Juan Carlos Abreu: el arte tiene que ir más allá
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Juan Carlos Abreu: el arte tiene que ir más allá

El autor de Tauromagia lleva su inclinación por el arte a una profesión que considera “va creciendo, evolucionando y cambiando”


Cuando Juan Carlos Abreu tenía 12 años, su padre le regaló un toro. Aquel sería el primero de los 15 que cuidó en el campo, en un terreno cercano a la ciudad de Oaxaca, y donde además había unos 15 mil pollos. Sería también la continuación de una actividad a la que sus progenitores estaban acostumbrados. Sin embargo, ese rumiante se volvería después una constante en la obra plástica a la que Abreu se ha dedicado de lleno en los últimos cinco años, tras varios en un trabajo de “oficina”, en las áreas de diseño y fotografía.

“Al final de cuentas, yo también he compartido ese gusto con ellos”, suelta Abreu (Oaxaca) cuando se percata de la conexión que guarda con sus padres, quienes no comprendían por qué de niño amaba tanto el dibujo y la pintura.

El toro, que imponente se alza en sus cuadros y esculturas, evoca no solo esa etapa de su vida, sino la confianza al pintar, y la forma en que ha buscado una conexión con los otros.“Ahora que pasan los años te das cuenta que el toro nos es muy familiar a muchas personas y a todo el mundo, por la fuerza, por el tamaño; es un animal que impone. El toro ha sido símbolo y deidad en muchas culturas alrededor del mundo”.

Aunque desde niño dibujaba, no fue sino hasta hace un lustro que Abreu tomó al arte como su profesión. El interés, recuerda, “siempre estuvo latente”, incluso durante su vida de oficinista, de la que el diseño ha sido la base para comprender y trasladar las ideas de forma, composición, colores y otros necesarios para la pintura.

“Creo que todo eso me fue formando y toda la vida, desde la secundaria, al lugar al que iba siempre visitaba museos y galerías”, agrega quien al parecer tomó al toro por los cuernos, pero para comprarse “unos siete u ocho bastidores” y pintar cuadros. “Uno, otro y otro”, hasta contar con unos 60. “Entonces dije: ¿ahora qué voy a hacer con estos cuadros?”. La solución vendría pronto, en su primera exposición individual de pintura (Tauromagia, Art hotel Feria de San Marcos, Aguascalientes, 2013).

Desde entonces, Abreu no ha parado. “Como ya empecé a una edad avanzada, lo que he hecho en este tiempo ha sido concentrarme bastante”, explica. En estos años, la obra del autor ha sido parte de al menos una muestra individual cada año, y varias colectivas. De Oaxaca, ha pasado a otros estados como Ciudad de México (en 2014 con la exposición individual De sueños, temores y verdades, en el edificio sede del Infonavit), Hidalgo (en la colectiva Un placer conocerme, que albergó la Biblioteca Central) y Estado de México (13-16 Memorias de taller Museo de Antropología de Apaxco, en 2017). En el extranjero, participó junto a otros creadores en el Art walken Ventura, California, en 2016.

El año pasado, la exposición Muros deconstruidos fue la plataforma para que él y siete artistas más compartieran sus trabajos en el Consulado de México en Chicago (Estados Unidos), además para que en mayo próximo vuelva a presentar su obra en ese país.

EL ARTE “TIENE QUE SER MÁS ABIERTO”

El toro ha conectado a Abreu con su infancia y adolescencia, con ese vivir único que ahora pasa a cobrar un matiz colectivo. Para él, eso parte esencial en el arte, pues este “tiene que ir más allá”, “tiene que ser mucho más abierto”. “No se puede quedar en una cuestión local o tradicional”, expone quien aunque ha comenzado a abordar a la virgen de Guadalupe basado en las visitas a la imagen que durante su niñez hacía en la Ciudad de México, ve a la religión como otro punto de encuentro con los demás.

“El tema de la religión, en la cuestión del arte, ha sido de todos los artistas y toda la vida”. Abreu, que lo mismo ha retomado a las aves, los caninos, los gallos y las motocicletas, ha explorado la espiritualidad, lo cotidiano, la familia, a través de los la pintura, la gráfica y recientemente la escultura. Por ahora, señala, está en el camino de esa apertura a la que refiere. Con los toros que desarrolla, no se ve al animal como tal, “ya empieza a tomar otra forma, donde trato de buscar que este toro sea como una representación de una deidad”.

De eso, detalla, se trata la pintura, de un proceso en que quizá se empieza por lo figurativo, con “cosas que son muy familiares”, pero que poco a poco “va creciendo, evolucionando y cambiando”. Y para ello son esenciales, al menos en su caso, los sueños, las lecturas, los recuerdos y la creatividad, esta última como algo que le llega cuando está trabajando.

“No es sólo lo que los ojos pueden ver, sino lo que logra despertaren todos los sentidos, la magia que crea a su alrededor”, subraya quien entre el diseño y la fotografía ha compaginado su formación con la que hasta es la más grande biblioteca de arte en Oaxaca, la del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO).

LA FIGURA HUMANA, EL RETO

En sus trabajos recientes, Juan Carlos Abreu recrea a los gallos, aunque también a elementos de la religión. Un bebé que yace dormido está entre esas propuestas nuevas, donde la hoja de oro, los colores vibrantes, las texturas y los círculos en negro o blanco forman algunos “accidentes” o “sellos” en su estilo.

Aunque le gusta mucho la figura humana, se declara inclinado por la fauna. A la primera, dice, la considera aún un reto, pero no por ello descarta la intención de incluirla en una etapa más de su trabajo.

“Me gustaría hacer algo, pero más formal, más estudiado, de academia…. (ya) llegará el momento”, explica. Por lo pronto, se enfoca en seguir con un trabajo serio, en un compromiso que le ha llevado a estar, mediante su obra, entre otros artistas de talla internacional.

“Uno no se puede dar el lujo de presentar cualquier cosa”, apunta.

PARA SABER

Juan Carlos Abreu es un artista originario de Oaxaca, quien aunque se formó en diseño gráfico y fotografía ha dedicado los últimos cinco años de su vida a las artes plásticas, una profesión que comenzó a “una edad avanzada”, a diferencia de otros creadores. Sin embargo, es una para la que se ha concentrado bastante en este tiempo, retomando los saberes previos y alimentándola con la disciplina y el estudio autodidacta.

Su trabajo ha sido parte de más de una veintena de muestras colectivas en el país y el extranjero, así como cerca de una decena individuales en el sureste y centro del país.

Para febrero tendrá una exposición en la Ciudad de México y en mayo volverá a Chicago, en una exposición colectiva que se pretende itinerar por Estados Unidos.