Ventana Fotográfica: 1X300

El mar está cansado tras un intenso día de parlamento marino al que acudieron los convidados de siempre y otros más. Se juntaron para departir sobre los tiempos modernos, la desaparición de las veinte mil leguas submarinas, los unicornios atrapados en remolinos, las botellas vacías sin mensaje alguno, los castillos de arena desmoronándose sin más en los litorales y los modos posibles de amplificación del canto de las ballenas para que se trence a lo lejos con el de las sirenas.

Isis del Antiguo Egipto, capitaneando una barca desde la proa, fue la primera en llegar; tras ella, Debussy se apersonó como zar en la cresta de una ola, mientras remataba los bocetos sinfónicos para una orquesta. César Moro, como naúfrago, apareció en la playa con escafandra y aprovechó para hacer puntual recuento de las tortugas ecuestres. Neptuno, ansioso por dirigir la reunión, bufaba cada vez que perdía autoridad. Yemayá llegó malhumorada desde el Caribe, al perder en la espuma sus quince collares de conchas .Neruda también hizo presencia: se la pasó cantando o contando (no se entendía bien) la suposición de peces y navíos. Por su lado, Antonio Machado iba empotrando, a medida que se acercaba, un sinfín de estelas en los surcos del agua para señalar el camino recorrido. Por último, Turner, callado y con su pincel, observaba y pintaba, mientras Opochtli estrenaba su caña salvando la sombra de Alfonsini que se perdía en el fondo oscuro del mar.

Fausto llegó tarde; ya se habían retirado todos; sólo permanecían las olas enconadas y erizadas. Entonces, antes de que oscureciera y el mar se mutara en animal sombrío, sacó su cámara y disparó. Luego empezó a entonar como rosario su plegaria marina: mar que brama, que mece, que limpia, que arrulla, que arrolla y que salva, llévame contigo.