Vida y muerte; Domingo de Ramos en Juchitán
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Vida y muerte; Domingo de Ramos en Juchitán

Como parte de esta tradición, los zapotecas visitan el panteón municipal, llamado también “Domingo de Ramos”, donde se encuentran las tumbas de sus familiares


Vida y muerte; Domingo de Ramos en Juchitán | El Imparcial de Oaxaca
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Igual que se llora, se canta, se recuerda y se convive con los seres queridos ya fallecidos, en la celebración del Domingo de Ramos en Juchitán, fecha que, para la comunidad católica se recuerda la entrada de Jesús de Nazaret a Jerusalén, pero para los zapotecas, se convierte en un encuentro entre vivos y muertos.

Como parte de esta tradición ancestral, los zapotecas visitan en el panteón municipal, llamado también “Domingo de Ramos”, las tumbas de sus familiares fallecidos.

Aún dolidos por la desgracia que dejó el sismo de 8.2 grados en septiembre pasado, los juchitecos mantienen viva su fe. Los zapotecas recuerdan a sus fieles difuntos, conservando así un singular sincretismo religioso.

Días y horas previas a la celebración, los habitantes acuden al panteón para mantenerlo limpio y preparado para la vista. Las tumbas son adornadas con flores, veladoras y fotografías del difunto. La familia se reúne en torno a la tumba para estar más cerca de los ya fallecidos.

“Vengo a visitar a mi hijo, mi mamá y mi hermana que están aquí enterrados, les traemos flores. Me siento alegre, contenta porque creo ver, revivir estando con mi hijo, ese es mi sentir”, expresa Silvia Raquel Gómez López, juchiteca que cumplió su “compromiso” de acudir al panteón en este día tan especial.

Junto a la tumba, los familiares y amigos platican las anécdotas del difunto, mientras degustan de bebidas, dulces y platillos típicos.

Doña Lugarda Charis Luna, es hija del general Heliodoro Charis Castro, un ilustre juchiteco que participó en la Revolución Mexicana y fomentó la educación en Juchitán. Doña Lugarda visitó este Domingo de Ramos la tumba de su padre.

Ella misma realiza la limpieza, acomoda las flores, prende una veladora y se sienta junto a la tumba de Heliodoro Charis Castro y de su otra hermana ya fallecida. Ahí, doña Lugarda recibe la visita de mucha gente que acude a ver la tumba del general.

“Aquí estamos conviviendo quizás espiritualmente con ellos, porque ellos ya están con Dios pero de todos modos es un recuerdo muy grato que todos los juchitecos y todos los istmeños tenemos para nuestros difuntos”, dice, y recuerda: “desde niña siempre vengo, desde que mis abuelos me traían, después mi padre”.

En el panteón, los zapotecas igual cantan y lloran al recordar a su ser querido. La misma alcaldesa de Juchitán, Gloria Sánchez López, cargaba sus flores y se abría paso entre la multitud para visitar la tumba de sus padres.

“El domingo de ramos es de mucha fe, nuestras costumbres y tradiciones todo esto es lo que precisamente nos identifica como juchitecos, como indígena zapoteca, hoy todo Juchitán podemos decir está volcado en este panteón visitando a nuestros seres más queridos que hoy ya no están con nosotros, hoy yo vine a ver a mis padres, a mi familia, aquí estamos con nuestra gente porque es parte de nuestra vida”, dice con melancolía, al tiempo que pide disculpas al brotarle unas lágrimas.

Con guitarra en mano, don Nicolás recorre las tumbas y deleita a los presentes. A algunos hace reír, a otros llorar.

Así, el panteón municipal es abarrotado por miles de personas para convivir con sus muertos hasta altas horas de la noche.

La etnia zapoteca, es la única del país que inicia la Semana Santa conviviendo con sus muertos con la misma fe que otros pueblos de México lo hacen en la temporada de Todos Santos.