Llamado a las urnas
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Opinión

Editorial

Llamado a las urnas

 


Ya inmersos en las campañas para presidente de la República, senadores y diputados federales, los oaxaqueños esperan que todos los actores involucrados aporten algo nuevo a la vida política electoral, que además de respetar las reglas del juego electoral en esta etapa del proceso, ofrezcan propuestas frescas y viables que ayuden a transformar la vida democrática del estado y del país. Ante lo observado por los electores por el cambio de chaquetas de muchos políticos, confían que en los próximos meses ayuden a revertir el desencanto de los ciudadanos con la política.

En los 90 días de campañas, los ciudadanos confían que cada candidata y candidato, cada coalición y partido político, pueda difundir sus diagnósticos sobre los problemas que aquejan a nuestra nación y para que presenten y confronten de cara a la ciudadana, las propuestas con las que pretenden solucionar muchas cosas.

Se trata de que aporten en cada expresión lo que consideren esencial para transitar a una vida más democrática, alejada de la corrupción y de la impunidad que tanto daño nos ha hecho.

La propia autoridad electoral ha dicho que las campañas políticas sean tan intensas como necesarias, pero tan tolerantes como sea posible, donde los candidatos respeten los topes de gastos de campaña e informen puntualmente del origen y destino de los recursos que utilicen, que le permitan a los oaxaqueños contrastar las campañas, su contenido y sus alcances, para que se conviertan en el centro de la discusión pública, de las ideas, de personalidades, de políticas públicas y prioridades legislativas para reorientar el futuro de nuestra nación lo que atraiga la atención política de la sociedad.

El precedente que hemos visto en las precampañas podría no ser muy alentador respecto a lo que podremos ver en términos de debate, contenido y formas. Si bien es cierto que en las campañas políticas se está compitiendo con otros candidatos y que el enfrentamiento es la norma, también es cierto que la forma de competir puede variar radicalmente.
Se pueden hacer campañas que sean guerras de lodazal o campañas que vean que hace falta. Es posible tener campañas llenas de invalidaciones y descalificaciones, como también es posible tener campañas en las que se inspira al electorado y existen propuestas más o menos concretas en los ámbitos de interés para la ciudadanía.

Inseguridad y pobreza

Sin duda existe preocupación por el aumento de la pobreza en zonas urbanas, debido a que en estas las carencias pueden derivar en resentimientos sociales y delincuencia con mayor facilidad que en las áreas rurales. Hoy se reconoce que combatir esta pobreza urbana no admite dilación porque estos contrastes, esas desigualdades que se dan en las ciudades, generan un clima de más violencia, de violencia social. La desigualdad que se genera en las ciudades genera encono, resentimiento.

Algunos problemas que se registran en esas zonas —como el robo a transeúntes o en el transporte público— reflejan la relación que existe entre pobreza urbana y violencia social. Son zonas donde de manera reincidente no hay una presencia institucional del Estado mexicano de manera notable. Existen los servicios urbanos pero son precarios, como también los servicios educativos, pero son de mala calidad. Sí existen servicios de seguridad pública pero son deficientes. Y esto, entre el hacinamiento, la falta de oportunidades y las condiciones precarias de vida, genera cierto tipo de violencia.

Las carencias económicas y de oportunidades pueden hacer que las personas ejerzan la delincuencia, pues la violencia que puede derivar de la pobreza urbana no necesariamente se relaciona con los grupos del crimen organizado, sino que puede manifestarse en la formación de pandillas, agresiones entre vecinos o violencia intrafamiliar y de género. Por ello, las autoridades deben ser cuidadosas con las políticas que desplieguen para prevenir y combatir la violencia.

La debilidad de un Estado de derecho que proteja la integridad física de las personas y de los bienes, genera un ambiente poco propicio para la inversión y el comercio, lo que impacta negativamente la formación de capital, la competitividad de las empresas y la generación de empleos productivos. Pero sobre todo, deteriora la vida cotidiana de las personas que día a día ven disminuir la aplicación estricta de la ley en contra de quienes alientan actos delictivos.

De ahí que la situación de inseguridad que atañe diversas zonas del país y que ya invaden a Oaxaca, sea un reflejo de las consecuencias de no atacar las causas de fondo como la impunidad y violencia que padecen muchos mexicanos. Sin duda es uno de los principales problemas que menoscaban el progreso de la sociedad y que más afectan el bienestar de las familias y la estabilidad de las empresas.