Estilo Joven: El grito de Dolores
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Columna

Estilo Joven: El grito de Dolores

Lo que dijo exactamente Hidalgo la histórica madrugada del 16 de septiembre de 1810, sólo lo conocemos por aproximación.


Estilo Joven: El grito de Dolores | El Imparcial de Oaxaca

Al llamar al pueblo a levantarse en armas contra el gobierno español, Miguel Hidalgo, sin saberlo, dio origen a lo que el paso de los años transformaría en el mítico acto fundacional de la patria mexicana independiente. La peculiar imaginación de los mexicanos le agregó después la capacidad de tornar el peor trance nacional en un llamado a la unidad para recordar que es posible sobreponerse a cualquier adversidad y festejar por ello de antemano.

Lo que dijo exactamente Hidalgo la histórica madrugada del 16 de septiembre de 1810, sólo lo conocemos por aproximación. Según Carlos Herrejón, esto se debió a que, apenas transcurridos unos días, se le fueron añadiendo arengas y versiones con palabras e ideas nuevas, las cuales agrandaron y, a un tiempo, deformaron el llamado original. Por otro lado, el mismo autor apunta que el cura de Dolores hizo al menos tres llamados o arengas, dirigidos a diversas personas y en lugares distintos, al rayar el alba del mismo día.

El primer testimonio fidedigno que hay se debe a Juan Aldama, manifestado el 20 de mayo de 1811. Recordó que los reunidos en casa del cura, una vez que éste tomó la decisión de emprender el levantamiento, fueron a la cárcel, donde obligó al alcaide a liberar a los presos, los cuales se armaron con leños y piedras, e hicieron prisioneros a los primeros españoles cerca de las 6 de la mañana del 16 de septiembre. Hacia las 8 de la mañana, ya se habían reunido más de 600 hombres a pie y a caballo y el cura que los exhortaba a que se uniesen con él y le ayudasen a defender el reino, porque querían entregarlo a los franceses; que ya se había acabado la opresión; que ya no había más tributos; que los que se alistasen con caballos y armas les pagaría a peso diario, y los de a pie, a cuatro reales.

La anterior es la que el historiador considera la versión más fidedigna del grito de Dolores. Los ¡vivas!, que no aparecen aquí, seguramente fueron añadidos por la muchedumbre excitada. Lucas Alamán señala que el pueblo se agolpaba para seguir al caudillo, y simplificaba su llamado gritando simplemente: ¡Viva la Virgen de Guadalupe y mueran los gachupines!

De cualquier modo, aunque no se apegue a la arenga original, el grito de Dolores cobró nuevas dimensiones con el paso de los años, las generaciones y los episodios históricos nacionales. Arturo Priego señala que su importancia radica, además, en que es la única conmemoración civil que logra sintetizar en un solo momento aspectos de la identidad nacional de carácter eminentemente popular, gracias a que combina diversos elementos históricos, como el llamado del cura Hidalgo para levantarse contra el régimen opresor; asimila el proceso por el que la nación llegó a independizarse y promete defenderla en el porvenir, a la vez que conmemora el llamado al festejo en todas las formas imaginables: desfiles cívicos y militares, carros alegóricos, representaciones teatrales, recitales poéticos, tertulias y banquetes, en suma, la algarabía popular. También es un llamado de las autoridades constituidas hacia la población general, en el que se reitera, en forma simbólica, la identidad de miras, la posibilidad de superar tiempos difíciles y, señaladamente, la unidad nacional.

Esta es una revisión concisa de lo que ha sido la ceremonia del grito de Dolores a lo largo de los años.

En 1812, Ignacio López Rayón, presidente de la Suprema Junta Nacional Americana, en compañía de Andrés Quintana Roo y otros, celebró al amanecer del 16 de septiembre en Huichapan (actual Estado de Hidalgo), con descarga de artillería, vuelta general de esquilas (pequeñas campanas para convocar a los actos comunes en los conventos y otras casas), y un concierto al mediodía.

Morelos, quien seguramente conmemoró el acto en más de una ocasión sin dejar testimonio, en el último punto de los Sentimientos de la Nación (14 de septiembre de 1813) pidió:
“Que igualmente se solemnice el día 16 de septiembre todos los años, como el día aniversario en que se levantó la voz de la independencia y nuestra santa libertad comenzó, pues en ese día fue en el que se desplegaron los labios de la Nación para reclamar sus derechos con espada en mano para ser oída; recordando siempre el mérito del grande héroe, el señor Dn. Miguel Hidalgo y su compañero Dn. Ignacio Allende.”
Por ahora no se cuenta con más noticias de otras celebraciones del grito de Dolores antes de consumada la independencia.

