Huachicoleros: Viejo oficio
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Opinión

Editorial

Huachicoleros: Viejo oficio

 


Desde hace más de una década, los llamados huachicoleros, que ordeñan los ductos de Petróleos Mexicanos y ocasionan un gravísimo quebranto a la paraestatal, han operado impunemente en territorio oaxaqueño. Dos son las regiones en donde dicho ilícito se comete con total impunidad: el Istmo de Tehuantepec, desde la zona de Salina Cruz hasta el Bajo Mixe, pasando por Matías Romero y Santa María Petapa, o la zona de la Cuenca del Papaloapan. Hace al menos diez años, un agente de la entonces llamada Policía Ministerial del Estado, fue acusado de haber asaltado a un taxista, en jurisdicción de Magdalena Tequisistlán. Luego de los hechos fue detenido por vecinos enardecidos, colgado del barandal de la presidencia municipal de dicha población, además de prenderle fuego. Ninguno de sus elementos pudo auxiliarlo, pues a esa hora, el comandante asignado en dicha zona, Constantino Luría, se encontraba departiendo alegremente con una banda de huachicoleros. Es decir, la venta de gasolina ilegal, la que se obtiene a través de la apertura de los ductos o por asalto a los camiones cisterna que prestan el servicio en la Refinería “Antonio Dovalí Jaime” de Salina Cruz, se hace a plena luz del día, obvio, con la protección de los cuerpos policiales.

Hace poco más de una semana se reportó la desaparición de Agustín Silva Vásquez. Se dice que se trata de un reportero, aunque hay quienes afirman que sólo ayudaba a su padre, Lucio Silva, que opera como corresponsal de dos diarios que circulan en la zona istmeña, en Matías Romero. Lo que ha trascendido es que el joven elaboró una nota que dio con el paradero de una organizada banda dedicada al huachicol en la referida población. Gracias a dicha información, una unidad del Ejército Mexicano habría rodeado el edificio en que se encontraban los delincuentes, los cuales, misteriosamente fueron liberados, ni siquiera vinculados a proceso. No obstante, Agustín, cuyo automóvil fue encontrado un día antes abandonado en un paraje, desapareció. Otras fuentes revelan que el día de su desaparición, tenía que asistir a una audiencia ante el Juez de Control, para testificar, seguramente, en contra de la banda de pillos que nunca fueron detenidos. En los municipios que rodean a Matías Romero, el robo de combustible es una verdadera industria de la que viven cientos de delincuentes, pero cosa extraña, ninguno es detenido.

Cártel-22: Las otras banderas

El aberrante bloqueo carretero que montaron el pasado miércoles vecinos y padres de familia de Magdalena Tequisitlán, estuvo manejado por radicales y pájaros de cuenta del llamado Cártel-22. Lo hemos dicho de manera insistente: al magisterio no le hacen falta banderas. Los mentores están materialmente cebados en el chantaje, sin importar de usar como rehenes a viajeros, transportistas, automovilistas y demás que tuvieron la mala fortuna de estar varados más de ocho horas. Una y otra vez hemos insistido en que la ciudadanía está harta de este tipo de métodos. Si en el gobierno de Gabino Cué el chantaje y la protesta exacerbada rompieron cualquier parámetro, las centenas de bloqueos, marchas, movilizaciones y atentados a los derechos civiles que se han dado en Oaxaca sólo en el mes de enero, harían palidecer a cualquiera. Durante 2017, dicen los informes al respecto, hubo alrededor de 1 mil 700 protestas y atentados a la libre circulación. Pero nadie mueve un dedo. Los grupos empresariales sólo se quejan. Y con razón, son en su mayoría proveedores del gobierno estatal y prefieren guardar silencio. Los transportistas tampoco hacen nada, pues ellos mismos usan métodos semejantes.

En la capital oaxaqueña resulta hasta ofensiva la pasividad de los locatarios de los mercados, que ante los bloqueos y amenazas de maestros y diversas organizaciones sociales, muestran la candidez del pavo, que amaina su plumaje al primer ruido. De la sociedad civil poco hay que decir: hay conciencia plena de que existe en la entidad tal impunidad que hacer cualquier cosa o tomar acciones para que se respete nuestro derecho a vivir en paz, podría resultar contraproducente, dada la capacidad de maestros y adláteres para victimizarse. Hoy, los mentores tienen una nueva bandera: la reconstrucción de escuelas en el Istmo, luego de los sismos del mes de septiembre. Insisten en manejar los recursos destinados a dicho propósito. Sus dirigentes se han empecinado en hacerles a los constructores. Y en ese jaloneo con los presidentes municipales, como el caso del edil de Tequisitlán, cometen aberraciones como el hecho de ocasionar terribles pérdidas económicas a quienes tienen la desgracia de estar en sus manos, cuando con aire de perdonavidas impiden el libre tránsito. ¿Qué pasaría si algún día los afectados se arman de valor y desalojan a mentores u otros chantajistas? El resultado ya lo sabemos: los victimarios habrán de transformarse en inocentes ovejas.