La guelaguetza que se recibe o que se da
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La guelaguetza que se recibe o que se da

 


Antes de hablar de la fiesta del Lunes del Cerro habrá que precisar algunos conceptos. La fiesta del Lunes del Cerro siempre fue pagana, popular y familiar.

En diferentes épocas se ha llamado: La gran fiesta de los Señores, Hueitecuilhuitl, en la época prehispánica; Lunes del Cerro; a partir de 1928 Fiesta de la Azucena y hoy día Guelaguetza. Lo cierto es que los oaxaqueños originarios, los nitos, la seguimos llamando: Lunes del Cerro.

Huaxyacac era un cuartel mexica con su correspondiente guarnición de guerreros, cuyo dios, por supuesto era el dios de la guerra, Huitzilopochtli. No eran pacíficos campesinos dedicados a la agricultura que veneraban a Centéotl, diosa de la tierra y del maíz.

Huaxyacac sólo duró 46 años y no como pretenden hacernos creer que su presencia había sido permanente.

El territorio donde se asentó era, por derecho, territorio que le pertenecía a los zapotecos.

Del cerro de El Fortín, los mexicas sólo ocupaban lo que es el mirador actual (2017).

Xochimilco se fundó con la llegada de los españoles, fuera de Huaxyacac.

Hasta 1828, el Lunes del Cerro era una fiesta familiar, en la que no tomaba parte ninguna otra región del estado, más que los habitantes de la capital y sus pueblitos y agencias aledañas. La fiesta era en la tarde.

Cuenta Guillermo Rosas Solaegui (1978) que: “Desde la falda del cerro hasta la rotonda en dónde está el monumento a Juárez, había a regulares distancias tienditas improvisadas, en donde se vendían exquisitos manjares… Música acá y allá, tanto en changarros populares como en changarros de catrines… el comercio, todo de la ciudad, cerraba sus puertas por la tarde del lunes para que sus empleados no se perdieran su fiesta favorita, inclusive los propios patrones.

“Hermoso Lunes: música, luz y alegría, amor, comida y bebida, era la fiesta del pueblo y para el pueblo… Por regla general, y era algo esencial: El remojón. Caía un torrencial aguacero a eso de las seis de la tarde, que no respetaba paraguas, sombrillas, impermeables de hule y de palma… Pero por gracia quien sabe de quién, el aguacero no duraba mucho. Después del remojón que daba a los paseantes, cesaba… yéndose cada quien a su casa, llevando en su interior, la satisfacción de haber gozado de una fiesta netamente oaxaqueña, de casa, íntimamente hogareña, en grande.”
La fiesta actual es una mezcla zapoteca y mexica; comenzando con el nombre actual: Guelaguetza y Centéotl la diosa mexica de la tierra y del maíz. Esto se fusionó en la época contemporánea para hacer una fiesta espectacular para turistas nacionales y extranjeros.

La guelaguetza es una costumbre heredada de los zapotecas que se practica principalmente en la región de los Valles Centrales; consiste en recibir o dar ayuda para realizar una fiesta, que puede ser una boda, un bautizo, un cumpleaños o la fiesta del santo patrón; pero también puede ser un duelo, como un difunto-.

La guelaguetza que se recibe o que se da puede ser en efectivo, en bienes o en un servicio personal. Al recibir guelaguetza adquieres el compromiso de pagar posteriormente el equivalente, lo mismo o algo mejor a tu benefactor cuando él lo necesite.

Por lo anterior se entiende que no hay guelaguetza para ricos o para pobres, para visitantes o para anfitriones, para hombres o para mujeres; la guelaguetza es para todos donde quiera que se necesite.

Guelaguetza es un concepto que los oaxaqueños entendemos sin palabras y que en la realidad se realiza sin trajes regionales, sin bailables, sin música y puede darse en cualquier fecha; más que tratar de explicarlo, los oaxaqueños lo vivimos, sentimos y agradecemos.

No es una presentación o un espectáculo, ni son los regalos; me parece que la palabra que describe mejor la guelaguetza, como traté de explica arriba, es ayuda y también puede ser cooperación.

Centéotl, la diosa mexica de la tierra y del maíz, se incorpora a la celebración pagana porque fue ofendida por los habitantes de Huaxyacac que únicamente reverenciaban a Huitzilopochtli, dios de la guerra; con ruegos, genuflexiones y postraciones, con ayunos y otras austeridades; con sacrificios y oraciones y con otros ritos propios exclusivamente de su religión.

Y como castigo empobreció las tierras, secó los pozos y los ríos y las cosechas no daban y los alimentos empezaron a escasear durante varios años. El sumo sacerdote, el tlatoani y los comerciantes reconocieron este olvido imperdonable de la diosa de la tierra y del maíz; de inmediato empezaron a construirle un Cu (teocalli).

La Diosa atendió sus ruegos y cubrió nuevamente de frutos la tierra de Huaxyacac. El 13 de Tecpal del IX Hueitecuilhuitl, tercer lunes del mes de julio, los sacerdotes acompañados de hombres y mujeres se trasladaron al cerro de El Fortín dispuestos a reparar el agravio a la Diosa. Reunieron a todas las doncellas para seleccionar a la más hermosa para ser sacrificada a la diosa Centéotl el lunes siguiente.

La joven que tuvo el privilegio de ser la elegida se despidió de su familia y fue conducida al Cu (teocalli) en donde ayunó, realizó diversos ritos y oró toda la semana para ser digna de la Diosa.

El siguiente Lunes, día de la octava, subieron nuevamente a las faldas del cerro de El Fortín llevando regalos a la doncella próxima a ser sacrificada; unos llegaron con las mejores frutas que cosecharon especialmente para esta ocasión; otros trajeron jarros con chocolate, tortillas de maíz (blandas y clayudas), elotes hervidos y asados, tamales de chepil, caldo de guajolote, flores y ramilletes de plantas aromáticas, para el banquete que la nobleza le ofrecía a la doncella elegida para el sacrificio.

Después de este acto, organizados todos en una procesión con los sacerdotes y la doncella al frente se trasladaron al Cu (teocalli) que estaba situado donde hoy se halla el templo del Carmen Alto y allí fue sacrificada la virgen azteca ante el altar de la diosa Centéotl.

Desde Santa María Oaxaca, 16 de junio de 2017
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