Día del Bibliotecario Oaxaqueño
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Día del Bibliotecario Oaxaqueño

Reconocer su existencia, valorar su labor


Jorge Luis Borges, Mario Vargas Llosa, María Moliner. Ellos escritores y ella lexicógrafa, comparten no sólo ser personajes reconocidos de la cultura, además compartieron una labor noble y de suma importancia, fueron bibliotecarios.

Instaurado el 28 de octubre como el Día del Bibliotecario Oaxaqueño, por intervención de la periodista Arcelia Yañíz, este día se celebra una labor que aunque pocos valoran, tiene gran peso en la formación de estudiantes, acompañamiento de bibliófilos y formación de lectores.

La biblioteca del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), fundada por el maestro Francisco Toledo en 1988, es una de las más reconocidas en la ciudad capital y que está en el gusto de loa jóvenes de Oaxaca y de visitantes extranjeros.

Actualmente, esta biblioteca se divide en dos sedes, IAGO Alcalá y Juárez, y son custodiadas por Mérida Cristina López y Yanelli Ariana Sixtos Robles, una dupla de guardianas estupendas, apasionadas de todo lo que implica su labor.

Coordinadoras de cada una de las sedes del IAGO, Alcalá y Juárez, las que ostentan sendas temáticas, arte y literatura, respectivamente, a su vez lideran a sus bibliotecarios correspondientes.

Mérida Cristina, con 21 años de experiencia, no necesitó un título universitario para mostrarle al maestro Toledo que su compromiso era grande.

Organizada y realista, a cargo de un acervo de casi 36 mil volúmenes y un espacio de seis salas, que comprenden temas como arte prehispánico, gráfica, arquitectura, fotografía, pintura e historia del arte, también lidera la adquisición de nuevos títulos para fortalecer y acrecentar el acervo, muy solicitado por estudiantes.

Con los años de experiencia, sus anécdotas son increíbles y graciosas. Desde el usuario que molesto, ensució las páginas de un libro con fluidos corporales, hasta encontrar un preservativo dentro de otro título.

Además, con incomodidad y pena, Mérida ha tenido que pedirle a jóvenes estudiantes que acuden a las salas de biblioteca, que guarden la compostura, al ponerse éstos más románticos de lo normal.

Yanelli Sixtos, licenciada en Ciencias de la Educación, vio la labor de bibliotecaria como una forma alternativa de conducir a las personas hacia un aprendizaje autodidacta.

Un poco escéptica de la enseñanza tradicional, más rígida, organiza talleres de lectura en su sede, que guarda entre sus estantes alrededor de 24 mil títulos, en sus cuatro salas.

Con apenas dos años como bibliotecaria, ha podido ver la labor como una ruta diferente a la adquisición de la cultura.

Sus vivencias también conducen a que quien las escuche esboce una sonrisa, si no es que soltar una carcajada, pues le ha ocurrido que usuarios desmemoriados, llegan a buscar un libro sin recordar ni el autor ni el título, indispensables para realizar una búsqueda eficaz.

También le ha pasado que le piden un libro por el color de su portada, a lo que ella responde amablemente que de tal color puede haber más libros, que no sean el que están buscando.

A decir de este par de mujeres, bibliotecarias, amantes de su actividad, el respeto y la paciencia es algo que las ha ayudado a tratar con todo aquel que llega a las salas de lectura del IAGO.

Día a día, tratan con infinidad de lectores, cuyas características son diversas, desde el primerizo hasta el muy famoso que hace visitas relámpago, sin embargo están conscientes que están ahí para conducirlos, acompañarlos y cuidar que el libro esté al alcance de quien lo busca.

No sólo hay que reconocer la labor, hay que agradecer a estos formadores, que guardando el silencio de su sala, nos reciben en la biblioteca con los brazos y los libros abiertos.


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