Gavaldón, de artesano del cine a autor
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Arte y Cultura

Gavaldón, de artesano del cine a autor

El crítico de cine Carlos Bonfil reflexiona sobre cuatro películas del director Roberto Gavaldón, uno de los realizadores de lo que denomina melodrama negro


Para el crítico Carlos Bonfil, la idea de cine de autor es prácticamente reciente, “arranca de finales de los años 50, principios de los 60, con la nueva ola francesa”. Hasta antes de eso, los directores de películas, como Roberto Gavaldón, Emilio “Indio” Fernández, Alejandro Galindo e Ismael Rodríguez eran “artesanos”. Su papel era casi accesorio, como el de un técnico que dirigía a los actores, “pero a quien no se le reconocía algo que era esencial, un punto de vista”.

A los cineastas, explica el co-autor de A través del espejo: el cine mexicano y su público (Imcine, 1994), generalmente se les encargaba una película y era el productor quien decidía todo, “luego venía a desbaratarlo todo la estrella, en el este caso María Félix”.

En un nuevo volumen, Bonfil retoma parte de esta noción, pero desde el trabajo de Roberto Gavaldón, el que – entre todos estos “artesanos”- era uno de los menos comprendidos.

“Pese a la filmografía tan extensa que tuvo, su reconocimiento era menor que el de Emilio “Indio” Fernández o que el de Ismael Rodríguez y de Alejandro Galindo, y esto era debido, en parte, a una fama que tenía de ser demasiado académico, demasiado tieso en sus propuestas”, explica el autor de Al filo del abismo: Roberto Gavaldón y el melodrama negro (Secretaría de Cultura, 2016).

En la publicación, reflexiona sobre cuatro películas del director: La otra (1946), La diosa arrodillada (1947), En la palma de tu mano (1950) y La noche avanza (1952), ejemplos en que Bonfil percibe la huella hollywoodense de Gavaldón, formado como asistente de realizadores importantes y que más tarde desarrolló su propio trabajo en México.

“Y se ve por ejemplo en La otra, que había sido filmada ya por otros directores la misma trama, y de manera casi coincidente (…). Algo había en la atmósfera del cine negro estadounidense que sin duda fascinaba a Gavaldón”.

Pero ¿por qué no se filmaba algo como en el cine estadounidense?, Bonfil dice que se debe al peso de la censura, “tan importante aquí en México que los finales tenían que ser muy positivos”, pues, -de algún modo- esto redimía a la trama oscura,” donde había habido crímenes, adulterio, todo tipo de cosas reprobables para la moral tradicional”.

Y era en medio de esto que destacaba la labor de Gavaldón, a través del melodrama negro y un punto de vista generado por el trabajo en equipo.
“Lo que me pareció muy interesante de abordar en el cine de Gavaldón fue precisamente la consolidación, voluntaria o no, deliberada o no, de un punto de vista distinto al que prevalecía en la época, de tramas que eran mucho más complejas”.

Además de la unión de talentos como José Revueltas y Luis Spota en el guion, Alex Phillips y Gabriel Figueroa en la fotografía, y Gunter Gerzso en la escenografía, “que hacían lo que era el sueño de todo autor cinematográfico, tener un equipo fiel, que entiende lo que estás haciendo, que se vuelve cómplice de tu creación, que tiene también un punto de vista personal”.

Melodrama negro y no cine “noir”

En la década de los años 40 y 50 del siglo pasado, el espectador mexicano estaba acostumbrado a las fórmulas tradicionales del melodrama, al ser este y la comedia los géneros predilectos. En ese ambiente, “la complejidad que presentaba el cine negro, en el diseño de los personajes, de las tramas, eso era algo que verdaderamente no iba mucho con los hábitos del consumidor de cine de aquella época”.

Y entre ello, el melodrama y la comedia, el trabajo de Gavaldón se presentaba como un melodrama mucho más oscuro que los habituales, por eso prefiere llamar al cine mexicano de este corte como un “melodrama negro” y no cine negro.

La razón de su postura es que “el cine mexicano no tiene esa libertad –en esa época- de abordar de frente y con finales verdaderamente desarrollos, tan poco complacientes o tan complejos, como los que sí tenía el cine estadounidense, el cine de Billy Wilder, el cine de Fritz Lang, el cine de todos estos directores que venían a enriquecer a Hollywood porque venían se situaciones culturales muy distintas, como de la Alemania nazi”.

Mantener, como Gavaldón, el punto de vista

Con cerca de 30 años como crítico de cine y autor de otros volúmenes sobre el séptimo arte, Carlos Bonfil se inmiscuyó en la obra de Gavaldón casi como el director en sus tiempos, por “encargo”. Además de tener un acercamiento un tanto “oscuro” a la trama, como aquellas desarrolladas por el realizador.

En una ocasión, y muy de temprano, Bonfil recibe una llamada. La toma y al preguntar quién habla, la voz responde: Roberto Gavaldón.
“Pensé que era una obra, entonces mi interlocutor se da cuenta de mi confusión y me dice: no, no, Roberto Gavaldón hijo. Yo no sabía ni siquiera de su existencia”. Tras la aclaración, este último le pide hacer un libro sobre su padre, a quien otros críticos y autores como Fernando Mino y Ariel Zúñiga han retomado en sus libros.

Así como Gavaldón fue un director que hacía películas por encargo, pasó algo similar con Bonfil en esta ocasión.

“La única condición que puse, regresando al punto de vista, era que si efectivamente Roberto Gavaldón había hecho muchas películas por encargo, yo me encontraba en la misma situación, iba a hacer un libro también por encargo. Y si Roberto Gavaldón había logrado imprimir un estilo personal a las películas que recibía por encargo, mi idea era también que tuviera la libertad completa para hacerlo a mi manera”.