Tlapazola, pueblo olvidado
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Tlapazola, pueblo olvidado

Aunque la comunidad de San Marcos Tlapazola se encuentra habitada por personas de la tercera edad, mujeres y algunos jóvenes, ha sido borrada del mapa por las instancias gubernamentales, porque a pesar de su importancia cultural la ayuda llega a cuentagotas y la necesidad crece todos los días


Los pocos jóvenes que quedan en la comunidad enclavada en el Valle de Tlacolula, no estudian y mucho menos trabajan el barro rojo, actividad principal de un pueblo prácticamente de hombres y mujeres mayores.

Las calles de la población en la periferia siguen sin pavimento, sus casas en su mayoría no cuentan con drenaje y los artesanos sortean el día a día con los grupos de turistas que llegan a conocer la población.

Desde hace un año en que se dejó inconclusa la construcción de la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR), el trabajo para los varones y jóvenes se terminó, algunos se van a Tlacolula o a la ciudad a buscarlo, otros prefieren esperar.

Zeferino Cruz Cruz, Agente Municipal, lamenta el abandono en el que se encuentra Tlapazola, pues a pesar a que se ubica a unos 15 minutos de la cabecera municipal que es Tlacolula, los servicios son escasos y las oportunidades económicas aún más.

Cruz Cruz Admite que no hay trabajo en la población pues el campo ya no produce y los artesanos han manifestado la disminución en las ventas de los productos que se elaboran con barro rojo.

Pueblo de viejos

“Las necesidades son muchas en la comunidad, hay muchos adultos mayores y también jóvenes que ya no estudian y que no han encontrado trabajo, tal vez entran al nuevo programa del presidente (Andrés Manuel López Obrador)”, explica.

Comenta que desde hace unos años, 150 viejos (adultos mayores) reciben apoyo por parte del gobierno federal y ahora ya fueron censados para los beneficios en el nuevo gobierno de Obrador.
En Tlapazola ya no hay jóvenes, ellos salieron a la ciudad o se fueron al Norte (Estados Unidos), solo mandan su dinero para construir su casa, pero rara vez vienen al pueblo, ellos ya no regresan, dice con nostalgia el agente municipal.

Con poco más de mil pobladores, expone que se puede considerar una población flotante porque muchos solamente llegan a dormir, dado que sus actividades económicas son en Tlacolula y en la capital del estado.

La autoridad municipal confía en que Tlapazola algún día sea tomado en cuenta por el gobierno estatal o federal para llevar servicios y aplicar obras de desarrollo para sacarla del atraso.
“No todos saben las condiciones precarias que se viven en la comunidad y si queremos programas de gobierno, pero sobre todo obras de agua potable, drenaje, pavimentación y electrificación, porque son las que nos traen empleo”, sostiene.

Precaria economía

Doña Mary como es conocida en el mercado municipal, se niega a abandonar su puesto en un sitio que ha sido abandonado por sus comerciantes.

Desde hace dos años relata ha visto como se va la gente a Tlacolula a buscar vender sus productos porque en el pueblo muy pocos son los que compran.

Con ingresos diarios cercanos a los 60 pesos cuando hay venta, se muestra entusiasmada cuando visitantes acuden a su mesa a comprar o téjate o alguna fruta de la temporada.

“Aquí nada más nos quedamos los viejos, vea las calles no hay nadie ya, muchos se van a los Ángeles (California) o a Texas, porque hay trabajo y billetes verdes”, afirma con seguridad.
Originaria de Tlapazola, Tlacolula se ha convertido en sostén de su hogar, debido a las necesidades que padece y como una forma de apoyar al sustento.

“Si vienen turistas a la semana, pero ya son pocos, muchos solo se bajan al taller que los lleva el guía (de turismo) y se suben al carro, ya no recorren las calles, ni el templo y mucho menos vienen al mercado”, relata.

Y es que en el mercado municipal junto a ella solamente resiste otra persona que vende pollos rostizados, los otros 10 espacios se encuentran abandonados; “ya nos quedamos solos pero Dios aprieta pero no ahorca, aquí vendo mi téjate y sacamos para comer”, apunta.

Ratifica que el campo dejó de producir desde hace mucho tiempo y solamente los que siembran maíz lo hacen para auto consumo y para tener forraje para sus animales, porque la tierra es muy árida.

La marginación

De acuerdo a los estudios de medición de la pobreza, Tlapazola, presenta altos índices de marginación y pobreza.
Aunado a que el 61 por ciento de su población es analfabeta, el 2.85 por ciento carece de energía eléctrica en sus viviendas, otro 4.98 por ciento no cuenta con excusado en su hogar y el 20.28 por ciento de los pisos de las casas son de tierra.

