Explotación sin castigo
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Editorial

Explotación sin castigo

 


Muchas voces se han elevado para denunciar a verdaderas redes de explotación infantil que operan en la capital oaxaqueña. Los medios de comunicación han mostrado la presencia de niños y niñas, que deambulan por ciertos rumbos de la capital pidiendo la moneda, haciendo malabares o simplemente con el rostro pintado. Hay algunos que son menores de cinco o seis años. En ciertas zonas de la Colonia Reforma hay niñas no mayores de 13 o 14 años, con bebés en brazos con el sol a plomo sobre la cabeza. Otros más recorren bares y cafés; restaurantes o antros ya entrada la noche, para pedir igualmente monedas o algo de comer, mientras la madre o los padres esperan agazapados en la penumbra, a que los niños (as) lleven la cena. En otro entorno se ven asimismo, menores de edad cargando cajas con dulces, chicles, chocolates y cigarros. No hace falta ser un sabio o etnólogo para darse cuenta que son niños indígenas que son traídos por sus padres del estado de Chiapas, para mendigar. Las etnias tzeltales y tzotziles son especialistas en explotar a sus hijos, mientras los padres se alcoholizan o simplemente se pasan la vida de parásitos.

Las denuncias parece ser que no han llegado a los organismos responsables de proteger a los menores, como son el Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), en su versión estatal y municipal. Tampoco se sabe si la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca (DDHPO) ha tomado nota del caso, porque extrañamente ven cuestiones de índole social, pero ante realidades crudas como es la explotación de los niños, parece estar ciega. Ciertamente, aunque en México no se ha legislado a conciencia la adopción por parte del Estado de los menores en condición de calle o en la mendicidad, no se puede ignorar que dichos menores que son enviados a la mendicidad responden a intereses de adultos. Es otra parte de la trata, que tampoco se quiere ver en su exacta dimensión. La explotación de niños y niñas no es un asunto menor. Las autoridades tienen que intervenir, pero antes, hacer del conocimiento de la DDHPO las condiciones en las que se hará, para evitar que luego le salgan defensores a los padres vividores o a las células explotadoras. Ya es tiempo de que se pongan límites a estas personas sin escrúpulos que viven del trabajo infantil, sobre todo en condiciones indignas como es la mendicidad.

Voceadores: componente esencial

Si bien es cierto que el festejo oficial es el 20 de abril, el cual se viene celebrando desde 1953, en Oaxaca, hoy se reconoce a los voceadores. Se trata de uno de eslabones de la cadena mediante la cual, los medios impresos podemos ganar la calle. Desde la madrugada de cada día –ni los medios ni la noticia se detienen- el tiraje fresco de los diarios, con el olor reciente de la tinta y el papel, gana la calle gracias a la participación de los voceadores. Éstos llegarán a sus expendios, casetas o esquinas, para mostrarlo al público. Anteriormente, eran jovencitos en su mayoría que iban por las calles de la ciudad “voceando” las noticias más relevantes, aquello que podían leer en la portada del periódico. Asesinatos, accidentes, escándalos sociales o políticos eran su especialidad. Aún los hay que van a las comunidades más alejadas, para materialmente gritar las noticias. Hoy, por seguridad, se evita ponerlos en riesgo. Ello no implica que este sector especializado de la clase trabajadora contribuyan, desde su modesta función, a hacer de los diarios de circulación local, estatal o nacional, un instrumento para difundir las noticias. En efecto, los tiempos han cambiado y hoy en día, las plataformas digitales parecieran estar jugando un papel importante en la sustitución de los medios impresos.

En 2007, tres voceadores de nuestro diario hermano, El Imparcial del Istmo, fueron asesinados en el tramo carretero conocido como La Noria, ubicado entre Tehuantepec y Salina Cruz. Se trató de una ejecución en todo la extensión del término. Un grupo delictivo detuvo la camioneta en la que habían recogido el periódico. Levantaron la tapa trasera y ahí los balearon. Tres humildes voceadores, que si acaso ganaban para pasar el día fueron ultimados por sujetos armados, que de esa suerte pretendieron silenciar al diario. Luego de un retiro estratégico, el periódico sigue circulando con normalidad, pero la huella de la violencia nos marcó para siempre. En este día los recordamos con afecto, a pesar de que ya poco se les menciona. Son los héroes anónimos de los que casi nadie se acuerda. Nuestro reconocimiento pues a los voceadores en este día y la gratitud por estar de la mano con quienes hacemos posible, en diversas trincheras, el periodismo impreso. Su labor es parte de ese engranaje que hace posible hoy, no obstante la irrupción de los medios digitales, la venta de nuestro diario.