El pensar mixe se borda en la blusa de Tlahuitoltepec
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Arte y Cultura

El pensar mixe se borda en la blusa de Tlahuitoltepec

Isabel Díaz Gallardo mantiene una tradición artesanal que se ha debatido entre el plagio y la notoriedad de los diseños


El pensar mixe se borda en  la blusa de Tlahuitoltepec | El Imparcial de Oaxaca

El río, el sol, las estrellas y los magueyes cubren el torso de la señora Isabel Díaz Gallardo. A través de bordados hechos con máquina de coser, la artesana originaria de Santa María Tlahuitoltepec mantiene un legado que no ha estado exento de los plagios en el mundo del diseño y la moda. Al mismo tiempo, mantiene, mediante hilos, agujas y su creatividad, el pensar del pueblo mixe.

Su oficio lo aprendió hace unos 30 años, al querer hacer una blusa como la que tenía su madre, quien no se dedicaba a coser, por carecer de las posibilidades para ello. En tiempos de su madre, comenta que había solo unas cuantas personas que comenzaron a confeccionar la blusa y demás prendas que ahora han cobrado notoriedad internacional, en parte por el plagio del que ha sido objeto la blusa, por parte de diseñadoras como Isabel Marant, en 2015, o la maquiladora Somaya (en 2019).

Antaño, señala Díaz Gallardo, en Tlahuitoltepec no había “ropa moderna”, sino prendas de manta, que era lo usual entre hombres y mujeres. “Así me platicaba mi mamá, que ella empezó a ocupar faldas de manta, pero ahora ya se mejoró. Antes no había muchas costureras, ahora hay blusas modernas”, dice sobre prendas que aunque conservan los bordados de la comunidad han pasado de la manta a otras telas y diseños.

Ya sea en colores negro, rosa u otro, los cerros, magueyes, estrellas, soles, medias lunas, ríos e incluso alguna simbología referente a la religión están plasmadas en las blusas y camisas que doña Isabel y sus hijas crean desde su taller, muy cercano al centro de la población.

¿Pero cómo ha impactado el plagio registrado en 2015 que denunció la ahora senadora de Morena Susana Harp en su cuenta de Twitter? ¿Qué piensa doña Isabel de esa copia que la también llama Isabel (Marant) incluyó en su colección Étoile?

“(El diseño) era de aquí”, apunta. “Sacaron de aquí el original y lo copiaron. Así pensamos todas (las artesanas). Nos avisaron que estaba en internet (la denuncia del plagio) porque yo no me había dado cuenta”. La artesana, ajena a la situación que incluso hizo que se pronunciaran las autoridades de Tlahuitoltepec, pensó que quizá los efectos no serían tantos en su municipio, pues ahí es la misma gente quien compra a sus paisanos.

“Pensamos que ahí (fuera de Tlahuitoltepec) se vendía más y acá menos o que ya no se iba a vender porque estaban sacando muchas (blusas). No nos preocupó mucho porque los de Tlahuitoltepec no iban a ir lejos a comprar (su ropa), sino acá”. Para ella, el plagio no iba a disminuir las ventas de su taller, uno que —entre risas—, dice, no se da abasto con los pedidos de sus paisanos. Como varias artesanas, ella y sus hijas trabajan por su cuenta, y crean lo mismo blusas, camisas, faldas y otras prendas solicitadas por los habitantes de este pueblo donde la música de las bandas de alientos es tan indispensable como respirar.

 

LOS PLAGIOS

Desde 2015, Oaxaca ha sido uno de los estados que ha figurado en el mapa mundial por los plagios de los que han sido objetos sus comunidades. Quizá el más notorio y que comenzó esa avalancha de comentarios, juicios y “likes” en redes sociales fue el de la blusa de Tlahuitoltepec, que denunció a través de su cuenta de Twitter la intérprete Susana Harp.

A estos casos han seguido otros como el de la blusa de San Antonino Castillo Velasco, por parte de la marca Rapsodia; el del huipil de San Juan Bautista Tlacoatzintepec, con la marca Intropía, y otros más “comunes” mediante estampados como los del Istmo de Tehuantepec, a través de empresas del mismo país (entre ellas Pineda Covalín y algunas marcas locales).

En alusión a la blusa de Tlahuitoltepec, la antropóloga María del Carmen Castillo refería en 2016 que Oaxaca es —desgraciadamente— un estado que es al mismo tiempo un centro de atracción y de robo de muchas ideas y elementos de las tradiciones de sus pueblos.

 

EL PRECIO JUSTO

Los efectos a raíz del plagio fueron varios, unos incluso dotaron de notoriedad a la blusa, que ahora era motivo de visita de periodistas y compradores al por mayor. Estos últimos para vender la pieza en otras partes del estado o país, con precios que multiplicaban con creces el original. “Yo las vendía en 350, cuando vimos, ya las vendían en mil o mil 500, pero eran sencillitas”.

Ahora, en Tlahuitoltepec, el precio promedio de una blusa o camisa es de 550 pesos, aunque aumenta dependiendo de la tela, el tamaño o el diseño solicitado. “No estamos vendiendo caro ni muy barato”, apunta la artesana que se alegra y enorgullece por la prenda que se complementa con una falda florida, un ceñidor, un rebozo negro y un par de huaraches de cuero.

 

ARTESANOS Y  PRODUCTORES

Doña Isabel es una de las más de 13 millones de personas en el país que se dedican a la creación artesanal, según estimaciones del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2017).

En Oaxaca, la cifra se sigue actualizando, pero hasta enero pasado era de al menos 2 mil 700 artesanos, quienes están registrados en el padrón del Instituto Oaxaqueño de las Artesanías. Se trata de los “ya verificados que sean productores”, como señalaba la titular del instituto, Miriam Caraveo Cortés.

La funcionaria agregaba que el plagio de creaciones artesanales es una problemática que se ha buscado tratar y de la cual han existido varios antecedentes, pero en cuya resolución aún hay pendientes. “Nosotros vamos a hacer la parte que nos corresponde, les vamos a ofrecer algunos lineamientos que puedan ayudar a los artesanos. Habrá que valorarlo en conjunto, hasta dónde puede trascender como una ley o qué se puede y qué no se puede aplicar”.

Es un tema complejo, subrayaba, “porque al final afecta a los artesanos, pero a ellos también les interesa llevar su producto a otros espacios, a otros países”.