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Arte y Cultura

Ventana Fotográfica: 1X300

Es azul y también rojo, como un techo de teja que se desprende y se eleva hasta los astros para divisar desde allá, desde las alturas


Ventana Fotográfica: 1X300 | El Imparcial de Oaxaca
La piel de la ciudad. Fotografía de Alejandro Echeverría. ©

No es negro sobre blanco, es rojo sobre azul, rojo como la vela de un barco que boga en alta mar, al ritmo de la corriente, tranquilamente, sin prisas, en dirección al poniente, sin apuros, sin querer llegar nunca en realidad a tierra porque ahí muerden y en el mar se salva uno, se salva una, con la inmensidad, el color y el silencio.

Es azul y también rojo, como un techo de teja que se desprende y se eleva hasta los astros para divisar desde allá, desde las alturas, las escamas de los peces y contar una a una las estrellas antes de que caigan fugaces y se arremolinen con las visiones de los niños que, asomados a sus ventanas, esperan contemplativos la hora de acurrucarse, calentitos y seguros, dentro de sus camas.

Es rojo y también azul como un pañuelo de tela que envuelve y ofrenda el corazón carmín de un guerrero sobre el largo manto añil, en la bóveda nocturna de los mayas, en el ombligo, en la matriz tropical, antes, mucho antes, de que asomaran los rostros de largas barbas claras donde se revolverían como insectos los terrores y los terrones que endulzarían los despojos y las explotaciones.

Es un retazo de seda, como aquella que venía antaño del lejano Oriente, vestigio rojo de un vestido roto, desprendido en la fuga de una doncella que optó mejor por huir de los brazos del caballero de espada y capa azul, para luego arrancarse a bailar y bailar —dicen que ya no quería parar— hasta caer y, sonriente, desfallecer.
Es un rojo como una bandera, como un señuelo, como un simple brochazo de pintura sobre un simple muro azul que, como puerta, nos abre a las infinitas veredas de la piel y los ensueños de una ciudad cualquiera.