Una política cancerosa
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Opinión

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Una política cancerosa

 


La política actual en México se parece a un peligroso carcinoma (cáncer), específicamente a un liposarcoma retroperitoneal, que es una espantosa formación grasa que crece rápidamente y sin necesidad de producir metástasis va presionando órganos de la zona, como los riñones, el bazo, el páncreas, el hígado, el colon y adyacentes hasta irlos removiendo de su sitio, comprimirlos y destruirlos e inutilizarlos por completo, de manera que el organismo, una vez atrofiado, dejará de funcionar hasta colapsarlo.

Uso esa analogía de un mal mortal, para equiparar ahora, en este párrafo, a varios partidos políticos mexicanos —por lo menos en la etapa presente— como justamente esos órganos a ser dañados y, a uno de ellos, Morena, como el liposarcoma que aumenta de tamaño y los va desubicando y dejar de hacerlos funcionales.

Ese tumor tan peligroso, va creciendo con la escoria residual del PRD, una suerte de cisma herético cuyo colectivo es el mismo pero con otro nombre. A ese crecimiento contribuyen los tránsfugas o “chaqueteros” de otros partidos y partidillos que por no encontrar acomodo en sus organizaciones políticas las abandonan con la idea peregrina de que el redentor partido los ubicará en posiciones clave de legislaturas locales y federales, de ayuntamientos y de gobernaciones estatales. No han calculado que saturan precisamente las posiciones y a la hora de la verdad no habrá dónde acomodarlos, y si los acomoda el salvador de la nación, desplazará irremediablemente a sus fieles seguidores morenistas, que tan fielmente lo han seguido a lo largo de su campaña.

Un fenómeno que va ocurrir y que va a favorecer a todos los oportunistas, es que habrá movimientos interpartidistas, es decir, PRI, PAN y PRD, con la fuga de sus roedores, dispondrá de muchos espacios para colocar en posiciones plurinominales a quienes les venga en gana y les convenga, con la prospectiva de que pueden armarse verdaderas cámaras de pluralidad y convertirse no sólo en contestatarias, sino en frentes de articulación que pueden ser contrapeso a ideas o propuestas absurdas.

La etapa actual, llamada ridículamente de “precampañas”, no es más que una de tantas simulaciones a las que orilla nuestra legislación electoral. Absurdamente se sanciona a todos los partidos por cualquier nimiedad, menos a Morena, cuyo líder ha impuesto no sólo agenda como algunos dicen, sino su molesto estilo de expresarse y una dispensa de facto a los insultos, mofas y agresiones que expele como flatulencias cada día hacia sus adversarios. Hoy excluye del perdón a Salinas, mañana le abre los brazos de Morena e intenta atraer amorosamente a la “mafia del poder”, entidad etérea a la que lleva muchos años atacando pero que no identifica por temor a caer una vez más en el ridículo, de ahí el inusitado perdón y la exoneración.

Algún editorialista de capitalino diario cree fervientemente que el jefe de Morena practica el cristianismo por sus incesantes invocaciones al perdón y al amor. Pero eso es una máscara, atrás de la cual se oculta un rostro de venganza y de burla. Pero esa apariencia ha sido favorecida por la debilidad de los otros partidos, que carecen de imaginación, de temas y que han sido absorbidos por la superficialidad en voz de cónyuges y de farsas familiares de perfección y de unidad.

Precampañistas del PRI, del PAN, del PRD o del movimiento cítrico, facilitan la tarea del liposarcoma. Sus pequeñeces contribuyen en cada mensaje a que el otro haga escarnio de cuanto actor político se vea en el horizonte y ello ha contaminado a jóvenes que por primera vez accederán al sufragio, especialmente a los “ninis”, aspiración de la muchachada que supone cobrar sin trabajar y a la holganza prometida por López Obrador. Por otro lado, es explicable la actitud de empresarios, ex funcionarios y de los dinosaurios tránsfugas por ingresar a Morena, dado que el oportunismo es la zanahoria del carretero para hacer tirar a las mulas.