Sigue cabalgando el “Rebelde del Acordeón”
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Sigue cabalgando el “Rebelde del Acordeón”

Barrio Bravo ha vendido 250 mil copias y es la piedra angular del fenómeno de la cumbia regiomontana


Sigue cabalgando el “Rebelde del Acordeón” | El Imparcial de Oaxaca
Foto: Internet

Existen en Monterrey dos historias de éxito para el vallenato. Una, la del empresario Luis Manuel López Carrera, promotor reconocido en Colombia por su difusión de la música tradicional de Valledupar, y la otra, la de Celso Piña, el “Rebelde del Acordeón”, que ha tardado más en conquistar la tierra de García Márquez y Shakira.

Hoy, en la metrópoli regia el vallenato pasó de ser un gesto folclórico de “colombianillos” a una subcultura que integra a miles de regios al ritmo de las leyendas colombianas más importantes que llenan habitualmente “La Fe”, la “discoteca más grande de Latinoamérica”, ubicada en Monterrey y que tiene una capacidad para 20 mil personas.

López Carrera tenía una pregunta, ¿de dónde surgió el vallenato? De Valledupar, Colombia, ¿y dónde queda Valledupar? Para descubrirlo vendió su automóvil, dejó a su familia –no se sabe si temporalmente–, y emprendió la travesía: Ciudad de México, Nicaragua, Honduras, Panamá, Medellín y Bogotá. Llegó al Festival de la Leyenda Vallenata –que desde 1968 reconoce lo más destacado de esta música–, y quiso hacer de su aventura algo significativo.

Su presencia se repitió al año siguiente, en 1997, cuando sorprendió a los más arraigados gustosos del vallenato tradicional, era “el mexicano que se sabe todas las canciones”.

Como recompensa mientras cantaba Voz de acordeones, se le acercó una persona: “esa canción que estás cantando la compuso mi hermano, ven, te lo presento”, y conoció entonces a Tomás Darío Gutiérrez Hinojosa, abogado especializado en Derecho Penal que escribió el libro Cultura Vallenata: Origen, Teoría y Pruebas y es uno de los compositores más importantes en Colombia.

Desde ahí surgió una larga trayectoria de consolidación de esta música en Monterrey que incluye formación académica, bailes y una industria boyante.

La historia de Celso Piña es diferente. Si a López Carrera se le reconoce como “el gran gestor de nuestros aires autóctonos en ese país (México)”, según reza un comunicado del Comité Organizador del Festival de la Leyenda Vallenata, para el “Cacique del Cerro de la Campana” hay un trato diferente. Los resultados que arrojaba la búsqueda en la página del Festival al escribir el nombre del “Rebelde del Acordeón” eran iguales a cero en la primera década de este siglo.

A ESTE LADO DEL RÍO

Colombia ha tardado en acoger la música de Celso Piña por considerarla alejada de lo tradicional, lo cual es entendible –tocar vallenato con rock y hip hop altera tanto a los colombianos como alteraría a un sinfín de mexicanos oír arreglos de ska y grunge para música de José Alfredo Jiménez–; sin embargo, de este lado del río la situación es diferente. Ésta es la tierra del “Cacique”.

Barrio Bravo, con el estandarte Cumbia sobre el río, se dio a conocer en 2001 y nadie sabía cómo reaccionar. Sí, el rock alternativo es diverso, pero había un gordito tocando el acordeón sobre un sinfín de sampleos de voces hablando de una música que no se tocaba en vivo y que alguien la iba a tocar. Y la tocó. Y ya está. Blanquito Man y Pato Machete hicieron una canción inconfundible y celebraron así el 20 aniversario de Piña inaugurando una nueva etapa en la mezcla musical y también de las culturas.

Hasta ahora ese primer disco en la etapa de popularidad ha vendido 250 mil copias y es aún, a pesar de la diversidad musical, de los incontables duetos y de más de 15 discos sucesivos entre recopilaciones e inéditos, la piedra angular del fenómeno de la cumbia regiomontana. “Mi propuesta no tiene nada que ver con el vallenato tradicional de allá (Colombia). Éste es un vallenato hecho en México”, diría ya en algún momento el “Rebelde”.

