Lo único que nos une es lo que negamos
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Lo único que nos une es lo que negamos

La presentación del libro se llevó a cabo en el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, CFMAB.


Lo único que nos une es lo que negamos | El Imparcial de Oaxaca

En medio de esta “dinámica perversa que estamos viviendo como ciudadanos”, el escritor y filósofo Leonardo da Jandra (Chiapas, 1951) dice que, al parecer, “lo único que nos une es lo que negamos”. No nos gusta cómo estamos siendo gobernados, tampoco “cómo están siendo educados los hijos, sobrinos y nietos”, apunta el autor de El hombre soberbio (Malpaso, 2019), su más reciente libro.

“No nos gusta la sociedad patriarcal, autoritaria, machista, que venimos padeciendo desde muchos siglos”, agrega el afincado en Oaxaca desde hace unas décadas.

En esa reflexión o descripción de lo que observa, Da Jandra expone que el gran problema de esa aparente unión es que se ha olvidado que, a lo largo de la historia, “la evolución no se construye a partir de lo que no nos gusta”, sino de las propuestas. “Hay que ser propositivos, y no lo somos”, segura quien ante esos disgustos nota que también “las formas de rebeldía violenta están agotadas”. Aunque las reconoce como una actitud humana, “animalística”.

Este fin de semana, Leonardo da Jandra presentó El hombre soberbio, un volumen de filosofía y ciencia ficción que se inscribe en una trilogía del poder, como él mismo ha explicado ante decenas de asistentes a la actividad, desarrollada en el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo (Oaxaca de Juárez).

El tema del libro aborda “esa determinación animalística, de recurrir a la violencia porque es lo más fácil, lo inmediato, lo emotivo”, ha dicho el autor que ya en Filosofía para desencantados ha ahondado en las que cree las tres determinaciones fundamentales de la humanidad: la somática, que es la animalidad; la mental, que es la racionalidad, y la espiritual.

“La dinámica de El hombre soberbio, esta complementariedad de la que hablo, tiene un eje, que es el poder. Y el poder no es algo que podamos como ciudadanos ubicar fuera de nosotros, lo percibimos desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. La característica del poder es la toma de decisiones y estamos peleando permanentemente por tratar de que nuestras decisiones se impongan, en la pareja, la familia, el trabajo”. Y eso es inevitable, subraya, pues “somos distintos, y esta diversidad es necesariamente confrontativa”. Por eso piensa que para lograr la unión es necesario “trabajar esa dinámica confrontativa”.

La propuesta del autor es la búsqueda de la complementariedad. La que, por ejemplo, describe en que “la mujer no tiene que negar al hombre para recuperar o acceder a unos derechos legítimos no el hombre debe de tener una actitud de defensa y resentimiento ante estos reclamos de la mujer”.

Debemos buscar dinámicas complementarias como el yo y el tú, reitera. Y eso mismo aplica para la ciencia y la espiritualidad, que no han de confrontarse.

La trilogía del poder, de donde se desprende El hombre soberbio, tiene como modelo a Cayo (o Gayo) Marcio, quien “era una verdadera bestia”, como describe Da Jandra al político y militar romano del siglo V antes de Cristo.

Con este libro, lo que me interesa es que el lector suspenda su rutina y reflexione críticamente sobre su vida, y la aplique en un contexto y sociedad como la mexicana, en la que observa “una corrupción generalizada”, una sociedad injusta y antidemocrática.

Sin estar exenta de polémicas, la presentación del libro de Da Jandra incluyó reflexiones sobre política, sobre la educación en los ámbitos escolar y familiar, sobre cultura y temas varios.

“Lo que apoyo del presidente actual (Andrés Manuel López Obrador) es esa dinámica de detener esta corrupción generalizada. No apoyo otras cosas porque no las percibo. Por ejemplo, en cultura, ¿qué ha hecho Andrés Manuel en Cultura? Nada ¿Qué tenemos en Oaxaca en cultura? Los libros de estos chicos que están por publicarse (los del taller Avispero)”.

A decir de Da Jandra, en la juventud están los talentos para impulsar, aquellos que también espera que el estado impulse.
De la filosofía, que permea en el libro, ha dicho que de la parte docente esta debería ser sobre enseñar a los jóvenes a pensar qué significa lo que hacen. “Esa es la filosofía, reflexionar críticamente sobre lo que uno hace”. Mas no “repetir como pericos sistemas y métodos ajenos”. Y como estudiantes o discípulos, hay que tomar lo mejor de los maestros y aportar lo propio, pues cada quien tiene vidas y necesidades distintas.