Templo abandonado por el INAH tras el sismo

Algo que tiene molestos a los feligreses de la comunidad es el abandono por parte del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de los trabajos para la reparación del templo católico.

El templo elaborado con piedra de la región resultó con afectaciones en sus cúpulas tras el sismo ocurrido en 2017, el daño en su estructura fue severo pero no ha sido atendido por el personal del INAH.

Los fieles han solicitado la intervención de las autoridades estatales y eclesiales de la Arquidiócesis de Antequera, pero hasta el momento nadie los ha escuchado y sus suplicas se han quedado en lamento.

En la placa de la fachada del templo se destaca haber sido construido para el pueblo gracias a la cooperación de los migrantes, fue bendecido e inaugurado por el Arzobispo de Oaxaca, Bartolomé Carrasco Briseño.

Otra obra realizada gracias a las divisas, enviadas por los hombres y mujeres que se han ido a laborar a los Estados Unidos, es el Palacio Municipal que fue inaugurado en 1965 por el entonces gobernador Rodolfo Brena Torres.

Promoción Turística en el olvido

A escasos dos kilómetros de la comunidad, un abandonado módulo de información turística resiste el embate de las condiciones climáticas y la ausencia de mantenimiento y operación de las autoridades.

Como relatan los habitantes y artesanos, hace años que nadie de Turismo lo ocupa y mucho menos promociona las artesanías elaboradas con barro rojo, distintivo de la comunidad de Tlapazola.

Artesanías, respiro del pueblo

Ángela Martínez Aragón, artesana de barro rojo en San Marcos Tlapazola, Tlacolula lleva poco más de 3 décadas trabajando el barro, pues desde los 8 años ha sabido lo que es ganarse el sustento.

Guiada por los saberes de su madre y apoyada por su hermana, ha logrado elaborar piezas únicas, por color y forma que la ha llevado a ganar premios de artesanía y a que su trabajo sea reconocido en países como España.

De cabello transado, mandil a cuadros y con un grueso listón entrelazado en el cabello, la mujer ha desarrollado su propia técnica para elaborar cada una de las piezas que va almacenando en un cuarto de su casa, que le sirve como bodega y sala de exhibición.

Sin torno y horno para el cocimiento de sus obras, ha improvisado con material reciclado y de la propia región, los aditamentos para moldear las figuras de barro y que al final se les da el color rojo con tierra especial que se baja del cerro en la espalda.

Como lo relata la artesana, acceder a esa zona es difícil y solo se logra a pie, por lo cual es tan preciado el barro rojo con el cual ha creado un sinfín de piezas, admiradas en la capital del estado y en el extranjero.

Integrada a la Unión de Mujeres Artesanas de San Marcos Tlapazola confía en que las autoridades estatales y federales algún día las volteen a ver, pero ya no como votos sino como personas que requieren de apoyo para salir adelante.

Conocedora del acontecer local y nacional, se muestra cautelosa para dar un voto de confianza al nuevo gobierno federal, pues desde su punto de vista, no solo basta una buena intensión sino tiene que haber resultados.

Diestra con las manos, en minutos da forma a otra más de las 200 tazas que le fueron encargadas para una fiesta y de las cuales ya ha elaborado 6, “en unos días ya los tengo, mientras no me quieten el tiempo”, dice con franca sonrisa.

Pero a la elaboración de las artesanías en barro rojo, Ángela le suma los quehaceres del hogar, pues temprano debe elaborar tortillas a mano, el almuerzo para su familia y la limpieza, para ya por el medio día comenzar con lo que le apasiona.

“Aquí pasa uno un buen rato, platico con mis parientes y con la gente que viene a comprar a la casa, en un ratito cuando uno se da cuenta ya es tarde, pero antes de que se meta el sol, ya debimos a poner las piezas a secar para después ponerle color”, apunta.

El horno rudimentario que utiliza se basa en plantas de maguey, gruesos trozos de leña y restos de otras vasijas, en unas horas sus creaciones están listas para pasar a la etapa de ponerles color y detallarlas.

Junto a otras decenas de mujeres, la familia Martínez Aragón resiste el fenómeno de la migración y sobre todo mantienen viva una de las riquezas del pueblo; la elaboración de artesanías en barro rojo.

Tazas, floreros, platos, vasijas, ceniceros, vasos y otras creaciones se encuentran listas para la venta, sus precios varían dependiendo de la forma y tamaño, pues los hay de 80 pesos hasta 900 o mil pesos.

 


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