Espíritu de aventura, de precoz y sana malicia
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Espíritu de aventura, de precoz y sana malicia

 


En el edificio central de la Universidad “Benito Juárez” hubo una alberca que en su momento nos dio vida y ahora nos da recuerdos.
Comparto con ustedes un fragmento del prólogo que escribió doña Arcelia Yañiz para mi libro Tierra de Sol, suspiro por verte y tres anécdotas estudiantiles que viví, por supuesto.

“Felicitaciones Gerardo, porque has conseguido despertar en las conciencias y en la curiosidad de los que te lean, un mundo de acontecimientos reales, que la fantasía, el buen humor, el criterio justo, los engrandece.

“Todas las hojas de tu interesante obra, son atractivas y prenden el encanto de seguir leyendo, sobre todo los hechos relacionados con tu propia formación, con tu juventud, y con ese espíritu de aventura, de precoz y sana malicia, haciendo que tus palabras lleguen no solo al entretenimiento, sino lleven consigo la dulzura del recuerdo, y el perfume de la nostalgia.

“Tu libro no será un libro más, sino un libro con carácter, que le da su contenido, porque los temas que trata no están desarrollados fríamente, sino con la calidez que le da tu destreza, de un acto decidido, hacer de la verdad una gala auténtica”. Arcelia Yañíz

Ropa al agua

Vivimos parte de nuestros mejores momentos de adolescentes en el Edificio Central del Instituto y de la Universidad, y esta es una micro historia que compartimos. Cada uno con una visión personal. Somos parte de esta generación. Nuestra generación. Debemos seguir enamorados, jóvenes, optimistas.

El edificio central era ocupado en 1960–1967, por las escuelas de Comercio y de Derecho; Comercio aportaba contadores públicos y privados; taquígrafas,secretarias; taquimecanógrafas y secretarias bilingües, pero además, era el centro de reunión de todos los universitarios.
En este edificio estaban las oficinas administrativas: la Rectoría, la Secretaría General, la Tesorería General, el Departamento Escolar, la Imprenta, Radio Universidad, el Paraninfo, el Salón de Exámenes Profesionales, la Sala de Proyecciones, el Gimnasio con alberca, y la Biblioteca.
Los actos que se celebraban en El Paraninfo, en la Sala de Proyecciones y en el Gimnasio, eran parte de la vida estudiantil y en ella participaban todos los alumnos de la Universidad.

Durante la gestión del licenciado Agustín Márquez Uribe, como director de la escuela de Comercio y posteriormente como rector, en el Paraninfo había concursos de oratoria, declamación y sesiones literario musicales.

En la Sala de Proyecciones admiramos películas de Sergéi Eisenstein: El Acorazado Potemkin, Iván El Terrible y ¡Que Viva México! y de Charles Chaplin: Candilejas; siendo estudiantes, en este espacio dictamos nuestras primeras conferencias y discutimos con expositores invitados.
Al poniente del Gimnasio estaba la alberca semi olímpica; paralela a los vestidores actuales, que ya estaban (1960). En la parte sur tenía dos trampolines de un metro, y en medio de estos, uno de tres metros; todos integrados en una sola estructura de tubo galvanizado de dos pulgadas. Nunca tuvieron tabla para rebotar y aun así, con los pies mojados, se arrojaba uno, sin medir el peligro de un resbalón. En la parte norte (calle de Morelos), a todo lo ancho, había una banca de cemento en dónde de manera inocente, al fin macoloches, ponía uno su ropa para tenerla a la vista y ver que no la bolsearan.

Aquí aprendí a nadar a la fuerza, ya que te “manteaban”, tomándote de pies y manos, y al grito de ¡uno! ¡dos! y… ¡tres! te arrojaban al agua, aunque no supieras nadar. O te daban una “limonada”: te sumían la cabeza en el agua y te soltaban hasta que veían que empezabas a hacer gorgoritos. O, bien, al grito de ¡ropa al agua! había que tirarse a rescatarla antes de que empezara a hundirse.
A pesar de nuestra corta edad y con estos maestros; sus abusos nunca se quedaron sin respuesta, por supuesto. En venganza, amarrábamos las piernas de los pantalones de estos patanes y nos las orinábamos bien, bien, en el nudo; las amarrábamos tan fuerte que para desatarlas era necesario que usaran los dientes, mientras chupaban los orines.

El encargado, Obdulio, al que, por razones prácticas de congruencia, rebautizamos, sin su conocimiento, con el nombre de Gordulio, cerraba diario de once a doce, y aprovechando la hora, nos quedábamos escondidos para nadar como Dios nos trajo al mundo, convirtiéndonos en duendes custodios de la alberca; muchas veces descubrió las huellas de los pies mojados pero nunca supo de quienes eran.

Para despertar a los dormidos

Amigos y compañeros sacuden a personajes dormidos para que despierten; los concursos de declamación, las sesiones literario musicales, los concursos de oratoria; los juegos florales; el desfile del 16 de septiembre, el baile del uniforme el 16 de septiembre en la tarde, los viernes del llano, los primeros amores, las serenatas; ir a escuchar la rockola, la rebanada de pastel y la coquita; las paletas de La Perlita; las anécdotas que no se pueden contar; los amores frustrados (los que no se consolidaron) cómo el de … la biblioteca, los maestros, los exámenes, las preparadas; las tortas de doña Papaya, las tortillas con asiento, los piedrazos; el futbolito, las corridas, la alberca, los torneos de básquet; los amigos, los pleitos; el cine; la media de camarones en el Torito Veracruzano – no había para más ;los macoloches, los perros; el rey feo, la reyna, la FEO… el Frente Estudiantil Benito Juárez, Los Beethovens, El Grupho.

Lugar en el espacio
“Estudien muchachos, solo vienen a ocupar un lugar en el espacio”, nos decía el maestro Pombo, don Alejandro Pombo, cuando nos veía adormilados en clase de Analogía y Ortografía, de tres a cuatro de la tarde, en el edificio central. A pesar del letargo que producía la hora y el hecho de acabar de comer, escuchábamos y tomábamos nota. El consejo lo guardamos para siempre y lo que aprendimos con él nunca se nos ha olvidado y lo ponemos en práctica hasta la fecha. Había respeto y ningún coordinador; ni existían; ni padre de familia que solapara la irresponsabilidad. Esa era la diferencia.
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