Istmo, tres conflictos, tres versiones del olvido
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Istmo, tres conflictos, tres versiones del olvido

Pobreza, conflictos sociales y políticos… promesas incumplidas, la región de Tehuantepec se ha quedado varada entre el potencial productivo de sus recursos naturales y gobiernos incapaces de capitalizarlo en beneficio de la mayoría.


Istmo, tres conflictos, tres versiones del olvido | El Imparcial de Oaxaca

Las tortillas y frijoles, producto de la cosecha local han sido el único alimento que por años han servido en la mesa de la mayoría de los que habitan la localidad de Chivixhuyo, al norte del Istmo de Tehuantepec. En dicha localidad, los programas sociales del gobierno federal están lejos de ser una realidad.

César Luis Hernández, vecino del pueblo de menos mil habitantes, asegura que ni “la dizque Cruzada contra el Hambre“, -programa que el gobierno federal implementó para apoyar a las comunidades más marginadas de México-, aterrizó a la comunidad.

Chivixhuyo se asienta en una zona serrana al norte del Istmo, cerca y lejos de la “civilización”, a decir de los propios habitantes, como César Luis, que hay días en los que debe caminar varios kilómetros en el cerro para salir del poblado hacia la carretera Transístmica y dirigirse a Matías Romero, municipio más cercano para adquirir víveres.

“Pero solo cuando hay dinero nos damos el lujo de comprar cosas”, expresa, al agradecer las buenas cosechas en los terrenos de cultivo, donde por igual se siembran maíz, frijol y tomate, por mencionar algunos de los alimentos básicos que sirven para alimentar a la comunidad.

“Aquí se come lo que se cosecha, somos un pueblo de campesinos”, dice Élida Martínez, integrante de la cocina comunitaria de Chivixhuyo. Junto a ella, otras madres de familia trabajan en la cocina comunitaria, que en los últimos tres años ha tenido el apoyo del Sistema DIF Municipal de Asunción Ixtaltepec.

“Han sido los únicos que nos han apoyado, el gobierno federal nos tiene en el olvido”, afirma la mujer, que soporta la inmensa humareda en un cuarto de 2 x 2 metros para preparar el desayuno”.

En los últimos dos años, algunos programas sociales como Prospera y las Unidades Móviles del Gobierno del Estado han aterrizado en el pueblo, pero ha sido gracias a las gestiones del ayuntamiento de Ixtaltepec, no así al apoyo directo del gobierno federal.

Solo esperan que el campo sea bondadoso siempre, porque ya nada esperan del gobierno federal, mientras ven cómo otras comunidades prosperan.

Santa María del Mar “no existe”
Que el gobierno federal prometa empleo para los centroamericanos “es irrisorio” para muchos, y lo es aún más desde la perspectiva del pescador Sotero Cantero Reyes, sobre todo si se toma en cuenta que su comunidad, una pequeña isla de mil 500 habitantes, no tiene luz, agua potable y sus derechos más fundamentales han sido pisoteados en los últimos 10 años.

Es habitante de Santa María del Mar perteneciente a Juchitán, donde un conflicto agrario los mantiene aislados. Sin acceso por tierra y sorteando las inclemencias del tiempo, salen y entran en su comunidad a través de lanchas en la Laguna Superior del Golfo de Tehuantepec que los comunica con el poblado de San Dionisio del Mar, su única alternativa.

Escuelas comúnmente cerradas, casas derrumbadas luego del sismo y como única vía de comunicación, el mar, así viven desde el 19 de octubre del 2009, cuando se revivió el conflicto por la disputa de mil 361 hectáreas de tierras con su pueblo vecino de San Mateo del Mar.

“Dentro de todas las circunstancias que vivimos, es triste soportar las ingratitudes de los programas sociales que nunca llegan al pueblo. Aquí vivimos ignorados por el gobierno, no sabemos qué leyes aplican los de allá arriba, pero parece que no existimos”, asiente Sotero Cantero, conocido en el pueblo como El Licenciado, aunque no cuenta con tal título profesional, pero que desde que el conflicto agrario se agravó, ha tocado puertas en el gobierno y gestionado apoyos para sus paisanos.

San Mateo del Mar bloqueó el único acceso por tierra con que contaba Santa María del Mar, pueblo ubicado en una pequeña isla entre el Océano Pacífico y la Laguna Superior. En lanchas y en condiciones de riesgo viajan por igual, niños, bebés en brazos de sus madres, mujeres embarazadas y ancianos.

Hace tres años, San Mateo del Mar le cortó la luz a Santa María del Mar, derivado del mismo conflicto.

Los “mateyanos” como identifican los de Santa María a los de San Mateo, derribaron postes de luz y cables que suministran la energía eléctrica a la comunidad. Tampoco permiten el paso del personal de la Comisión Federal de Electricidad. Ni la Policía Estatal ni el Ejército pueden cruzar la línea que divide ambas comunidades.