Celso Piña es el triunfo de la fusión de ritmos que une a quienes les gusta la banda y el rock, quienes van por oír cumbia o por el dueto con Julieta Venegas, quienes quieren verlo tocar con el Gran Silencio o con Guadalupe Esparza. Si el “Rebelde del Acordeón” toca en el Texas Stadium, Los Invasores de Nuevo León, El Recodo y Los Tucanes de Tijuana tenían que esperar y escuchar que un nombre sea el que fuera exigido en el escenario: ¡Celso!, ¡Celso!

En el Teatro del Pueblo de Aguascalientes, durante la Feria de San Marcos 2003 el único acto masivo que llenó el recinto fue el del intérprete de Aunque no sea conmigo. La Plaza de Toros México, también en un festival grupero, sostuvo un impacto similar. Celso triunfa siempre, toca más tarde que los demás y la gente baila más.

No obstante, para Celso Piña no ha sido fácil ganar el respeto de disqueras acostumbradas a trabajar con fórmulas simples y repetitivas con resultados que aun por debajo de lo aceptable, mantienen a un público cautivo. En 2004 anunció el cambio de disquera, dejaría MCM-Warner por no haber difundido el disco Mundo Colombia, que siguió a Barrio Bravo, y pasaría a EMI MUSIC México.

Su “nuevo amor”, que le permitió grabar el primer disco en solitario, sin la estridencia de los duetos, tensó pronto el cariño de Piña, quien incluyó en El canto de un rebelde para un rebelde dos temas revolucionarios en homenaje al “Che Guevara” Hasta siempre, Comandante y Lo eterno. Al primero de estos temas se le censuró una línea que declara en su versión original “Y con Fidel te decimos hasta siempre comandante” y se cambió por “Y cantando te decimos…”. ¿Para qué? Para no molestar a los anticastristas de Miami.

No obstante, esta grabación obtuvo una revancha pronta, simbólica, pero justa. Fue el Museo de Arte Moderno de Monterrey la sede, dentro, en cena de gala se dieron cita el principal promotor de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, Lorenzo Zambrano, la hermana del magnate, Nina, el Nobel García Márquez, el periodista Julio Scherer y otros miembros destacados de la aristocracia neoleonesa y mexicana.

Escucharon primero Crónica de una muerte anunciada, después, Hasta siempre –la ardua derecha mexicana de pie frente a un himno revolucionario– y luego, sin resistir más, al compás de la Cumbia Sampuesana, comenzaron a bailar, bailaba García Márquez y bailaba Julio Scherer, bailaba Nina Zambrano y… no, el multimillonario aguantó deseoso, quizá.

 

CELSO Y EL CINE

La música de Celso Piña fue parte de una película que ganó un Oscar, pues en Babel, de Alejandro González Iñárritu, se escucha Cumbia sobre el Río. Además participó en el soundtrack de Zapata e hizo la música de la película de René Villareal Cumbia Callera, galardonada en el Festival de Cine de Moscú.

 

UNA DEUDA

Hasta ahora la música de Piña, a pesar de tener en su repertorio temas clásicos del sentimentalismo mexicano como Y nos dieron las 10, no ha logrado penetrar en el gusto adulto, en esas personas que podrían hacerlo competir con José José o con Juan Gabriel. “A placer puedes tomarte el tiempo necesario” podría competir con “espera, aún la nave del olvido no ha partido”, quizá en algún momento.

 

EPÍLOGO

Celso Piña conoció ya Colombia. En al menos tres ocasiones. La segunda de ellas el 19 de agosto de 2011 visitando el Teatro Metro de Bogotá; antes en 2010 estuvo en el Festival de las Artes de Barranquilla. En 2015 fue estelar en el festival más importante de rock del país, Rock al Parque. El Festival de la Leyenda Vallenata lo dejó esperando; no obstante, Celso siguió, y sigue, cabalgando.

*Este texto se publicó por primera vez en 2011, con motivo de la primera presentación de Celso Piña en Oaxaca en la Feria Internacional del Libro Oaxaca.