Al concluir la emancipación nacional, lo que el emperador Iturbide celebró no fue la arenga de Hidalgo, sino el desenlace de la Independencia, el 27 de septiembre de 1821, lo cual se realizó por imperial decreto, el 27 de octubre. Al concluir el primer Imperio Mexicano, el Congreso decretó que el 16 de septiembre se celebraría el inicio de la independencia nacional. No volvería a desaparecer este aniversario del calendario cívico nacional.

Guadalupe Victoria conmemoró la fiesta septembrina al año siguiente con misa celebrada en la Catedral, donde reposaban los restos de los caudillos desde 1823, en compañía de los miembros de los otros poderes.
A mediados de los años treinta del siglo XIX, comenzó la costumbre de celebrar con cohetes que aportaban los particulares, quienes sumaron al estruendo disparos de escopetas, pistolas y fusiles.
A dos años del triunfo de la revolución de Ayutla, el presidente sustituto Ignacio Comonfort celebró el inicio de la independencia con programas patrióticos en teatros y verbenas populares, con cañonazos y repiques de campanas, además de una misa y un banquete en plena calzada de la Piedad, porque era imposible invitar a todos al Palacio Nacional. De este modo convivió con el pueblo y repartió ramos de flores y onzas de oro.

Con el triunfo liberal, en 1861, el presidente Benito Juárez celebró las fiestas nacionales el 15 de septiembre en el Teatro de Oriente, donde se escucharon discursos, poesías y piezas de canto. A las 11 de la noche, varias personas salieron a las calles con banderas y a lanzar cohetes. Al día siguiente, se llevó a cabo un baile conmemorativo.
Maximiliano de Habsburgo conmemoró el inicio de la emancipación nacional en Dolores, Hidalgo, en 1864, en un intento por ganarse la simpatía del pueblo, siendo el primer mandatario en volver al lugar de origen de la lucha por la libertad.

A la caída del segundo imperio, el presidente Juárez festejó la arenga del cura de Dolores en el Teatro Principal, donde se leyó el Acta de Independencia formulada por el Congreso de Chilpancingo el 6 de noviembre de 1813.

En 1896, el general Díaz ordenó el traslado de la campana de Dolores a Palacio Nacional, para lo cual fue colocada en un carro alegórico especial. Al finalizar la colocación, se dio libertad a varias palomas y las tropas le rindieron homenaje con un desfile por las calles de la ciudad.

En 1912, Francisco I. Madero conmemoró el grito de Hidalgo en medio de un gran entusiasmo popular, con un pequeño desfile de carros alegóricos y un concierto ofrecido por las bandas de la policía y el ejército. A las 11 de la noche, como ya era costumbre, el presidente, enarbolando la bandera, ovacionó a los héroes de la patria, en medio de los repiques de las campanas de la Catedral. Al mismo tiempo, en los teatros de la ciudad, los artistas, secundados por el público, entonaron el Himno Nacional.

Venustiano Carranza dio principio a las conmemoraciones posrevolucionarias en septiembre de 1917. Debido a la mala situación económica del país, fueron los particulares quienes adornaron sus domicilios con motivos patrióticos.

En 1921, durante el gobierno de Álvaro Obregón, se celebró con un desfile de antorchas organizado, una vez más, por los estudiantes de la capital, que se disfrazaron con trajes típicos y desfilaron hacia el Zócalo, mientras se festejaba en todos los teatros del Distrito Federal.

El presidente Plutarco Elías Calles celebró el inicio de la independencia con verbenas populares, fuegos artificiales, carpas de circo y bandas militares.

La primera vez que se transmitió por radio el himno y la ceremonia del grito, fue en 1933, en el periodo del presidente Pascual Ortiz Rubio.

En 1940, Lázaro Cárdenas fue el primer presidente posrevolucionario en volver a celebrar el grito en Dolores, para llamar a la unidad ante la amenaza extranjera que significó la expropiación del petróleo.
En 1960, el presidente Adolfo López Mateos ordenó la elaboración de 31 réplicas de la campana de Dolores, para que resonaran cada 15 de septiembre en cada uno de los estados de la república.

Desde finales de la segunda década del siglo XX, se tiene registro de las palabras pronunciadas en la arenga presidencial, las cuales han consistido, por lo general, en exclamaciones alusivas al evento y en la mención de nombres de caudillos, más o menos en estos términos: Mexicanos: ¡Vivan los héroes! ¡Viva la Independencia! ¡Viva México!

En 1975, el presidente Echeverría agregó no sólo a Juárez, sino a los países del Tercer Mundo. Ulteriores gobernantes han añadido, en ocasiones, vivas a la soberanía, la autodeterminación, las libertades nacionales, etcétera. La primera mujer de la gesta insurgente en ser aclamada fue Josefa Ortiz de Domínguez, por el presidente López Portillo, en la efeméride patriótica de 1980.


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