Santa María del Mar es un pueblo de pescadores y ante la escasez de productos de la canasta básica sobreviven de los productos del mar. Sin embargo, las condiciones de vida empeoraron tras el sismo de 8.2 grados.

“Tal pareciera que el producto, el pescado y el camarón huyeron por el sismo, no hay producto”, aseguran.

El 20 de marzo del 2015 el Tribunal Unitario Agrario, tras varias décadas de conflicto, falló a favor de Santa María del Mar.

Dicha resolución fue ratificada por un tribunal federal en el 2017. Ahora los habitantes exigen les sean restituidas las mil 361 hectáreas a Santa María del Mar, que están en posesión de San Mateo del Mar y se les dé todas las garantías para que vuelvan a ocupar el camino terrestre para entrar y salir de su comunidad.

Vientos de esperanza
La comunidad de La Ventosa, agencia de Juchitán, donde hay alrededor de 6 mil habitantes, está en pleno desarrollo, pero no es gracias a las obras sociales del municipio, sino más bien por los ‘vientos de esperanza’ que soplan en la población.

Las calles de La Ventosa no son las mismas de hace 10 años. Sin duda, mucho ha cambiado en el pueblo. Pero aún así, todavía se respiran vientos de ilusión, de que las cosas pueden mejorar y que de hecho, deberían estar mejor.

En La Ventosa, donde confluyen las carreteras federales Transístmica y Panamericana que comunican con la capital del estado, así como con Veracruz y Chiapas, las  casas de dos plantas se mezclan con viviendas más humildes y todos coinciden que  el pueblo debería de estar más desarrollado, por su ubicación y ser la agencia más importante de Juchitán, segundo municipio de mayor población en el estado.

Pero están en el olvido gubernamental. Al menos, es el sentimiento de Rafael Valdivieso Rasgado, habitante de la localidad.
Quien fuera el presidente del Módulo 6 del Sistema de Riego Local, y arrendador de tierras de uno de los parques eólicos que operan en la población, Valdivieso, con frustración y coraje afirma: “Nada le debemos al municipio, Juchitán no nos ha dado nada, no hay obras de impacto”.

Y fue más allá, “el 80 por ciento de las obras que se han ejecutado en La Ventosa en las últimas tres administraciones municipales (12 años) han sido con recursos privados de las empresas eólicas”.

Es el sentimiento generalizado, La Ventosa debería tener ya un parque, un centro recreativo, oficinas de gobierno de la agencia municipal en óptimas condiciones. Pero no, nada de eso hay en la población.

Y sí, los datos de Rafael Valdivieso coinciden con la realidad. Desde el 2009 que el parque eólico Parques Ecológicos de México de la empresa española Iberdrola comenzó a operar en La Ventosa, comenzaron a ejecutarse algunas obras sociales.

Se pavimentaron calles, se construyó el centro cultural Bacuzagui (Luciérnaga), un campo de futbol 7 con pasto sintético y recientemente una escuela primaria y la ampliación de drenaje sanitario.

En La Ventosa operan tres parques eólicos: El Retiro, de la empresa Grupo México; Parques Ecológicos de México y Dos Arbolitos, estas dos últimas de la compañía Iberdrola.

Tan solo el Grupo México aporta unos 300 mil pesos anuales en obras y acciones sociales para la comunidad. Invierte para que grupos de mujeres se capaciten en el bordado de trajes regionales y a aprendan repostería, que en mucho podría ayudarles en su economía familiar.

Por su parte, la empresa Iberdrola aporta unos 3 millones de pesos en obras sociales cada año.

“Pero no hemos alcanzado el desarrollo que deberíamos tener, estamos avanzando, todo va lento, a paso de tortuga“, expresa Valdivieso Rasgado.

Rafael Valdivieso no culpa por completo al gobierno, “el problema incluso está en nosotros“, dice al referirse a la alarmante división que existe entre los ciudadanos, propiciado principalmente por problemas políticos.

“No hay unidad en el pueblo, no nos juntamos para hacer algo de bien, si alguien propone algo, siempre hay gente que cuestiona, que señala, que detiene todo. Deberíamos exigir entre todos al municipio de Juchitán que cumpla con La Ventosa, porque no ha aportado casi nada, pero sí justifican (las autoridades en turno) dentro de sus informes, los gastos de las obras, como si ellos las hubieran hecho“, lamentó.

Los presidentes municipales de Juchitán desde el 2007 han recibido jugosas ganancias millonarias por el pago de impuestos de las empresas eólicas por concepto de cambio de uso de suelo, gracias a la inversión eólica en La Ventosa, pero la riqueza de los alcaldes contrasta con la ‘pobreza’ de un pueblo abandonado.

Un hospital comunitario, espacios de esparcimiento, campos deportivos y hasta un centro comercial son algunos de los sueños de los habitantes, que aún mantienen la esperanza de un día alcanzar el desarrollo, o al menos acercarse un poco a la imagen del pueblo que el gobernador Alejandro Murat Hinojosa trae en su mente, “que en La Ventosa se vive tres veces mejor que cualquier pueblo de Oaxaca”.