Campesinos pitayeros: los guardianes del oro rojo del desierto II
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Campesinos pitayeros: los guardianes del oro rojo del desierto II

El pueblo de lluvia convive y cuida sus cultivares como si fueran un ser mágico que escucha y sana


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(Segunda Parte)

EL PITAYO, UN INTEGRANTE MÁS DE LA FAMILIA

La señora Susana Arriaga Mora recuerda que hace 30 años sembró su primer huerto de pitayos, mientras que su esposo Jacobo Bonilla tuvo que emigrar en busca de trabajo. Durante ese tiempo trabajó para poder pagar el abono y los trabajadores que ayudaron a cuidar las cactáceas. “A mis 69 años es un poco difícil, pero gracias a Dios estamos vendiendo lo que él nos da. A veces muchos dicen que este año no se dio, pero lo que sea es mucho para nosotros”.

Susana cuenta que a su primer huerto le dedicaba dos horas en la mañana y dos en la tarde para limpiar todo el terreno y abonar, labor que realizaba sola, ya que no tenía dinero para pagar ayudantes. Posteriormente, comenzó a recortar los brazos de sus pitayos para duplicar su producción. Ahora no sólo vende pitayas, también prepara tepache con esta fruta que deja fermentar durante tres días.

“Al día corto unos tres canastos de pitayas, pero las clasificamos por buena y mala presentación, ya que las mejores se están exportando a Estados Unidos. El comprador nos está pagando a 50 pesos por el kilo de fruta. Le doy muchas gracias a mis cactus, los queremos como si fueran nuestra la familia; ellos sienten nuestro calor, nuestro amor y nosotros los sentimos a ellos. Cuando estoy enferma, le digo a mis huerto que me dé salud, cuando necesito dinero, le pido frutos”.

Susana dice que en Chichihualtepec existen diferentes especies de pitayas que han sido nombradas por el mismo pueblo, algunas son la dichi calvario, dichiremy y dichisusi, la cual lleva su nombre, ya que especialistas de la Universidad de Chapingo realizaron estudios en su huerto.

“Nunca he salido de mi pueblo, me gusta mucho trabajar, más ahora que mi esposo ya está conmigo. Soy dichosa que me digan que vaya al campo, con eso soy feliz. Ojalá nos pudieran ayudar para mejorar nuestra producción y que haya más gente interesada en nuestra rica fruta”.

LA PITAYA, MISTERIOSA Y MEDICINAL

Mientras quita las espinas de sus pitayas, don Toribio Pedro González dice que a tres años de realizarse la Feria de la Pitaya en San José Chichihualtepec, los campesinos están contentos porque ahora ven que la gente le está dando el valor que merece la fruta del desierto. “Las ferias nos convienen porque así ya no hay intermediarios y nos pagan mejor porque hay un trato directo con los compradores”.

A 15 años de ser productor, cuenta que la pitaya no es una fruta común, ya que al crecer en la tierra árida, hay muchos elementos que se involucran en la producción, como los temblores y los eclipses que provocan que se caiga la flor de los pitayos. “Esta fruta es mágica y medicinal, cuando comes una, hay muchas cualidades que se quedan en el cuerpo y en la mente”.

Toribio recuerda que antes los campesinos mixtecos tenían que viajar a la ciudad de Tehuacán para vender sus pitayas, pero ahora con la carretera ya entran los camiones que se llevan los cargamentos a la Ciudad de México y a Estados Unidos.

CLASIFICACIÓN

De las más de 33 diferentes especies de pitaya que hay en la Mixteca de Oaxaca y Puebla, Chichihualtepec cuenta con una rica variedad endémica que ha cautivado al mercado internacional.

Algunas de las pitayas más conocidas de San José son: la siseñu, de cáscara delgada, color rojo carmín, semidura, de sabor agridulce y muy jugosa. También está la pitaya amarilla, conocida también como pitaya de regalo, ya que es una de las más representativas con un sabor exquisito y un color anaranjado oro; de pulga delgada, de forma ovoide y cáscara gruesa que con el tiempo se va adelgazando, lo que le da una mayor vida de anaquel.

La pitaya ndo’yo se caracteriza por tener una cáscara semigruesa, su pulpa es de color rojo claro, textura suave, de sabor dulce y de forma alargada y ovalada. La pitaya insi’ia es una de las más especiales, de color verde con rayas rojas, es más agria que dulce, pero cuando va madurando su sabor mejora, su pulpa es color rojo carmín y extra suave.

La pitaya sinsidi, es una de las más ricas del pueblo, su nombre significa “espinura”, es de cáscara delgada, de pulpa color rojo carmín; su textura es blanda, de un sabor extra dulce, redonda y de agradable olor.

Otras pitayas que se dan en las diferentes comunidades productoras de la Mixteca Baja son: la agria, júpiter, de riego, enana, órganal, cántaro, vidriosa, espina amarilla, negra, princesa, cuyos nombres guardan relación con su forma, color, tamaño, tipo de planta, color de espinas y el lugar donde es cosechada.

 

Lee la primera parte:

Campesinos pitayeros: los guardianes del oro rojo del desierto

 


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