Una pésima imagen
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Editorial

Una pésima imagen

 


Estamos ya en los festejos del mes de julio, el mes cuando hay en la capital oaxaqueña mayor afluencia del turismo nacional y extranjero. Es la temporada cuando los prestadores de servicios turísticos tienen una bocanada de aire fresco, dado que nuestro estado, pese a todos los esfuerzos de la Secretaría de Turismo y de su titular, Juan Carlos Rivera Castellanos, continúa siendo un sitio de paso. Sin embargo, vemos con tristeza la situación que se vive en el Centro Histórico, el corazón de la ciudad, el sitio más emblemático. Basura, comercio ambulante y hasta indigentes y alcohólicos que, ante la falta de energía de las autoridades locales, han encontrado en el zócalo de la capital su hábitat. A ello hay que agregar que por razones que hasta el momento se desconocen, más que el propósito de fregar, la Sección 22 ha tomado para sí la calle de Armenta y López, en donde tiene instalado una especie de tianguis, en donde se venden desde boletos de autobús a la Ciudad de México, obviamente negocio de algunos vivales que ahí se han enquistado, hasta vendedores de tomate y verduras. Desde hace años, la circulación está suspendida en esa importante calle.
Enfrente del zócalo, desde hace años también, pernoctan, hacen vida marital y tienen ahí su mercado, un grupo de indígenas triquis, supuestamente desplazados de la zona de Copala. Sólo el soborno y la excesiva tolerancia los tiene así. Si se mueven luego regresarán. Los indígenas y sus manejadores están acostumbrados a pervivir con la mano alargada en espera de la limosna oficial. Tienen asimismo la costumbre de vivir del chantaje, con el ardid de “nosotros, los pobres indígenas”. Todo lo anterior hace un coctel pernicioso, que genera una pésima imagen de nuestra capital y representa ante el turismo que llega en esta temporada una muestra de que aquí cada quien impone su ley y que el Estado parece ser un cero a la izquierda. Decenas de negocios, entre ellos hoteles, restaurantes, zapaterías y otros, que se ubicaban en la populosa calle de Armenta y López han quebrado, por la estupidez de la dirigencia magisterial. Los daños al comercio establecido y a la economía en general de la capital, han sido graves. Y ahí siguen impunemente sin que nadie los moleste ni les exija desalojar esa parte de nuestro patrimonio citadino. La imagen urbana en el Centro Histórico es, en pocas palabras, deplorable.

Anarquía urbana

Ante el cierre permanente de la calle de Armenta y López, ese eje citadino se convierte en un caos vial. La semana pasada las redes sociales dieron cuenta de un taxi circulando en sentido contrario a la circulación, en la primera calle de Guerrero. La segunda es ocupada asimismo, al igual que el atrio de la Iglesia de San Agustín, para que los maestros, arropados por sus dirigentes, que se asumen intocables, estacionen sus vehículos incluso en la banqueta. La esquina que forman las citadas calles se ha convertido en un verdadero tianguis de puestos en donde se venden boletos de autobús, una competencia desleal a las empresas que prestan el servicio, pero solapados por la dirigencia del Cártel 22, justamente porque algunos de sus miembros tienen intereses económicos. Los autobuses están estacionados en la vía pública y si bien es cierto que los boletos son de bajo costo, también –se dice- que el pasajero viaja sin el obligado seguro del viajero. En más de una ocasión y ello por presiones de algunos medios de comunicación como EL IMPARCIAL. El Mejor diario de Oaxaca, que lo ha denunciado de manera permanente, las autoridades municipales han tomado cartas en el asunto, pero con tan mala suerte que hoy los quitan y mañana están de nuevo. Detrás de todo está la presión y la estupidez de los dirigentes del magisterio.
Lo que ha indignado al comercio establecido en el Centro Histórico es la impunidad con la que esta gente se sigue burlando de las autoridades y haciendo de la ley una caricatura. Se presume que en las normas municipales hay artículos que establecen que nadie puede así como así hacer propiedad privada de una calle o cerrarla de manera dolosa. Pues bien, ahí está la citada calle bloqueada desde hace años, sólo con un puesto de libros y otros vendedores que ya establecieron ahí su feudo. Diversas voces se han elevado para protestar por esta situación y no hay duda que desalojarla implicará desembolsar alguna cantidad importante, para sobornar a los corruptos dirigentes del Cártel 22, que si bien presumen de honestos, ante el pueblo oaxaqueño están exhibidos como vende-patrias, mercenarios y corruptos. Ya los vimos el mes pasado insistiendo en su paro loco y presionando al gobierno de Alejandro Murat, con exigencias no sólo descabelladas sino nada que tuvieran que ver con demandas de tipo laboral y educativo. Así se mueven estos pseudo líderes, que creen ingenuamente que con el nuevo gobierno seguirán dejando el aula por la calle.