Sanctorum: la generación indígena en el narcotráfico
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Sanctorum: la generación indígena en el narcotráfico

En su segunda película, Joshua Gil se adentra en las montañas de Oaxaca para recrear una encrucijada a la que han llegado mujeres e infantes


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Con una película inspirada en una generación de mujeres y niños enrolados en los eslabones del narcotráfico, el realizador Joshua Gil (Puebla, México, 1976) muestra se adentra en las montañas de Oaxaca, en donde una madre y su hijo se encuentran en la encrucijada de un país que no les ha dado opciones.

En Sanctorum (Santuario), el director aborda una “generación de indígenas mexicanos” involucrados en la siembra de estupefacientes publicado, y cuyo interés por recrear surgió tras la publicación de un reportaje sobre el tema en The New York Times.

Presentada en el cierre de la Semana de la Crítica del Festival Internacional de Cine de Venecia, la película es para Joshua Gil una propuesta necesaria para mirar el contexto apocalíptico en un país sin opciones, ni de parte del gobierno ni de la sociedad. Uno en el que el campesinado mexicano está “sobreviviendo de la siembra de flor de amapola y de mariguana”, y en donde mujeres y niños son los principales afectados, pues “los hombres ya se fueron a las fuerzas del narco o ya emigraron”.

Para desarrollar este filme de poco más de 80 minutos, el director de La maldad cuenta que hubo “un trabajo de investigación” con quienes se dedican a la siembra de amapola y mariguana y en los lugares donde se desarrolla la actividad. Solo así podría comprender cómo funciona la economía con ellos, cuáles son las reglas del juego y cómo plantear la historia. “Esto nos llevó a acercarnos a varios pueblos de Guerrero, Michoacán y Oaxaca”.

Desde Puerto Escondido, donde inauguró la quinta edición del Festival del Puerto, Joshua relata el proceso para lograr el filme grabado mayormente en idioma mixe, y que no estuvo exento de dificultades.

“Nosotros no tenemos intensiones de meternos con los intereses económicos de los cárteles, pero sí nos interesamos en la cuestión de los campesinos y la mejor opción para lograr ese acercamiento fue Oaxaca”, explica el realizador. Para decidirse por esta entidad, Joshua se aproximó a comunidades de Guerrero, Morelia y Michoacán, que reconoce como estados “realmente invadidos por las fuerzas del narcotráfico”.

La labor por la sierra mixe (en la región Sierra Norte de Oaxaca) implicó ir a “comunidades que tenían conocimiento de esas temáticas” y trabajar con los habitantes “la posibilidad de filmar y llevar a pantalla una historia inspirada en la fuerza del campesino”.

Pero, principalmente pensada en que “necesitamos y queremos un mejor mundo para todos, un mundo en donde no estemos expulsando a nuestros niños y mujeres a los campos de mariguana a tener que trabajar para las fuerzas del narcotráfico”. Esas fuerzas antagónicas que en México “son cada vez más poderosas y cada vez están más cercanas a nosotros”.

A diferencia de la apología del crimen y de la violencia que percibe en series como Narcos, Joshua dice que aunque se trata de una película de ficción, se trató de generar una especie de “documental en el sentido más emocional”, en el que se diera “una versión bella de una solución” al problema del narcotráfico.

Y si bien reconoce que el campo mexicano lleva mucho tiempo inmerso en el narcotráfico y que una película no lo va a cambiar, Joshua prefiere pensar en una solución conjunta de sociedad, gobierno, campesinos y otros sectores.

El narcotráfico “es un problema de fondo muy particular. Lo que podemos hacer es generar un debate a través de una película que no se queda callada, que políticamente pensamos es incorrecta, que así tenía que ser desde un principio y que trata de poner sobre la agenda del país un problema de antaño”.

LA LENGUA MIXE EN UN GUION COLABORATIVO

En la película presentada en octubre en el 17º Festival Internacional de Cine de Morelia, Joshua se apoyó en el talento de Nereida Vásquez y Virgen Vásquez, así como de Erwin Pérez, con quienes se trabajó una película hablada en lengua ayuuk (mixe). “Cuando empecé a platicar con ellos me di cuenta que tenían ese potencial para estar frente a la cámara y narrar una historia”, ahonda el realizador que para conseguir filmar en las montañas de Oaxaca tuvo que contar con la aprobación y permisos de “personas de cierta importancia en Tlahuitoltepec”. Además de adentrarlo en el funcionamiento de la lengua mixe y con ello plantearse la posibilidad de filmarla en mixe.

“No trabajamos con un traductor, sino que los propios actores, que ya eran grandes amigos míos y confiaban en mí, me daban la oportunidad de que juntos escribíamos (los diálogos) y trabajábamos el guion, por así decirlo”.

Luego de su estreno en Oaxaca, el estado donde se grabó la mayor parte de sus escenas, la película seguirá su ruta por los festivales en el extranjero (así como el encuentro de cine Zapatista, en Chiapas, México). El director confía en que en 2020 tenga su estreno en salas de cine comerciales.

Posterior a su estreno estatal en Puerto Escondido, se proyecta en este mes en el Festival de Cine de Tulum. A Santa María Tlahuitoltepec, donde se grabaron varias de sus escenas, la película llega el 14 de diciembre, con una función especial en el centro de la comunidad.