Exterminio sistemático y deliberado de los zapotecos
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Opinión

Estratega

Exterminio sistemático y deliberado de los zapotecos

 


Cuenta Bernal Díaz del Castillo que: “Después de la caída de la Gran Tenochtitlán, todos a una, cabildo de México, Cortés, fray Pedro Melgarejo, el tesorero Julián de Alderete y la mayoría de los conquistadores, escribían al rey… suplicándole que no enviase letrados, porque cuando llegaran a la Nueva España sólo iban a crear confusión y desorden con sus libros y a provocar pleitos y enfrentamientos.” Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España. México, Editorial Porrúa, 1998, p. 387.
Antequera fue un campo de exterminio característico integral de los aventureros españoles para acabar de raíz con la cultura de los pueblos originarios.
Para lograrlo, escribe, José Antonio Gay en el Apéndice primero de su libro Historia de Oaxaca, 1992, Editorial Porrúa, pp. 509 – 536 esclavizaron, marcándolos en el rostro, a nuestros viejos abuelos; despanzurraban a mujeres embarazadas que antes habían violado; mataban a los niños estrellándolos contra el piso, arrojaban a familias enteras en los tiros de las minas, les quitaban sus tierras y hacían que en ellas construyeran sus casas, los usaban como bestias de carga; hacían apuestas para ver quién lograba tumbarle la cabeza a un esclavo de un solo tajo de espada; los aperreaban, les arrojaban perros de guerra para que los destrozaran; los agrupaban amarrándolos por la espalda y les disparaban sus tiros a corta distancia; regaban pólvora en la tierra, los sentaban desnudos y prendían la pólvora; los asaban vivos, los apaleaban y los asesinaban por miles, pero eso sí, tenían la fortuna de morir cristianos.
Además, obligaban a los sacerdotes indígenas a presenciar estas demostraciones de “amor al prójimo” para que trasmitieran a sus pueblos la buena nueva: Quetzalcóatl había regresado.
Nuestros indígenas eran esclavos exterminados sistemáticamente por ser indígenas y por su religión; no tenían derecho como pueblos o como personas a disfrutar de su libertad; no tenían derecho a la vida; eran considerados socialmente inferiores, sin identidad étnica ni cultural, sin origen, ni dignidad; eran objeto de todo tipo de represión, discriminación y destrucción; no podían decidir nada, ni participar en ningún evento social, cultural, económico y mucho menos político.
No tenían retribución monetaria por su trabajo. Les robaban sus tierras, territorios y recursos. Destruyeron sistemáticamente sus tradiciones y costumbres, sus edificios fueron saqueados y arrasados; su religión fue abolida por la fuerza y las esculturas de sus dioses y templos fueron demolidos.
Los españoles destruyeron sus códices en los que predecían eclipses y huracanes; en sus cálculos matemáticos usaban el cero; su calendario era el más exacto de su época; con fines curativos o de diagnóstico perforaban el cráneo; clasificaban a animales y plantas según su especie; tenían jardines botánicos y zoológicos; hospitales y asilos de ancianos; sus calles estaban pavimentadas y las iluminaban en las noches; tenían mercados públicos con más de cien mil mercaderes cada día, que intercambiaban productos o los pagaban con almendras de cacao; en sus palacios usaban pisos; crearon la planta del maíz; la educación era obligatoria; narraban y escribían su historia; contenían sus mapas, y el catálogo de tributos para saber qué se producía en cada región del país; el agua la conducían en tubos cilíndricos, subterráneos; usaban el cemento y el barro para construir sus palacios, templos y casas; tenían fuentes; contenían las reglas para el juego de pelota; no existía la propiedad privada, todo era de todos.
Fr. Bartolomé de las Casas cuenta que: Sus códices contenían la historia y cuenta de los tiempos y de los años, guerras, hazañas, origen y genealogía de los principales señores, tiempos buenos y malos y debajo de cuyo señorío y reinado, de que rey y señor sujetaban a los pueblos conquistados; días solemnes y fiestas de cada año; sueños, agüeros y supersticiones; bautizo y nombres que ponían a sus niños; ritos y ceremonias, sacrificios y dioses; cómo pablaron el territorio que dominaban. Los Indios de México y Nueva España pp. 249-250. México 2004, Ed. Porrúa.
Este campo de exterminio de nuestros antepasados primigenios, llamado Antequera era una ciudad española tan odiada que desapareció al consumarse la Independencia de México. Ningún viajero la menciona antes de 1620.
Los retratos y pinturas que conocemos del Padre de la Patria, Don Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo Costilla Gallaga, no son de él.
Según Pedro García, soldado que luchó al lado de él, escribe en el libro: Con el cura Hidalgo en la Guerra de Independencia. México 1982, SEP. 80/9, Fondo de Cultura Económica, p. 151. Nota: Este libro se puede consultar en la Biblioteca Pública Central de la ciudad de Oaxaca de Juárez, con el registro 972.03 G37 DGB.
Dice textualmente que: “Se prohibió hablar de Hidalgo en ningún sitio, pues esto era un gran delito que se castigaba con rigor. Esta es la razón porque no se encuentra en todo el país un retrato que siquiera se le parezca, pues que la prohibición duró cerca de diez años.

[email protected]