Elección en México, la más importante para EU en 2018: The National Interest
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Elección en México, la más importante para EU en 2018: The National Interest

México es el tercer socio comercial más importante para Estados Unidos, el segundo importador más grande de bienes y servicios estadounidenses, y es el primer o segundo mercado de exportación para 29 estados, por ello, la elección de julio tendrá implicaciones de largo alcance para Estados Unidos.


Elección en México, la más importante para EU en 2018: The National Interest | El Imparcial de Oaxaca

El 1 de julio de 2018, los mexicanos acudirán a las urnas para elegir un nuevo Presidente 128 senadores federales, 500 diputados federales y nueve Gobernadores estatales, así como alcaldes y representantes legislativos locales.

En tanto, los estadounidenses comenzarán a pensar en la elección intermedia que se aproxima, pero el proceso electoral en México ocupará la mente de quienes hacen política pública en Washington y otras capitales estatales, que incluso puede convertirse en una importante coyuntura política para Estados Unidos.

México ha estado en los encabezados en Estados Unidos durante los últimos dos años, primero como un tema relevante en la campaña electoral de 2016 y después como insumo para la agenda migratoria de la Administración Trump, sin embargo, la mayor parte de los estadounidenses permanece sorprendentemente inconsciente de la importancia de la relación bilateral entre ambos países.

México es el tercer socio comercial más importante para Estados Unidos, el segundo importador más grande de bienes y servicios estadounidenses, y es el primer o segundo mercado de exportación para 29 estados, también es un elemento crucial en la plataforma manufacturera de Norteamérica que garantiza la competitividad de miles de firmas estadunidenses y está relacionado directamente con cinco millones de empleos estadounidenses.

Además, en años recientes, México se ha vuelto un socio crítico para proteger a Estados Unidos de amenazas terroristas.

Lo que es más sorprendente para muchas personas es la cambiante conexión migratoria entre México y Estados Unidos. Si bien México era la mayor fuente de migración ilegal en la primera década del siglo XXI, actualmente existe un índice negativo de migración neta. México se ha convertido en un socio confiable y crucial en el control de flujos migratorios de Centroamérica.

Por todas estas razones, la elección de julio tendrá implicaciones de largo alcance para Estados Unidos. El próximo gobierno en México determinará la extensión de la cooperación en curso con el gobierno norteamericno y si se mantendrá la naturaleza amigable de la relación bilateral. A pesar de que los asuntos bilaterales se han transformado durante los últimos treinta años de aversión a amistad y sociedad, la continuidad está lejos de ser garantizada. Si bien es cierto que la mayoría de los contendientes poseen un enfoque amigable hacia Washington, el actual líder de la carrera presidencial mantiene una complicada relación con Estados Unidos y es tal vez el más grande estridente nacionalista.

Aunque las encuestas muestran que los mexicanos están lejos de estar convencidos acerca de los beneficios de la política democrática en su vida, se encuentran motivados por diversos aspectos en este ciclo electoral. Crecimiento económico decepcionante, un aspecto que pareciera perenne, combinado con una situación de seguridad pública que empeora y un aumento del nivel de violencia debido al conflicto del narcotráfico en muchas partes del país, están empujando a los mexicanos a buscar nuevas ideas de política pública.

Trump y la negociación del TLCAN han elevado el perfil de la relación bilateral y el espectro anti estadounidense en una elección, por primera vez en décadas. Pero tal vez la corrupción es el tema más importante para los votantes esta vez. El actual gobierno del presidente Enrique Peña Nieto es inmensamente impopular y ha sido golpeado por diversos escándalos de corrupción, incluyendo una investigación en curso sobre el vínculo entre Odebrecht y la compañía nacional de petróleo, Pemex.

Estudios han identificado al combate a la corrupción como la prioridad de política pública de los mexicanos, aunque la mayoría tiene poca fe en que los políticos rompan con su dependencia de lo que ven como un sistema establecido de favores y recompensas.

Un candidato en particular ha tomado protagonismo en este tema. Andrés Manuel López Obrador, ha sido una de las figuras políticas más reconocidas en México por casi 18 años. Como líder del partido de izquierda PRD (Partido de la Revolución Democrática) fue electo alcalde de la Ciudad de México en el 2000, utilizó su plataforma como Jefe de Gobierno de una de las ciudades más grandes en el mundo para hacer proselitismo con un mensaje de cambio nacional, y estuvo cerca de ganar la presidencia en el 2006 -una elección que aún alega fue robada por fraude electoral.

López Obrador después procedió a proclamarse como el Presidente legítimo de México, bloqueando el centro de la Ciudad de México y cuestionando la credibilidad del Presidente Felipe Calderón. Los eventos masivos de AMLO en el centro de la ciudad, que frecuentemente atraían a cientos de miles de seguidores fanáticos, se convirtieron en un aspecto cotidiano de la vida política en el país.

Se lanzó de nuevo en 2012, y llegó en segundo lugar otra vez, pero ahora con un margen de distancia mucho mayor con respecto al ganador, Peña Nieto. En 2013, AMLO rompió con el PRD y creó un nuevo partido, Morena (Movimiento de Regeneración Nacional), que se desempeñó bien en las elecciones intermedias de 2015 y actualmente está construyendo su presencia nacional ante las elecciones de julio.

AMLO sigue siendo un enigma para muchos: es comúnmente retratado como un populista radical que trastornará el orden político y económico establecido en México. Sin embargo, su experiencia política previa, particularmente como jefe de Gobierno de la Ciudad de México, mostró que era un pragmático que realizó importantes mejores en la infraestructura y el sistema de seguridad social de la ciudad. De hecho, más que su radicalismo, puede ser su falta de profundidad en cuestiones políticas contemporáneas lo que representa la mayor amenaza para México.

