o 50. En la misma medida en que se ha avanzado con ello, que si bien es un inicio puede ser el principio de un desalojo generalizado, se también actuar de manera enérgica con aquellos que han pervertido la imagen de nuestro centro neurálgico capitalino. Los indigentes y alcohólicos que se han apropiado de parte del zócalo deben ser desalojados con la fuerza pública o, con anuencia de sus familiares, internados en algunos centros de rehabilitación. Ello no implica que se violenten sus derechos, pues la autoridad debe –y es una exigencia ciudadana- restituirle a nuestro Centro Histórico su ancestral señorío.

¿Cuál austeridad?

Los afiliados al Sindicato de Trabajadores al Servicio de los Poderes del Estado e Instituciones Descentralizadas de Carácter Estatal (STSPEIDCE), gozan de más privilegios que ningún otro gremio, tal vez sólo comparados con el Cártel 22. En el mes de octubre se celebra el tradicional “Día del Empleado”, cuyos festejos, torneos, bailongos, rifas de regalos y demás, nada tienen que ver con la miseria presupuestal que arrastra el gobierno y que no alcanza ni para pagar los salarios en ciertas áreas oficiales. Los burócratas celebran “su día”, desde los primeros días del mes, con torneos deportivos, calendas alusivas en las que cual más cual menos lleva sus cajas de cerveza, verdaderas bacanales que nada tienen que ver con el citado festejo. Lo que ofende al sentido común es la realización de bailes, los cuales son amenizados por grupos foráneos que no cobran una bicoca, sino millones de pesos. Esto es, el gobierno de Alejandro Murat, al igual que sus antecesores, echan materialmente la casa por la ventana. El baile se convierte en un derroche económico que contrasta con la pobreza de medicinas en hospitales, falta de vacunas, fondos para la reconstrucción y otros rubros más.
Es importante subrayar que sólo nos referimos al festejo general. Cada área del ejecutivo, cada dependencia o entidad, órgano descentralizado o el mismo Congreso, hace su propio festejo. Cada uno de los titulares hace lo propio para darle a sus empleados, regalos, despensas, etc., es decir, todos los privilegios y prebendas que se le ocurran. El gasto global no es poca cosa: son cientos y cientos de millones de pesos los que se desembolsan para mantener contentos a más de 18 mil empleados de base que, por si ello no fuera suficiente, reciben adicionalmente, un bono por el “Día del Empleado”. Como están las cosas y ante la toma constante de la Ciudad Administrativa y Judicial, por parte de grupos, sindicatos, comuneros u organizaciones sociales, los empleados ya no cumplen con sus cuotas de trabajo que tienen establecidas en el Contrato Colectivo, sino que su labor se reduce a lo mínimo. Muchos llegan a sus labores a las 9:30 o 10:00 horas y salen a la 13:30, cuando los autobuses recogen a los empleados para retornarlos a la ciudad. Por ello –insistimos- se trata de un segmento de la clase trabajadora en realidad privilegiado. No hay ahí vocación de servicio, pero eso sí, muchos privilegios y derroche de dinero.