A Marichuy le faltan 682 mil 487 firmas
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A Marichuy le faltan 682 mil 487 firmas

María Socorro Medina tiene una obligación moral que justifica su presencia, ni con su país ni con la historia, sino con sus hijos.


A Marichuy le faltan 682 mil 487 firmas | El Imparcial de Oaxaca

A Marichuy le faltan 682 mil 487 firmas. Para que esté en la boleta electoral del próximo 1 de julio, la vocera del Consejo Indígena de Gobierno, cada uno de los presentes la noche de ayer en el zócalo de la ciudad tendría que firmar cien veces o más, quizá mucho más. María de Jesús Patricio Melgar, sin embargo, parece no escuchar las sirenas de alarma del Instituto Nacional Electoral (INE), que cierra el periodo para recabar apoyos el próximo 19 de febrero. A quienes ya cumplieron la tarea les queda mucho mejor el adjetivo de expartidistas que el de independientes.

Juan Villoro lo explica de mejor manera. Las candidaturas independientes no son para ciudadanos, son, “en rigor, exigencias que solo pueden cumplir quienes ya disponen de logística”. Ser “independiente”, agrega, “es una oportunidad de repechaje: el plan B de los políticos profesionales”. Esos “políticos profesionales” son una exprimera dama, un gobernador expriista y un experredista al que le apodan el “jaguar” y al que sus protectores quisieron promocionar como el “Macron mexicano”.

Ayer, sin embargo, no se habló de políticos, de ninguno en específico, no hubo Meades ni anayas ni López, fue la noche que denominaron de los dolores urbanos, la noche en la que los grupos que no han encontrado representación ni defensa en la política partidista se unieron a la voz más fuerte, la de los pueblos indígenas. Estaban en el quiosco del zócalo las voces de las personas con discapacidades móviles, de los colectivos de la diversidad sexual y en contra de la violencia feminicida. Estaban, concentrados de espaldas al Palacio de Gobierno, de frente a la candidata que no busca votos, personas que acusan que cada seis años en el país se comete un fraude o una gran farsa.

Por qué estar ahí parados en una de las noches más frías de enero representando a comunidades indígenas que el gobierno ignora. Por qué estar en un mitin público cuando las cámaras de televisión y las grabadoras de la prensa son escasas. Para la representante del CIG de Santa María Ostula, Michoacán, María Socorro Medina, hay una obligación moral que justifica su presencia. No obligación con su país ni con la historia, sino con sus hijos que un día sabrán, quizá no por los libros de texto oficiales, quizá por el internet o por los relatos de su pueblo, que el 19 de julio de 2017 el Ejército mexicano atacó a un grupo de pobladores de la tierra de su madre que se oponían a la detención del líder de la policía comunitaria, Semeí Verdía, y como saldo de la agresión mataron a un niño de 12 años llamado Iriberto Reyes García.

“Nosotros tenemos que hacer lo que nosotros creemos que está bien para el futuro de nuestros niños, para las generaciones que vienen, si nosotros no lo hacemos ahorita ellos van a decir ‘qué hicieron mi papá, mi mamá, mi abuela, mi abuelito, por qué no vieron por el bienestar de nosotros si nosotros también tenemos vida’”, expresó la concejal.

El caminar del CIG se ha vuelto también un caminar para inaugurar la política en pueblos sin atractivo para el oligopolio partidista nacional. “Hemos recorrido con nuestra vocera Marichuy muchos pueblos que nos dicen que no los había visitado nadie y están contentos porque por primera vez escuchan sus voces, se escuchan los problemas, nosotros como pueblos indígenas tenemos que encontrar una solución, no vamos a esperar que los nuevos gobiernos nos den unas migajas”, añadió la concejal del CIG de Pátzcuaro, María Macario.

La clientela que encuentran en su travesía política también es extraña para los partidos tradicionales y difícilmente los tres principales precandidatos tienen ofertas para ellos: son presos políticos, desaparecidos, estudiantes desplazados de las escuelas normales, de las universidades, mujeres desaparecidas. “Los políticos no van a resolver nuestros problemas, para eso es esta propuesta del Consejo Indígena de Gobierno de organizarnos, que no nos dejemos gobernar por esos corruptos que solamente nos están trayendo proyectos de muerte”, agregó Macario.

Los lamentos no son nuevos

Marichuy, un nombre nuevo para la gran mayoría de los mexicanos, cuenta con una trayectoria viva en la lucha por los derechos de los pueblos indígenas. En el último intento que hizo el EZLN por negociar con el gobierno federal, en 2001, fue una de las mujeres que habló en el Congreso de la Unión para exigir respeto a los acuerdos de San Andrés. Para sorpresa de muchos, no es chiapaneca ni tzotzil o tzeltal, es náhuatl de Tuxpan, Jalisco.

Es docente de herbolaria en la Universidad de Guadalajara. Para ella los lamentos que escuchó ayer por la noche en la fría capital oaxaqueña o por la mañana en Huajuapan de León, o los que escuchará este martes en la Sierra Mixe o el jueves en el devastado Istmo no son nuevos, los ha conocido desde 1996, cuando fue electa concejera del CGI. Los ha reconocido nuevamente en su caminar que inició desde el 7 de octubre recogiendo firmas de apoyo con iPhones en suelos que ni son territorio Telcel ni tienen servicio de energía eléctrica.

“Todos los problemas que escuchamos y que nos han narrado aquí, y los que hemos visto al recorrer los diferentes estados, los pueblos indígenas que hemos visitado, que hemos escuchado los diferentes dolores, son problemas que se parecen hermanos, lo que nos narran aquí ya nos lo han dicho en otros lados”.

Para Marichuy los territorios indígenas guardan características que los hermanan, viven “problemas que no son nuevos, que no se ven, que no los pasan en los medios”. Son víctimas del discurso “de allá arriba”, donde “lo que dicen es que todo está bien, que no hay problemas, que está tranquilo, están los pueblos pero nada más sacan lo bonito”.

“Nosotros en este caminar hemos visto que no es cierto, que justamente los problemas que nos llevaron a tomar esta decisión de participar en el proceso electoral fue con este fin, de visualizar toda la problemática que hay abajo, que hay en los barrios, que hay en las ciudades y que hay en todos lugares, problemas que están pasando y que cuando hay esfuerzos organizativos lo que se consigue es la represión, la cárcel, desapariciones”.

Otros calificativos que hermanan a los pueblos que ha recorrido son “explotados” y “despojados”, para todos ellos, dice, hay una respuesta: “que el pueblo tome el poder en sus manos, que sea el pueblo el que mande y el gobierno el que obedezca y solamente lo vamos a lograr si nos organizamos y nos ponemos de acuerdo abajo”. Sí, a Marichuy le faltan 682 mil 487 firmas pero, de nuevo, cuando no se buscan votos, la vida, que es lucha, sigue después del 1 de julio.