No queremos más violencia
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No queremos más violencia

 


Las elecciones de ayer fueron sin duda históricas y trascendentes dadas las condiciones en que se dieron, antecedidas lamentablemente por hechos de violencia que colocaron a Oaxaca en uno de los primeros lugares en ese sentido. Transcurrido el proceso, estoy seguro que los mexicanos en general esperamos que las cosas tomen su cauce normal, que no empeoren como ha sucedido en procesos anteriores. Los resultados deben ser respetados más allá de los colores partidistas o simpatías personales o grupales, o en última instancia permitir que los tribunales electorales en sus instancias federal y local hagan su trabajo.

La realidad contrastante que vivimos a nivel político, social, económico, cultural y espiritual estuvo presente durante la campaña electoral donde escuchamos los mensajes de todo tipo, desde señalamientos personales entre los contendientes, los errores de los últimos presidentes en turno, ofrecimientos al vapor y finalmente propuestas y compromisos de los candidatos presidenciables que desde mi punto de vista deben ser tomados en cuenta por el ganador, incorporarlos en su plan de trabajo, puesto que reflejan el sentir y preocupación de una parte de la nación mexicana.

Ya estamos acostumbrados a que cada seis años renazca la esperanza, de creer que en adelante las cosas cambiarán y mejorarán. El nuevo presidente de la República está obligado a conducir al país con la mayor responsabilidad y tino que los electores le están marcando; los nuevos legisladores federales y locales habrán de cumplir con la encomienda de ser los representantes del pueblo verdaderos, que hagan leyes de acuerdo con la demanda del país y que vigilen su cumplimiento; de igual manera que las autoridades municipales electas sirvan a sus electores.

En el supuesto que los nuevos gobernantes y legisladores son los mejores hombres y las mujeres más aptas quienes fueron preferidos por el voto popular, entonces tendrán que responder cabalmente a la confianza pública que les estamos brindando y que de verdad hagan su trabajo por el que les estaremos pagando con nuestros impuestos; que estén dispuestos a servir y nos cumplan cuantas cosas nos dijeron y prometieron.

Abundaron los improperios, los señalamientos y los dichos, unos con base en pruebas documentadas y otros al calor de la contienda electoral que propició la guerra sucia, los dimes y diretes, los anónimos, que de esto somos expertos los mexicanos, de los cuales se nutren todos los partidos políticos sin excepción.

Pocos candidatos se salvaron de la crítica pública, pero no están totalmente exentos de ser sujetos de vigilancia permanente, porque la mirada ciudadana estará sobre ellos y de los demás, si es que va en serio eso que tanto se pregona, de que todo el ejercicio de gobierno será en adelante más transparente y que se combatirá enérgicamente cualquier tipo de corrupción que se llegue a detectar.

Los políticos de todos los partidos, acostumbrados a vivir del presupuesto, fueron mencionados una y otra vez. Ojalá que les caiga el veinte, sobre todo aquellos que se cambiaron de partido según su propia conveniencia y se fueron al del candidato presidencial que aventajaba en las encuestas, con tal de seguir en el poder. Duros señalamientos recibieron aquellos descarados que incluyeron a la familia, al esposo, esposa e hijos.

Pero pasaron las elecciones y lo que sigue es el cambio real que todos queremos. Que los nuevos gobernantes y legisladores cumplan su promesa de vivir con la medianía de que hablaba el gran Benito Juárez, porque el pueblo sabe y conoce que entre los ganadores hay quienes están acostumbrados a la buena vida, a los buenos licores, a los viajes, al disfrute del poder con dinero que no es propio, sino de los contribuyentes.

El candidato presidencial ganador y todos los que fueron favorecidos con el voto popular están obligados a cumplirle al pueblo. No es un secreto a voces que hayan contraído compromisos con organizaciones sociales y políticas beligerantes y personajes del poder económico. Estuvimos ciertamente en campaña, pero ésta ya pasó. Ojalá no haya después cobro de cuotas obligadas y, lo más preocupante, que no esté incluida la delincuencia organizada o los capos de las drogas.