Esto se vio claramente en una actuación deslucida en un evento del Wilson Center en Washington en otoño de 2017 y recientemente en una sugerencia muy criticada de que ofrecería amnistía a los jefes del crimen organizado si gana la presidencia. Los partidarios de AMLO, sin embargo, reconocen abiertamente que no es un hombre de política, sino un líder apasionado que habla por los débiles, vulnerables y desposeídos.

En un distante segundo lugar en las encuestas y representando al actual partido gobernante, PRI, está el ex secretario de Hacienda, José Antonio Meade.

Meade está entre los candidatos mejor calificados para contender por la Presidencia mexicana: además de su cargo como Secretario de Hacienda, ocupó cargos en el Gabinete como Secretario de Energía, Desarrollo Social y Asuntos Exteriores en dos gobiernos diferentes con diferentes posturas políticas y tiene un doctorado en Yale.

Meade es casi universalmente reconocido como un servidor público dedicado, un creador talentoso de política pública, un conversador encantador y un pensador sofisticado, y tiene el respaldo del PRI, que cambió sus reglas internas para permitir que alguien como él, que no es miembro del partido sea candidato. Como tal, tiene muchas de las cualidades que deberían hacerlo un candidato viable para la presidencia.

Pero Meade debe superar tres obstáculos principales que bloquean su camino a la presidencia. El primero es que está claramente asociado con el gobierno actual. En segundo lugar, como nunca se ha postulado para un cargo público, no ha dedicado tiempo en construir su propia marca, y sigue siendo en gran parte desconocido entre el electorado, a pesar de su impresionante expediente en dos gabinetes.

Esto significa que tiene la oportunidad de construir una imagen positiva con el electorado, pero debe comenzar a principios de 2018 a ganar impulso si quiere tener una oportunidad de alcanzar a AMLO.

El tercer contendiente serio para la presidencia es Ricardo Anaya Cortes, ex presidente del PAN de centroderecha, que ha optado por aliarse con el partido izquierdista PRD y Movimiento Ciudadano, un partido más pequeño que ha cambiado sus alianzas en los últimos años.

Anaya tendrá sólo 39 años cuando se lleve a cabo la elección, pero ya ha sido una figura importante en la política nacional por seis años. Es inteligente, es un pensador estratégico y proviene de Querétaro.

El PAN parecía estar bien posicionado para desafiar a AMLO en 2018 hasta que una disputa muy pública entre Anaya y Margarita Zavala, la esposa del ex presidente Felipe Calderón, resultó en que Zavala abandonara el PAN y tomara alrededor del 7% de los votantes con ella, perjudicando seriamente sus probabilidades y las de Anaya para la presidencia. Hasta ahora, Anaya ha sido incapaz de generar un amplio apoyo entre el electorado mexicano, pero el arranque de la temporada de campaña en marzo le ofrecerá (y a Meade) la oportunidad de enfrentar al favorito.

Además de los candidatos de partido, por primera vez en México los independientes podrán contender por la presidencia. Zavala es uno, también lo son el Gobernador de Nuevo León, Jaime “El Bronco” Rodríguez y Armando Ríos Piter, el ex Senador de Guerrero. Se encuentran entre muchos otros independientes de alto perfil interesados en la presidencia. Aunque ninguno de los candidatos independientes parece tener una seria oportunidad de ganar las elecciones, sus candidatos se llevarán votos de los partidos principales. Al final, pueden ser fundamentales para determinar el resultado.

Las campañas comienzan oficialmente en marzo, y es ampliamente predicho que las campañas serán intensas, conflictivas e implicarán grandes gastos por parte de los partidos. Aunque existen límites estrictos sobre la cantidad de dinero privado que puede entrar en la contienda, la experiencia previa muestra que las autoridades electorales tienen poca capacidad para restringir el gasto no autorizado de los partidos. El potencial de que entre dinero ilegal proveniente del crimen organizado a la campaña es una perspectiva desalentadora que muy pocos políticos desean discutir en público.

López Obrador tiene una gran ventaja al entrar al 2018 con un reconocimiento casi universal de su nombre, pero está cargado con altos números negativos además de sus altos positivos. Esto significa que tiene poco espacio para expandir su base, mientras que tanto Meade como Anaya, así como los independientes, tienen la oportunidad de potenciar su apoyo.

La experiencia anterior en las elecciones mexicanas ha demostrado que los candidatos y las campañas son muy importantes, y es probable que lo mismo ocurra este año. AMLO tiene más que perder, y se encuentra en una posición similar a la que tenía en 2006, cuando su ventaja en las encuestas se vio arrebatada y socavada por una campaña concertada por Calderón, quien lo consideró una amenaza para estabilidad y prosperidad de México. Deberíamos esperar escuchar más de lo mismo esta vez, pero está lejos de ser cierto que los votantes mexicanos estarán tan convencidos de esa amenaza.

Un último giro en la historia involucra a Estados Unidos y al presidente Trump. Desde que Trump asumió el cargo, la opinión pública mexicana de Estados Unidos se ha vuelto dramáticamente negativa. Esto significa que los candidatos se verán tentados de explotar el sentimiento antiestadounidense y anti Trump en la campaña, y aquellos que lo hagan de manera efectiva podrán obtener algunos puntos extra.

Si la Casa Blanca regresa a un mensaje vehemente anti México, anti TLCAN, anti migrante y pro muro fronterizo, entonces las posibilidades de que esto ocurra aumentan aún más. Al final, por supuesto, la elección probablemente estará determinada por factores internos; pero una serie de tweets hostiles del presidente Trump podría tener cierto impacto y llevar al poder a un populista de izquierda en un país que es crítico para la prosperidad y seguridad estadounidenses.


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