La historia se repite, porque no conocemos la historia
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La historia se repite, porque no conocemos la historia

 


El conocimiento de la historia, nos da mucha mayor información para entender nuestro presente y el mundo en el que vivimos. La “historia”, desde otra perspectiva, es la herramienta para construir una mejor realidad. Como persona, cuando uno conoce, su propia vida, a través de tener conciencia de ella, uno puede analizar detenidamente las vivencias y encontrar respuestas y sabiduría. Una persona inconsciente, es la que repite sus errores, porque no aprende de “su vida”. Lo mismo le sucede a un pueblo. “La memoria histórica” de un pueblo es la síntesis de su experiencia de vida. De sus logros y fracasos, de sus aspiraciones, de sus búsquedas. Por eso, el arma más poderosa del colonizador es borrar la memoria del pueblo invadido y explotado. Lo deja indefenso y vulnerable, lo puede seguir engañando, quitándole su riqueza a cambio de espejitos y cuentas de cristal.

A mi edad, no me gusta hablar de política, eso es para gente joven sin “experiencia de vida”. Generalmente la gente, cuando “discute de política”, lo que hace, es repetir como perico, el discurso que compró. No exponen argumentos, cifras, hechos concretos. Como los mismos candidatos, solo expresan críticas vánales, sitios comunes, obviedades de una miserable realidad que, toda la clase política, ha construido. Desde que se implantó el neoliberalismo el país va de mal en peor. Es un modelo que favorece al capital trasnacional y solo a una élite de familias criollas. El país se viene regalando en pedacitos y los ciudadanos, día a día, nos volvemos más pobres. Se llega a lo inaudito de entregar la renta petrolera a las empresas extranjeras, y afirmar, que esto hará que el país mejore y que se abarate la gasolina, el gas y la energía eléctrica. Esta partidocracia es tan cínica y decadente que hace un pacto, de todos los colores, para ganar posiciones personales o de grupo, traicionado el principio más elemental de soberanía. En la política ya no hay política.

Hemos visto cómo han cambiado los hombres y los partidos en el poder, y todos, han hecho lo mismo. No entendemos que, esté quien esté, solo obedece “órdenes superiores”. México tiene un destino y este se decide en el extranjero, bajo la presión financiera y política del entorno mundial.

Sin embargo, la gente ¿ingenuamente? Piensa que “un solo hombre”, cambiará el destino de 120 millones de personas. Que si gana la presidencia, “podrá, por su virtud y compromiso personal”, extirpar la corrupción, acabar con la delincuencia organizada en la administración pública, en la iniciativa privada, en la misma sociedad mexicana que es adicta a “la mordida”. México sufre de problemas estructurales que iniciaron desde 1521, en el que un extranjero se apodera de la riqueza. Entre Hernán Cortés y el hombre más rico de México, no existe diferencia. Todo se repite una y otra vez. Se puede llamar Limantour o Videgaray, es la “misma historia”.

Y este es el punto, amable lector. “La historia se repite, porque no conocemos la historia”. El mexicano es un ser ahistórico, sin memoria, sin identidad, perdido en el laberinto, de la ignorancia de sí mismo. Cuando un pueblo tan antiguo e importante como el nuestro, no tiene identidad cultural y memoria histórica ancestral, no tiene valores, principios, dignidad. El cambio de este país no lo hará “un iluminado”, menos un partido político, ni pensar en las familias beneficiadas de la pobreza y desigualdad. El cambio solo se puede dar a través de la verdadera educación. Pero no académica, sino la educación en valores y principios, como los de nuestros dignos antepasados, que nos han legado un Patrimonio que no valoramos y despreciamos. El futuro de la Matria, está en el pleno conocimiento de su milenario pasado. Ahí se encuentran las respuestas. Durante más de diez siglos, los Viejos Abuelos, alcanzaron la más alta calidad de vida para todo el pueblo y nos legaron centenas de “zonas arqueológicas”, el maíz, el chocolate, la cuenta del tiempo y un larguísimo etcétera…totalmente desconocido para nosotros, y esa es, justamente, nuestra desgracia.

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