El Pedregal, o ¿cómo regenerar la tierra sin una gota de la Conagua?
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El Pedregal, o ¿cómo regenerar la tierra sin una gota de la Conagua?

El Pedregal es un parque de diversiones para amantes del cuidado de la naturaleza, que cada año recibe mil 750 visitantes y demuestra cómo el hombre puede vivir de la tierra sin alterar el ecosistema


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¿Cómo sembrar mil 750 árboles frutales al año, incrementar la producción de maíz de 380 a 3 mil 500 kilos por hectárea y regenerar una cuenca del municipio de San Andrés Huayapan, sin una sola gota de la Conagua?

La respuesta es El Pedregal, el proyecto de permacultura que desde 2005 ha convertido en un oasis productivo una zona semiárida.

El agua, que le valió a este lugar ser reconocido con el Premio a la Conservación de la Naturaleza 2009, llega hasta del techo, las ideas son tan simples que cualquiera puede llevarlas a cabo en su casa y tan efectivas que todo el mundo debiera hacerlo.

Desde el baño, la cocina, la cabaña que rentan a huéspedes, los surcos en donde siembran el maíz, la tierra que destina a los viveros de tomate o al crecimiento de decenas de plantas ornamentales y comestibles, de árboles nativos y esenciales como la planta de cacao, que crece en cada casa de Huayapan y es utilizada para preparar tejate, en todos los lugares, la idea es la misma: demostrar que se puede trabajar hombre-naturaleza sin alterar el ecosistema.

Ese ecosistema era diametralmente distinto hace 15 años, cuando el señor Pedro Santiago Cruz, propietario del predio donde se construyó El Pedregal, prestó atención al reto de Juan José Consejo, director del Instituto de la Naturaleza y Sociedad Oaxaqueña (INSO), que vio la posibilidad de crear un modelo ecológico a través de la captación de agua.

Álvaro Santiago López, ingeniero forestal encargado de cuidar y supervisar este proyecto, cuenta cómo en 2005 en Huayapan la idea causó cuando menos burlas. De 100 comuneros, 80 le habrían dicho a don Pedro que sembrar un árbol de guayaba en esta tierra era tirar tiempo, dinero y esperanzas. En este lugar no se daba nada, “absolutamente nada”. Hoy esos árboles crecen por doquier en esta tierra.

Huayapan, uno de los lugares con mayor disponibilidad de agua de la región conurbada a la capital, empezó a quedarse sin agua en 2005, “no porque no hubiera, sino porque estaba mal distribuida, porque ensuciamos el agua de más, cagamos el agua”, asegura Álvaro.

Sí, cagamos el agua, prosigue. Del total del agua potable disponible para uso humano, 60% se destina al drenaje.

Si Dios preguntara cuál debe ser un modelo para crear la naturaleza Álvaro sabría cómo responder. El diseño de este proyecto natural es 80% creación del biólogo Francisco Roldán Vera, pero él lo conoce, lo cuida diariamente, sabe cómo funciona y cómo mantenerlo.

El primer indicador de la baja disponibilidad de agua encontrado fue un pozo pequeño que en temporada de sequía proporcionaba dos litros de agua diarios y hoy da entre 180 y 200.
El plan de reversión de la escasez comenzó con la construcción de laderas de infiltración, una técnica que consiste en construir en las cuestas escalones que hacen que la precipitación pluvial se mantenga en la tierra por más tiempo y se logre una mayor infiltración. Con esta técnica hay 4 mil metros lineales de tierra tratada, en la que en promedio hay humedad a los 20 centímetros, una cantidad suficiente para hacer florecer y multiplicarse el maíz que se siembra en ellas.

La secuencia del diseño de esta porción de la naturaleza asombra por su lógica. ¿Qué es lo primero que se debe plantar para conseguir que haya una cantidad de alimento suficiente durante años? Plantas melíferas o apícolas, aquellas que interesan a las abejas, ¿por qué? “Porque el 75% de los productos que llegan a la mesa provienen de plantas que deben ser polinizadas por las abejas”, responde Álvaro. Las plantas seleccionadas debían cumplir con dos características más: dar algún producto, como el guaje o el copal, y servir como fijadoras o regeneradoras de suelo como la vergonzosa, huizache, cazahuate, palo dulce, jarilla y otras. En una segunda etapa se colocaron árboles frutales, de guayaba, mango, níspero y de cítricos. Hoy hay más de mil 750 árboles en crecimiento en esta zona.

Para la productividad del proyecto se han agregado muchas otras tareas, entre las principales la creación de lombricomposta y las técnicas ahorradoras de agua en las viviendas. A través de un sistema recolector colocado sobre el techo del espacio principal se llena una cisterna que a su vez es ocupada para el riego. La estimación es que con esta técnica se capten 27 mil 565 litros al año en un techo de 30 metros cuadrados.

Otro elemento esencial del proyecto son las micropresas, cuyos escurrimientos benefician a comunidades que se hallan a un kilómetro de distancia, cuyos pobladores obtienen agua durante todo el año para la siembra de alfalfa y milpa.

Hasta para ir al baño, con escusados en seco, o a la cocina, con estufas ahorradoras de leña, El Pedregal demuestra cómo se ahorra el agua y se cuida la naturaleza. En el fondo, lo que está sobre el escenario es la visión de dos formas de ver el mundo: el agua y su escasez como megaproyectos o el agua como elemento inagotable bajo un cuidado y uso responsable.

“El gobierno no le apuesta a reforestar”, expresa Álvaro, “le apuesta a los megaproyectos, a la presa Palo Ancho, a traer agua por 100 kilómetros a la ciudad de Oaxaca y así elimina el problema de la escasez de agua; mentira, si nosotros no cuidamos nuestros mantos freáticos, nuestros veneros, nuestros bosques, el agua se va a acabar.

“Como centro de permacultura en El Pedregal tenemos detectadas 32 microcuencas, desde San Agustín Etla hasta Santa Catalina, si el gobierno le pone un millón y medio de pesos a cada una, tenemos asegurada agua para cien años, para las futuras generaciones, no es que la chamba la haga el INSO, no, la puede hacer cualquiera, siempre respetando la naturaleza”.