Los deseos, las metas
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Los deseos, las metas

 


Un deseo sincero de una joven de seguir mejorando su vida mediante el estudio y la lectura de libros y, desde luego, acompañándola de acciones, nos llevó a un diálogo que en el transcurso de los minutos se fue tornando muy importante.

Sí, ese deseo que hay en cada uno de los seres humanos que muchas veces se queda solamente en eso, en deseo, si no le ponemos una dosis de voluntad y nos atrevemos a dar el paso, pero también si no llegamos a tener claridad de lo que queremos.

Entonces hablamos precisamente de un primer paso, de la necesidad de llegar a saber con claridad qué es lo que queremos, que parece una cosa muy sencilla, pero no. Hay veces que uno se pasa la vida dando tumbos, tratando de buscar de una y mil maneras sin encontrar la respuesta y se acaba la oportunidad.

Si a pesar de mis esfuerzos no encuentro lo que quiero, comentábamos, habría que buscar apoyos en personas de confianza o que tienen experiencia en estas cosas para que nos ayuden a clarificar nuestra meta y una vez lograda preparar las herramientas con qué y cómo trabajar para alcanzar los objetivos.

Los motivadores clásicos nos remiten a los grandes hombres que han realizado sus metas y nos han dejado ejemplos de vida a seguir, nos invitan a inspirarnos en ellos, pero no basta que los leamos, sino que es indispensable la acción, el que pongamos manos a la obra, llueve o truene, no cuando haya días despejados. No. La recomendación es armarnos de una fuerza de voluntad y que no desmayemos.

La plática surgió seguramente de mi interlocutora porque sucede que en estos días hay una motivación natural de hacer cambios en nuestras vidas, de ser mejores, de adoptar nuevos modelos de vida que nos permitan bienestar en todos los sentidos. Esos propósitos nacen también en mí. Entonces recuerdo en que tenemos otra herramienta a la mano, la de la evaluación personal, que para que nuestros buenos propósitos tengan buenos resultados es necesario hacerla de manera sincera, sin contemplaciones, sin escondernos nada.

Los grandes hombres y mujeres trabajan en torno de ideales, en aquello que pretenden, aspiran y consideran válidos y supremos para sí y la humanidad y no paran por ningún motivo hasta lograrlos. Hay muchos ejemplos en la historia de la humanidad y en nuestro entorno, en la sociedad actual, en nuestras familias.

Le conté a mi amiga que hace años encontré en mi escritorio un fajo de hojas que llevaba este encabezado: “El secreto más extraño del mundo”, de Earl Nightingale. Sin leer el texto lo guardé en una carpeta y hasta cuando tuve tiempo lo revisé con calma y me interesó su lectura.

El autor define el éxito como la realización progresiva de un ideal que vale la pena y advierte enseguida: si una persona está trabajando hacia una meta predeterminada y sabe hacia dónde va, esa persona tendrá éxito. Si no lo está haciendo, esa persona fallará.

Cita además a un distinguido psiquiatra, Ronald May, autor del libro “La búsqueda del hombre hacia sí mismo”, donde dice: “Lo opuesto del valor en nuestra sociedad no es la cobardía, sino la conformidad”, es decir, la gente que actúa como todos los demás sin saber por qué, sin saber hacia dónde van, comenta Nightingale.

En estos días nacen muchas ideas sobre qué hacer el año entrante, que vamos a dejar esto que no nos ha funcionado y abrazar otra cosa que sea mejor y nos beneficie. Como nadie nos conoce mejor que nosotros mismos, pues hay muchas posibilidades de hacer el intento, de clarificar nuestra meta o metas, pero eso sí, poner manos a la obra hasta lograrla.