Aleja el divorcio de tu matrimonio con estos diez consejos
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Aleja el divorcio de tu matrimonio con estos diez consejos

El matrimonio es como el vino, si no se cuida, con los años se vuelve vinagre.


Aleja el divorcio de tu matrimonio con estos diez consejos | El Imparcial de Oaxaca

¿Cómo alejar las sombras del divorcio de tu relación? El matrimonio es como el vino, si no se cuida, con los años se vuelve vinagre. Por eso, ¡haz lo que esté en tu mano para evitarlo! Las siguientes recomendaciones de Orfa Astorga de Lira, orientadora familiar y máster en matrimonio y familia de la Universidad de Navarra, te ayudarán en este importante propósito.

1. Vivir a plenitud el compromiso. En el amor no se elige realmente si uno no se compromete con ese alguien elegido. Haber elegido al cónyuge es una gran manifestación de nuestra libertad, porque renunciando a todo lo que no sea ese alguien amado, nos enriquecemos en un: “yo, para ti, contigo” en la salud o en la enfermedad, en la riqueza o la adversidad. Lo contrario sería el mayor de los absurdos, pues nadie renuncia a todo por nada.

2. Jamás admitir la indiferencia. Esforzarse por “estar ahí” participando el uno con el otro, lo mismo en preguntarse por sus respectivas ocupaciones del cada día, que cuidar juntos los niños, o hacer la cena. Esforzarse por escuchar, sin hacer como que se escucha, por trivial que sea el comentario: desde la ganga que se encontró en el supermercado, hasta el último chiste que se sabe y soltar la carcajada. No dejar solo al otro en lo que le ocupa y preocupa, desde los asuntos más delicados, hasta los más pequeños detalles. Solo si se atiende al otro se le puede comprender en lo que piensa, siente, sus alegrías y preocupaciones, lo que lo anima y lo que lo desanima. Saber ponerse en su lugar y ser uno su principal motivo.

3. No aceptar una dependencia enfermiza. Cuidar siempre el mutuo espacio para tomar decisiones, defendiendo razonablemente los propios criterios, discutiendo cara a cara si es necesario lo que por amor es de mutuo interés. Cuidar ambos su individualidad en esa nueva forma de ser que nace de la unión entre dos, pues es así como lo cónyuges se necesitan. Antes que coartar la autonomía del otro, es preferible dejarlo correr el riesgo de equivocarse.

4. No manipular. Tener una comunicación espontánea y sincera que refleje siempre la intimidad del pensamiento. No decir esto para que se entienda lo otro, no hacer cálculos recurriendo a la excusa o el pretexto. Manipular es instrumentalizar y no respetar la condición de persona en el cónyuge. Se manipula con las palabras, argumentos, tonos de voz, expresiones corporales; se manipula con toda la humanidad cuando precisamente es a través de esta que podemos amar. La sinceridad es el fuerte tejido del amor, y a la vez su delicado perfume.

5. Respetar la libertad. No olvidar nunca que el cónyuge es un ser libre aunque libremente se haya convertido en un don para mí; que es por su libertad que gozo de su amor. Sus decisiones, gustos, aficiones, talentos son la riqueza de un ser único e irrepetible, que brotan de su intimidad para compartir conmigo haciéndome mejor.

6. Confiar. No reservarse algo que el otro debe saber. Buscar siempre un diálogo abierto desde lo más ordinario, hasta el más profundo sentimiento. Ser conscientes de que lo que no se comunica deviene luego en un secreto, en una barrera que luego lleva a la discrepancia que incomunica, separa, aísla. Toda diferencia se resuelve y une más con el motivo del amor, sin la desconfianza de por medio.

7. No admitir los celos. No comparar los logros del uno con los del otro. No exponer al cónyuge comparándolo con terceros, ni dudar de la fidelidad de su amor cayendo en suspicacias injustas. No aceptar vivir bajo el temor, bajo el peso de una amenaza, estando seguro de su cariño.

8. Moldear el carácter. No justificar la intemperancia ante las contrariedades, dando lugar a los malos comportamientos, tanto en la casa como en lugares públicos; exhibiendo tonos destemplados, gesticulaciones, ademanes que avergüenzan y humillan profundamente, creando inseguridad en el otro y atentando contra la dignidad de su amor.

9. Rechazar el temor. El cónyuge que, por temor al conflicto en la relación, empieza concediendo, termina por ceder permitiendo que el otro crezca en el error. Se debe tener confianza para decir que se está cansado y no se desea salir al cine, hablar sobre la impertinencia de uno de los dos, sobre la falta de paciencia, el desinterés, el error cometido, etc., etc. No aceptar esa falsa prudencia que da solo la apariencia de que el matrimonio está bien ajustado, mientras se incuban resentimientos.

10. Cuidar nuestra conciencia. En el matrimonio nadie puede faltarse el respeto a sí mismo sin faltar también al respeto del cónyuge y viceversa. Se debe luchar contra las faltas morales que anidan en la persona, rompiendo su integridad y desdoblando su personalidad con la mentira.

El amor entre esposos madura cuando se comprende la personalidad del otro; cuando se pone en su piel para aceptarle plenamente y amarlo desde sí mismo. Solo así, el don del amor es un verdadero don.


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