La fiesta y la rebelión de Antonio Turok
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Arte y Cultura

La fiesta y la rebelión de Antonio Turok

El fotógrafo mexicano presenta una retrospectiva de su obra en el marco de los 25 años del levantamiento del EZLN


“El oficio de la fotografía no se puede hacer solo; es un quehacer colectivo”. Para Antonio Turok (Ciudad de México, 1955), esta característica la asemeja con la historia, que parte de una memoria, aquella que “hacemos todos”. El documentalista, que presenta una revisión de sus 45 años tras la cámara fotográfica, remarca esa idea cuando en medio de compañeros del medio agradece por un libro que se logró gracias a los ánimos y esfuerzos de varios.

“Por eso digo que es un trabajo colectivo, y se los agradezco”, apunta ante decenas y decenas que se han congregado para conocer el trabajo de quien, invitado por el artista Francisco Toledo, acerca una nueva versión de su trabajo. Ahora en el marco del 25 aniversario del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), y del cual el fotógrafo fue parte al capturar con su cámara aquel hecho histórico. En la memoria e historia de un país que se encamina hacia la “cuarta transformación”, el movimiento surgido en Chiapas se muestra ante los planes de un tren que atravesaría la selva en el sur del país.

Las probabilidades de que esto también quede en la memoria son altas, aunque por el momento no están en las salas de exhibición. El mismo Turok ha revisitado el estado de Chiapas, previo a la inauguración de la exposición abierta el pasado 11 de enero en el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo (CFMAB) y que curó Marietta Bernstoff.

Es ella quien bajo las preguntas de qué significa la fotografía y qué poder tiene el fotógrafo para observar y documentar una realidad mientras busca una expresión personal, reunió decenas de impresiones digitales que ahora están publicadas en el libro La fiesta y la rebelión (editorial Era, 2018), y que en las salas del recinto cuentan con textos de Juan Villoro, Blanche Petrich, María Cortina Icaza y Eduardo Vásquez Martín.

En esta retrospectiva, sin embargo, cobra actualidad el levantamiento del EZLN, que funge como núcleo de la revisión de 45 años de trabajo del galardonado con la medalla al mérito fotográfico, que otorga el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y quien además ha documentado el conflicto político-social de 2006 en Oaxaca.

En la exposición Reflexiones: entre la alegría y la desesperación, que permanecerá hasta los últimos días de febrero, Turok muestra su mirada en torno a varios temas, entre ellos las guerras que han orillado a varios pueblos a dejar sus lugares de origen para escapar de la muerte.

Aunque son a veces muy desoladoras, las fotografías de Antonio Turok aspiran a un mundo en el que “no exista el racismo, donde los seres humanos que no tienen ni voz ni voto puedan tener una voz muy fuerte”, especialmente en “este transcurso tan breve que es la vida”.

Pero para ello es vital la lucha, expone el autor que llegó a los 17 años a Chiapas, donde comenzó su carrera tras la lente y vivió 25 años. “Estoy convencido de que sí podemos hacerlo, no hay que claudicar, claro que hay muchos obstáculos, claro que hay un montón de situaciones”.


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