Historieta política mexicana
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Historieta política mexicana

 


La política mexicana no se crea ni se destruye.
Sólo se transforma (¿por cuarta vez?)

Historieta fue una palabra empleada por Sociedad Editora América a partir de 1949 con las famosas revistas “Historietas de Walt Disney” que perduraron hasta entrada la década de 1960, ya a cargo de la Editorial Novaro. Pero fueron desapareciendo como ocurrió también con los célebres “Cuentos de Walt Disney”. La televisión hacía estragos y los niños dejaban de ver y leer tan entretenidos “monitos”, como entonces se les decía a los “comics”. Historieta puede equipararse al vocablo ingles “story”, que es un relato o versión que refiere algo no necesariamente cierto, algo fantasioso. Poco se usa hoy esa derivación de la voz historia, porque ya nos acostumbramos a la irrealidad en que nos absorbió el cambio tecnológico y a la realidad que nos ha traído la política mexicana
Pero esa mexicana realidad, que para la cursilería de pláticas cafeteras y cotilleos de la intelectualidad menor, es una abstracción del surrealismo kafkiano, es en lo cierto una historieta que pocos autores de ficción y de “no ficción” (como dicen erróneamente ahora los libreros y editores) imaginarían.
El mundo imaginario y mexicano, de historieta, comienza en 2006, cuando ya entrados en la democracia, fuimos a votar (bueno, es un decir) en las elecciones generales del mes de julio. El resultado es conocido y la inconsecuencia de un participante en las boletas también es conocido. Se decidió tomar las “arterias” (o sea las avenidas) principales de la Ciudad de México (así siempre se ha llamado, pero era un distrito administrativo de orden federal), para entorpecer la vida de sus habitantes y de la clase trabajadora de cuello blanco (además, desde luego a los trabajadores de filipina, de escoba, del volante y demás implementos), para proclamar fraude no existente y para mostrar una rebeldía como ya antes se había mostrado en Tabasco en 1995 y en otros actos que dañaban el patrimonio nacional.
El mundo no imaginario continuaba en 2012, cuando también, de las votaciones en julio, surgía un vencedor y un perdedor que reiteraba las viejas demandas de 2006 y de años anteriores. Pero se mantenía una línea de continuidad en el discurso y la historieta mexicana tomaba forma: el PRI regresaba con una cara lavada solamente (no pensaron siquiera en la cirugía estética) y con el polvo del camino y del andar político, esa cara se fue ensuciando nuevamente hasta llegar a los lavabos de una casa color blanco (que no Casa Blanca, como dicen algunos, porque ésta está junto al Potomac), de cuyos grifos salían lombrices y agua sucia, que terminó manchando también la ropa del ganador, de su cónyuge (que andaba en Neiman Marcus) de su familia y que finalmente la revista “del corazón” “HELLO!” (in English of course) y su sucursal “latina” HOLA daba cuenta de presidencial historieta. Y todos creíamos que HOLA era sólo para la High Society. Pero no es así.
La historieta política mexicana tiene sello único e identidad propia. La política mexicana no se crea ni se destruye, sólo se transforma y alguien inventa la historieta de que por cuarta vez, lo cual es más cierto de lo que imaginamos: se predica pobreza, austeridad, recato, pudor, honestidad (valiente), pero en Puebla de los Ángeles (Azules, por cierto) se desvela (como le dicen los españoles a “devela”) la realidad con una boda que ni Obama celebraría y que sería la envidia de Harry y Megan o de Carlos y Diana. Esa historieta narra de cómo con salarios más bajos que los de un presidente (y eso que todavía no los devengan) se pueden obtener 9 ml rosas y más de 500 langostas para otros tantos felices invitados al festín que ni Belsasar (leer Daniel, capítulo 5, en la Biblia) y hasta sobraba más vino (Petrus y Chateau Rothschild, ¡Qué caray!) que en las milagrosas bodas de Caná.
Buen lector, si lo hubiere, seguid siendo partícipes del espectáculo más grande del mundo. Historieta de culto.