Arquitectura y pintura convergen en siete vacíos
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Arte y Cultura

Arquitectura y pintura convergen en siete vacíos

Política, paisajes, naturaleza e historias de vida son abordados en las propuestas de siete artistas que exponen en la Quetzalli


Todos comparten la reflexión en torno a la relación entre pintura y arquitectura —de que una contiene a la otra y viceversa—. Sin embargo, cada uno expone ideas ligadas a la historia familiar (a través de una torre de un campo de concentración), a la política de México (vista desde edificios propiedad de figuras públicas) o a la naturaleza y el equilibrio de los organismos.

Siete artistas abordan igual número de “vacíos”, en propuestas que muestran el diálogo entre disciplinas, propio del arte contemporáneo surgido en el siglo pasado. Las obras de Javier Areán, Elizabeth de Jesús, Adrián Guerrero, Javier Peláez, Patrick Pettersson, Alejandro Pintado y Ricardo Pinto conforman la exposición colectiva que del 17 de agosto al 30 de septiembre alberga la Bodega Quetzalli (Murguía 400, Centro de la ciudad de Oaxaca).

La exposición tiene el título de MU Siete artistas, Siete vacíos, que Rafael A. Balboa (autor de uno de los textos de sala) vincula con un concepto japonés (MU) para hablar del vacío, de la idea que el filósofo Nishida Kitaro relaciona con la “experiencia pura”.

En primera instancia, la reunión de estos artistas sirve para pensar en cómo la pintura y la arquitectura están ligadas, ya sea como representación la primera de la segunda o esta última como contenedora de la primera.

Para Ricardo Pinto, por ejemplo, ambas expresiones han estado ligadas desde siempre, pero ahora —con el arte contemporáneo—, “se amplían puntos en común. Si quieres sintetizar el pensamiento artístico te puedes ir a muchos lados, eso es lo que nos regaló el siglo pasado, que hay muchos puntos en común que a lo mejor antes no se deshebraban tan fácilmente (…).El arte contemporáneo se liberó de las casillas; aunque eventualmente el oficio o la técnica te pone en alguna, el pensamiento está libre”.

“Si vemos en Creta, con los griegos, o aquí en las pirámides, la pintura en las paredes de la arquitectura era parte integral, ya luego la pintura sale de la pared, pero siempre inicia en la pared”, señala Javier Areán, autor de “La torre”, obra que primero surgió a manera de pintura y ahora en una pieza tridimensional.

Aunque lleva una reflexión sobre las artes, esta propuesta, encierra también una historia personal vinculada a la Guerra Civil española, momento en que su abuelo estuvo cautivo en el campo de concentración de donde surge la representación de la torre.

“A mí la torre me parece interesante icónicamente porque es el lugar desde donde ves, de alguna forma se crea también un diálogo entre el que ve y el que está siendo observado. Hay una doble visión, son varias cosas: por un lado la cuestión histórica, que es autobiográfica, mía, y por otro lado la idea conceptual de que estás siendo observado”.

La política y la historia llevan a otra propuesta de la exposición, aquella presentada por Javier Peláez, quien comparte tres piezas de su serie “Casas embrujadas”. En ellas reúne edificaciones que remiten a la corrupción que se viene viviendo en México. La Casa Blanca (de la primera dama Angélica Rivera), una residencia del político Miguel Ángel Osorio Chong y el “Partenón” del “Negro” Durazo son representadas por Peláez.

Su idea, explica, es distorsionar la pintura y dar la impresión de que la casa se convierte en otra cosa. “En realidad no es tan importante que sea específico el tema de que es la casa de tal persona o de tal individuo, pero sí son casas de personajes políticos”.

Para Peláez, la arquitectura tiene que ver con la idea de resguardo, a partir del techo y del pliegue. Por ello –señala- ha construido una serie de maquetas que usa como matriz generadora para formas que luego sobrepone, con el fin de generar obras “orgánicas y que pertenecen al mundo de la naturaleza”.

En ese ámbito, de la naturaleza, viene la pieza de Ricardo Pinto, artista radicado en la ciudad de Oaxaca y quien se basa en las proporciones para generar una obra hecha a base de “cubos” que se extienden y forman un sistema modular, como si de la estructura orgánica de un ser vivo se tratara.
En otro de los textos que acompaña a la exposición, Guillermo Santos recurre a la frase del italiano Roberto Masiero, de que “la arquitectura es uno de los modos en los que hacemos artificial el mundo”.

“Si bien, es cierto que los creadores reunidos mantienen un conjunto de afinidades con respecto a la arquitectura, debemos decir que dichas afinidades se dan en un terreno complejo y que no podemos derivar de ellas una “idea general” (rígida) de la arquitectura; más bien, las ideas que derivamos de ella nos sirven para pensar que la arquitectura puede ser tan diversa como cada proyecto, diseño, ejecución o mirada se cruce con ella”.