Bienes culturales: reconstruir por respeto 2
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Los Municipios

Bienes culturales: reconstruir por respeto 2

El pasado 22 de enero, escribí en este mismo espacio sobre la urgente intervención oficial en la reconstrucción del patrimonio cultural de Oaxaca, después de los terremotos. Luego, recibí numerosos mensajes expresando propuestas, entusiasmo, experiencias


  • Bienes culturales: reconstruir por respeto 2
  • Bienes culturales: reconstruir por respeto 2
  • Bienes culturales: reconstruir por respeto 2
  • Bienes culturales: reconstruir por respeto 2
  • Bienes culturales: reconstruir por respeto 2

En la calle, en apariencia, reina la quietud y el desinterés. Leo mensajes reiterando que nuestra gente es apática y que, si algo negativo padecemos, es la ausencia de participación ciudadana y verdadero interés comunitario. Para colmo, me comentan sobre la irremediable ola de negatividad que anega los corazones de nuestro tiempo donde, como en el Cambalache de Santos y Gardel, “vivimos revolcaos/ en un merengue/ y en un mismo lodo/ todos manoseaos”.

Es decir, en apariencia, la indiferencia, el silencio y el odio avanzan imbatibles entre nosotros.

Sin embargo, después de compartirte el 22 de enero la primera parte de esta inquietud sobre la urgente necesidad de reconstruir el patrimonio cultural en Oaxaca, y en el país entero, recibí en cambio numerosos mensajes ofreciendo ayuda, conocimientos, propuestas, compartiendo todos, el mismo llamado, el mismo grito.

Un mensaje en particular resumía el tono general: “Pues sólo diga cómo y aportamos información, tiempo, etc.”.

Entonces comprobé la verdadera necesidad diseminada en los hogares, las familias, los ciudadanos: no es apatía, es la ausencia de propósitos, causas, sinceridad, liderazgos, la que ha propiciado el alejamiento de la vida pública, el retraerse a la esfera individual, el aparente silencio permisivo, aunque sabemos que en el fondo es un silencio rencoroso, reprimido y severo.

Por esas ausencias y a veces por sus contrarios, el abuso y el engaño, andamos descreídos, construyendo una realidad hostil, y pensamos imposible acometer cualquier transformación e inclusive alguna esperanza.

Desconfiados, nos conformamos porque el mundo no escucha, el gobierno no atiende, el barrio no apoya.

Pero al final estamos dispuestos a ser solidarios —como en esos mensajes que agradezco—, a colaborar si la causa es verdadera y escucha lo que hay en el fondo de nuestras preocupaciones humanas. La inmediata movilización después de los mismos terremotos es una prueba fehaciente de la existencia de una especie de buen ciudadano oculto en nuestro interior, esperando sólo el detonante, auténtico y honesto, para expresarse sin reserva.

325 monumentos históricos y arqueológicos dañados

También, después de aquella publicación, me reuní con Joel Omar Vásquez Herrera, delegado del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y Jazmín Aquino, gestora cultural.

De allí, el resumen actualizado de daños: 325 monumentos en total (305 monumentos históricos en 7 regiones, 12 zonas arqueológicas y 8 museos y centros culturales).

Lo relevante, sin embargo, sigue siendo el proceso de la atención de las consecuencias trágicas de los terremotos del 7 y del 19 de septiembre, así como de una réplica del día 23, misma que no ha sido muy atendida por los comentaristas públicos, pero que dificultó en cierta medida los trabajos de censo y apuntalamiento avanzados por esas fechas.

Después de un primer censo, se procedió a identificar los monumentos cuya atención resultaba urgente, pues la idea fue y sigue siendo, impedir su destrucción irremediable, dado su significado cultural y en algunos casos su alto valor histórico y arquitectónico. En este sentido, se identificaron 45, principalmente en el Istmo y en los Valles Centrales, que con recursos de emergencia fueron intervenidos.

El proceso, luego de esa etapa, ha sido elaborar e ingresar los expedientes de restauración de todos los inmuebles.
Como se informó desde los días posteriores a los sismos, el INAH tiene contratada una póliza de seguros, por lo cual estos expedientes han debido ser revisados y conciliados con los expertos de las compañías respectivas para finalmente autorizar su cobertura.

A la fecha, aproximadamente 90 por ciento de dichos expedientes ya fueron inspeccionados en campo y 50 por ciento ya están conciliados a detalle con las aseguradoras.

Entre éstos últimos, las primeras 8 acciones de obra entregadas el pasado 31 de enero: 6 monumentos históricos, una de bienes muebles y la zona arqueológica de Yagul.

En general, la restauración de bienes con daños menores durará hasta octubre próximo, cuando entonces inicien con los que presentan daños de evaluación media y, en 2020, una tercera etapa para bienes con daños mayores, siendo éstos últimos desde ahora objeto de estudios y proyecciones con expertos y especialistas de universidades de Barcelona, Génova, entre otras.

Lo que parece pues a simple vista una labor de obra estándar, en el caso del patrimonio cultural toma otros matices.

De hecho, éste desconocimiento ha llegado a ser una de las causas por las cuales numerosos monumentos se vieron afectados con los terremotos: asumiendo que éstas construcciones pueden ser tratadas como cualesquiera otra, en distintas épocas se efectuaron por parte de autoridades municipales, estatales, eclesiásticas o comunitarias, acciones de mantenimiento o restauración mal hechas, sin considerar la opinión de especialistas y efectuadas con materiales indebidos.

Por ejemplo, utilizaron concreto en campanarios, lo cual por el peso y las características del material, no corresponde a la arquitectura del monumento, facilitando así su derrumbe ante un sismo de considerable magnitud.
En el extremo opuesto, la falta de mantenimiento de algunos otros monumentos también se considera una causa de alta destrucción registrada.

Es decir, ya sea por ausencia de mantenimiento y prevención, o bien, por restaurar sin autorizaciones especializadas, el grave número de 325 se alcanzó —aunque se proyecta pueda llegar a 400, una vez que ciertas construcciones finalmente hagan evidentes afectaciones ocultas.

Sensibilización, conciencia, implicación.

Ahora bien, el respeto a la ciudadanía es esencial. Se impone construir con las comunidades y barrios, en concilio con vecinos, autoridades locales y liderazgos naturales. La restauración de monumentos no puede hacerse desde afuera, con pinzas, para ser retiradas artificialmente una vez concluida la obra.

La actual debe reconocerse como una buena oportunidad para dotar de un significado renovado a estas construcciones: un significado producto de la colaboración comunitaria, el asumir la gesta de reconstruir en unión tanto la vida social como los monumentos relevantes, la implicación de jóvenes, niñas, niños, mujeres, en la tarea.

Sólo así los monumentos dejan (rán) de ser registros de la memoria y se convertirán en motivaciones para el presente, en recordatorios permanentes de la historia común y los valores humanos.

Sólo así, en las calles, reinará un espíritu participativo, abierto, colaborativo. La gente necesita sentir que su ciudad le pertenece, incluidos sus monumentos, sus calles, las decisiones, las reconstrucciones, sus piedras, su aire.

El patrimonio cultural no es cosa del pasado. Y lo será menos si nos pertenece.
@JPVmx