Jardín del arte: una galería y la escuela al aire libre
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Arte y Cultura

Jardín del arte: una galería y la escuela al aire libre

Iniciativas como Bambulante, del artista Abraham Torres, se han sumado al colectivo que comparte su trabajo en el jardín Antonia Labastida


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Con apenas un par de meses en el Jardín Antonia Labastida, conocido también como Jardín del Arte, creadores como Abraham Torres han impulsado la gráfica entre visitantes de todas las edades. Al ser un sitio donde transita todo tipo de público, considera que el espacio y las actividades son una buena opción para acercarse a quienes por diversas razones no acuden a museos o sitios especializados en arte.

Por el momento, se dan clases de gráfica (con cuota voluntaria), pero se espera que en un futuro próximo haya clases de dibujo y pintura, de una manera más personalizada, también con dos costos: uno voluntario y otro fijo.

En el Jardín del Arte Antonia Labastida exponen su trabajo entre 30 y 50 artistas, quienes empiezan a ocupar sus espacios desde las 10 horas y hasta las 20. Aunque están registrados alrededor de 80, entre locales y foráneos, a quienes se invita a presentar su obra.

Al interior del grupo, explica Torres, existe una curaduría que determina a quiénes se acepta, con base en el trabajo y la trayectoria desarrollada. “Que sea un profesionista de esto, no se trata de que vengan aficionados, sino gente que ha tomado en serio este oficio del arte, independientemente del tema”, añade.

Las reglas internas se amplían a cuestiones como los horarios, por los que pasado el tiempo de tolerancia se cede el sitio a otro compañero, con el fin de evitar que el ambulantaje se apropie del espacio. Estos últimos, pueden estar alrededor del jardín, pero no al interior del mismo, con tal de evitar los vicios que hace varios años llevaron al retiro de los artistas.

Yazmín Vázquez, otra de las artistas que se instala en tal espacio narra que la afluencia también está determinada por las temporadas vacacionales. Por ejemplo, en Semana Santa, comienza a aumentar el número de visitantes. Al ser un sitio en el que no solo se expone el arte, sino en el que los autores también pueden comercializar su obra, cuenta que por lo general la gente pregunta, “pero quien quiere comprar recorre todo y regresa a donde está la pieza que le gustó”.

Vázquez lleva 10 años en la gráfica, una disciplina en la que aborda la figura humana, a partir de la distorsión de esta o con elementos que evocan reflejos del alma. Junto a compañeros como Abraham Torres también imparte talleres de gráfica, haciendo del espacio uno de enseñanza o aproximación a toda persona que desee experimentar en el arte, mediante el uso de materiales y técnicas no tan nocivas.

Entre los planes del taller que se desprende de la iniciativa Bambulante (impulsada por Torres) está el ampliarse a otras disciplinas. La finalidad, añade el autor, es que los visitantes conozcan la complejidad de las artes y valoren la labor de quienes se dedican a ella.

UNA “GALERÍA” PARA TODO PÚBLICO

Hace más de dos décadas, a finales de los años 80 y principios de los 90, el Jardín Antonia Labastida era ya un espacio dedicado al arte. Pero por diversos conflictos y circunstancias se convirtió en un tianguis “de todo, menos de arte”, como ha señalado el artista Markoa Vásquez, y que incluso se vio afectado por la violencia y la invasión de artesanos. Tras ello se dio el desalojo de los artistas, en el año 2010.

El sitio se convirtió en un foco rojo de inseguridad, de narcomenudeo, alcoholismo e inclusive prostitución, como han explicado los impulsores del proyecto que hace dos años realizó una investigación sobre el estado del jardín y se halló con estos problemas. A partir de ello se pidió la donación del espacio para los artistas, quienes finalmente lo ocuparon el año pasado.