En San Blas Atempa, ya no saben qué hacer
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En San Blas Atempa, ya no saben qué hacer

De acuerdo a las entrevistas que se llevaron a cabo de manera separada a pobladores del lugar, explican que por las circunstancias que están pasando, no pueden reactivar su economía con la venta de productos que ofrecen


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La crisis lleva números en San Blas Atempa: 383 casas habitables parcialmente dañadas, 383 no habitables y 134 en pérdida total. El censo que levantó el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos se ha movido como la tierra. El conteo se realizó tras el sismo del 7 de septiembre y desde entonces han pasado dos más. Las casas habitables parcialmente dañadas se han convertido en no habitables, y las no habitables pasaron a pérdida total, al menos así lo explica el síndico municipal.
Mientras se resuelve el nuevo censo, las casas se encuentran marcadas. Llevan señas externas que son promesas e incertidumbre, que dicen que el gobierno ya ha pasado, que sabe de los daños, que ha incluido las casas en el registro de daños por el sismo. Son números que dicen “te ayudaremos”, son habitantes que desconocen cuándo.

001107. La iglesia de San Pedro Shiwii. El templo está cerrado a las oraciones y el atrio se ha llenado de creyentes. La cúpula de la iglesia está resquebrajada y el muro trasero se encuentra desprendido. El jardín es utilizado como albergue que resulta insuficiente para la población que por las noches requiere resguardo en las colonias aledañas.

Las calles de San Blas Atempa se han convertido en dormitorio comunitario en donde nadie duerme. La naturaleza no deja de jugar con los pobladores de esta ciudad istmeña. Los temblores los hacen salir de sus casas, las lluvias los hacen volver a ellas. O buscar refugio bajo una lona, que se ha convertido en el bien más preciado. La gente las pide más que los víveres, también necesita colchonetas.

“Lo que necesitamos es algo para que no nos mojamos, toda la noche pasamos sentadas, ninguna persona se acostó, descansó, sentaditos dormimos, faltan colchonetas o casitas de campaña, lona o toldo, la autoridad no nos está dando nada”, cuenta la señora Irma Ramos, de 48 años, quien desde el 8 de septiembre pernocta en el atrio de esta iglesia.
El círculo interminable de las acusaciones

Los pobladores acusan al edil, él señala al Ejército y el Ejército “solo recibe órdenes”. Vecinos del munícipe desaprueban su trabajo de gobierno durante la contingencia. Más que autoridad, acusan, se ha vuelto un hombre de clan, está protegiendo a los suyos, a su familia, a sus cercanos. El mediodía de ayer, Augusto Acevedo, el primer concejal, trabajaba bajo una estructura que cinco hombres techaban con láminas. La obra ha generado el reclamo de sus vecinos, que le han pedido ayuda o que incluso han recibido una lona por parte del ayuntamiento, pero que ven insuficiente el apoyo.

“Nuestra lona no soportó el agua, el agua en la madrugada fue enorme, el pasó por aquí, nos vio que estábamos batallando para alejar el agua y no nos ayuda”, acusa una de las vecinas del edil.

“Todavía se le hizo fácil tomarnos fotos, en Sam’s pidió apoyo, pidió lonas, mostró las fotos y nada más su familia se quedó las lonas”, agrega otro vecino. “Se lo quedaron su familia y los de su partido”, añade otra vecina. Los testimonios se repiten en cada grupo de familia al que se le pregunta. Las lonas más resistentes las consiguieron de familiares que se las enviaron de la ciudad de Oaxaca o la compraron en Tehuantepec, el municipio contiguo.

El reclamo crece porque los vecinos del edil han tenido que rentar las lonas con las que cubren a su familia. 200 o 300 pesos diarios, que se vuelven impagables porque los hombres, campesinos, y las mujeres, panaderas o vendedoras de totopos, no tienen mercado.

“Qué voy a vender, si nadie compra”, expresa molesta una anciana que limpia las casas de campaña que “una señora” le prestó. “Estamos tomando solo café, hoy compramos bolsas de Maseca y eso vamos a preparar, tortillas con mucha sal”.

La comida, poca pero que no falte
“Ahorita nadie está trabajando”, asegura doña Angélica, de aproximadamente 50 años, de oficio panadera. Aunque intentó reactivar su labor, el horno del pan representa un doble riesgo, el humo que desprende podría terminar por desquebrajar el techo o descomponerse por el agua que entra cada noche a la casa.

El Ejército trajo a Atempa despensas hace dos semanas. Cada poblador preguntado dijo haber recibido una, que solo mostraron lo efímero del apoyo. Una bolsita cada familia, una bolsita para la familia que componen sus padres, adultos mayores, una bolsita para ella y sus tres hijos, que también son una familia.

“Yo no tengo ni marido, ella tampoco tiene marido, entonces a dónde vamos a ir, no tenemos sueldo, ni seguro ni nada, seguro para morir, seguro la muerte, pero seguro de vida no tenemos. Aquí vamos a tronar pollitos, no hay de otra, ora sí llegó el día, porque puro huevo, no hay carne”, expresa con desesperación doña Angélica.

También reclamos a militares

“Cómo quieren caminar nuestras calles si ni si quiera saben sus nombres”, pregunta el síndico municipal Noel Hernández Rito, quien reprocha que pese a que el ayuntamiento solicitó colaborar con el Ejército, los mandos castrenses respondieron solamente: “tenemos órdenes de trabajar solos”.

“A veces se para en un lugar la brigada del Ejército y le reparte a los mismos, nosotros queríamos coordinarnos con ellos pero se negaron, como ellos lo vean, el DIF también trajo dos volteos de víveres para los lugares según ellos afectados, pero aquí no hay secciones ni colonias, es en todos lados”, explica el edil Acevedo Osorio.


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