La Negrada: ¿historia afromexicana y de liberación?
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La Negrada: ¿historia afromexicana y de liberación?

La nueva película del director Jorge Pérez Solano parte de un intento por mostrar y contar historias de una población conformada por uno de cada 100 mexicanos


Desde antes de grabarla, Jorge Pérez Solano (Huajuapan de León, 1964) decía que su tercera producción buscaba exponer y visualizar a “los negros, afromexicanos ahora”. Para el director de Espiral (2008) y La Tirisia (2014) era necesario hablar de las historias de una población descendiente de la traída del continente africano en tiempos de la Colonia, en calidad de esclava.

Entonces, el director de La Negrada (estrenada el 10 de agosto en la Cineteca Nacional) se proponía trabajar con gente de la localidad, “porque actores de estas características no hay en México”. Y aunque –explicaba- hay una población bastante grande, todavía es una minoría en un país donde tampoco “ha sido considerada para las expresiones culturales”.

La cinta ganadora del premio Mezcal a mejor cinefotógrafo, durante el 33 Festival Internacional de Cine de Guadalajara, retrata una historia sobre el queridato. Para ello se vale de no-actores (Magdalena Soriano Colón, Juana Mariche Domínguez y Felipe Neri Acevedo, entre ellos) que dan vida a una trama sobre un comportamiento “socialmente aceptado entre la población negra de la costa Oaxaqueña”, como lo describe la propia productora (Tirisia Cine).

Desde las vidas de Juanita y Magdalena, quienes comparten su vida con Neri, “La negrada” plantea varias aristas. Una de ellas el intento del director por visibilizar a una parte de la población que según la última encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Geografía corresponde a uno de cada 100 mexicanos (para ser más precisos, a 1.3), y de ese porcentaje a más de la mitad que considera poco respetados (o nada) sus derechos (según la última Encuesta Nacional Sobre Discriminación).

“Decimos que somos un país multicultural y, sin embargo, dónde están los negros en el cine, dónde están en la pintura, dónde están en la escultura, dónde están en la música”, era lo que se preguntaba Pérez Solano durante una entrevista para este medio, en 2015. En ella también ahondaba en parte de lo que ha expresado en últimas fechas en torno a la película: la presencia de participantes afromexicanos en las artes, como es el caso del cine.

“Es un poco absurdo que no exista ningún actor, ningún director, ningún guionista con esas características raciales”, señalaba el director sobre un filme que también deja reflexiones desde el mismo nombre, de si es peyorativo o no.

En “Los afromexicanos, entre ‘negros’ y ‘mestizos’”, el escritor guerrerense Eduardo Añorve señala que “difícilmente a alguien que tenga color de piel claro o blanco, aunque pertenezca a una comunidad étnica tenida por afromexicana, se le llamará moreno; es decir, al de piel blanca o clara, en cualquier lugar de la Costa Chica se le nombrará güero, güerito, blanco o blanquito, etcétera”.

La premisa, en que la muerte de Juanita otorga cierta esperanza a Magdalena de ser la única pareja de Neri, también remite a una línea que el realizador ha seguido en su filmografía: la que él mismo ha denominado como esclavitud.

Para ello, primero se remite a una historia vinculada al “carácter del costeño, del negro, que es un poco bullanguero” y que además vive una situación “muy extraña” que se repite en otras partes del país, pero con otros nombres o visto de distintas formas. En el caso de la Costa chica, donde está ambientada la película, esa situación que aborda la cinta, el queridato, “se ve de manera más abierta”.

El queridato, como lo ha explicado Pérez Solano, es la costumbre de un hombre de tener a su esposa y a tres o cuatro mujeres, “y con todas vive, vive tres días con la esposa, dos con una querida… anda yendo de un lado a otro y es socialmente aceptado”.

Desde esa historia que une a Juana y Neri (ambos esposos y padres de Sara) con Magdalena (retratada como la amante y con quien Neri ha procreado tres hijos), la película había sido pensada y vista por el realizador como una historia de liberación, como señala que se propone en sus producciones previas.

Si bien la población afromexicana carga con la idea de esclavitud en tiempos, las tres películas de Pérez Solano remiten a la situación que viven las mujeres.

“Tanto en Espiral como en La Tirisia, siento que las mujeres son esclavas de un entorno y un medio del cual es difícil liberarse”, decía el realizador, y por ello veía que “La Negrada” sería también una trama en que habría una liberación.

Para ello, Pérez había platicado con mujeres que le contaron sus historias en relación con este comportamiento de los hombres.

“La manera en que lo aceptan, me parece un poco absurdo y extraño cómo permiten que eso suceda, pero creo que las condiciones mismas de la sobrevivencia son las que hacen que ellas terminen aceptándolo”, mencionaba el autor, quien ya en sus películas anteriores abordaba el yugo bajo el cual viven las mujeres en México.


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