¿A quién le pertenece el español?
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Columna

¿A quién le pertenece el español?

El presidente español Mariano Rajoy anunció que impulsará que 2019 sea reconocido como “año del español” haciendo de la lengua una “Marca España”


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¿A quién le pertenece el español? ¿Quién es el dueño de esta lengua? ¿A quién le pertenecen las palabras? ¿Se pueden comprar y vender? ¿Tienen un precio? ¿Cuál es la más cara y cuál la más barata? ¿Cuánto pagarías por la palabra curro y cuánto por la palabra chido? ¿Cuánto por un españolismo y cuánto por un mexicanismo? ¿Es más dueño de la lengua España que México o Colombia? Al parecer el gobierno ibérico piensa que sí y una de sus más recientes propuestas han generado indignación y asombro. El presidente derechista Mariano Rajoy anunció el pasado 24 de enero que un propósito de su gobierno es hacer del español “una lengua global” y para ello impulsará que 2019 sea reconocido como “año del español” haciendo de la lengua una “Marca España”.

El presidente plantea que el “español” sea reconocido como un producto originario de su país, es decir, como algo que surgió en su tierra, que es distintivo de ella y que les perteneces tanto como el tequila a México, el mezcal a Oaxaca y el vodka a los rusos. Rajoy muestra una confusión clara, que el español hace tanta referencia a España como los productos “chinos” a China.

El español es algo inidentificable en cuanto a sus limitaciones geográficas. Numéricamente es el segundo idioma con más hablantes en el planeta, con 329 millones de personas, más que el inglés, con 328 millones, y el árabe, con 221. El chino es la lengua que más hablantes tiene, con 1.2 billones. ¿Qué lugar ocupa España entre los países hablantes? El tercero. México y Colombia tienen más que “la madre patria” que pretende marcar su herencia como propia y de nadie más.

Algunos dirían que el inventor de esta lengua es Miguel de Cervantes y si bien el gigante que creó al Quijote está ineludible en la génesis lingüística, no se puede pensar en este idioma sin recurrir a otros escritores que marcaron su nombre en la piel del idioma, desde Sor Juana Inés de la Cruz hasta García Márquez, Paz, Onetti, Guillermo Cabrera Infante o José Lezama Lima. Todos estos escritores, todas sus obras, como decía Carlos Fuentes, “tienen un mismo origen: el territorio de La Mancha en el que nace nuestra novela”. Nacieron en La Mancha, pero después fueron a Macondo, a Comala o a la región más transparente.

Eso es solo hablar de la literatura, dejando un lado el “que chafa chamba te chutas”, los huaraches, lo guango, el tacuche, los versos de Chava Flores: “—¿Y usted quién es?

—Yo soy hermano del amigo de un señor que no vino a la fiesta”.

“Se casó Tacho con Tencha la del ocho, del uno hasta el 28 pusieron un fiestón. Engalanaron la vecindad entera. Pachita, la portera, cobró su comisión”.

Esos versos no son españoles, son del español pero no del de España, entonces ¿se los sacamos?

España quiere posicionarse globalmente sin darse cuenta que el mundo va a una velocidad mucho más rápida que la suya y que a la hora en la que quiere neoliberalizar la lengua ya ha perdido guerras simbólicas. Para acceder a la página web de la Marca España tenemos que teclear http://www.marcaespana.es/ sin la ñ, sin el distintivo de la lengua, sin el ícono alfabético que lo hace único. Facebook, Google y Amazon no hablan en ñ.

Sobre la lengua es preciso tener presente lo que advierte el escritor argentino Alberto Manguel: “Tenemos la ilusión de que la lengua es un instrumento que utilizamos como queremos pero en realidad pensamos lo que la lengua nos permite pensar, tenemos las ideas que la lengua nos permite expresar”. El purismo léxico, asegura el poeta español Antonio Caballero, “remite por lo común al estancamiento de las ideas, un purista es un racista en versión lexicológica”. Una propuesta como la española es el equivalente a la cerrazón de las fronteras, es el equivalente a querer expulsar a los migrantes, a querer limitar el flujo a algo que es más grande que un gobierno mismo. El gobierno tendría dos opciones. Una, decir “el español es solo mío” y quedar en ridículo escuchando las risas de los otros 21 países que también lo hablan y lo construyen o, dos, decir “el español de España es solo mío”, y quedar entonces marginado de todo aquello que se ha construido a su alrededor sobre algo que se originó en su tierra pero que ya no posee, quedar marginado de los macondos, de los Fuentes, de aquello que el náhuatl y el zapoteco le han añadido y que no es “Marca España”.