Miguel Cabrera, a 250 años de su muerte
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Arte y Cultura

Miguel Cabrera, a 250 años de su muerte

Varias incógnitas persisten en torno a su vida, célebre por sus pinturas religiosas y el estudio del ayate de la Virgen de Guadalupe


Un pueblo del estado lleva su nombre: Tlalixtac de Cabrera, lo cual ha hecho pensar que Miguel Cabrera nació ahí, supuestamente en el año 1695. Sin embargo, ni ese lugar de origen y la fecha se han confirmado. De lo primero no queda más que confiar en que fue en Antequera (actualmente Oaxaca de Juárez), pues así lo dijo el pintor en su testamento, resguardado en el Archivo de Notarías de la Ciudad de México.

De lo que sí se tiene certeza es que el autor de los cuadros Divina pastora y Sagrada familia murió el 15 de mayo de 1768, en la capital del país. También que fue reconocido en vida y durante el siglo XIX como el Michelangelo de América y retratista de la Virgen de Guadalupe. En la actualidad, es considerado uno de los más prolíficos y artífices de la segunda mitad el siglo XVIII novohispano, como cuenta la historiadora del arte e investigadora Perla Jiménez Santos.

A 250 años de su muerte, Miguel Mateo Maldonado y Cabrera (cuyo nombre llevan una escuela de educación artística y una calle en la ciudad de Oaxaca) sigue siendo cuestión de estudio y de exposiciones como las realizadas en los últimos años. En 2015, el Museo Nacional del Virreinato (Ciudad de México) presentó la muestra Miguel Cabrera: las tramas de la creación. En 2017, su nombre volvió a este recinto con la exposición Miguel Cabrera y los jesuitas en la construcción de la cultura mexicana.

Recientemente, entre 2017 y 2018, parte de su obra se ha vuelto a exhibir en México y Estados Unidos, gracias a la exposición Painted in Mexico 1700-1790. Pinxit Mexici, una que a decir de Jiménez revalora la pintura desarrollada en la Nueva España. La exposición inició en el Palacio de Iturbide, de la Ciudad de México (de junio a octubre de 2017), después se fue a Los Ángeles, California (donde estuvo de noviembre de 2017 a marzo de 2018), y desde abril hasta julio de este año está en el Metropolitan Museum of Arte de Nueva York.

El pasado martes 10 de julio, el pintor de imágenes marianas y otras de corte religioso fue homenajeado en la que se considera su ciudad natal. La actividad fue organizada por el ayuntamiento capitalino, en colaboración con la Fonoteca Juan León Mariscal. Fue en él donde Perla Jiménez compartió algunos hallazgos sobre la vida del artista y el contexto de los lugares que habitó.

Nuevamente, la fecha de su nacimiento fue tema de reflexión, pero Jiménez enfatiza que no pudo ser en 1695, pues considerando la época (cuando para aprender el oficio de pintor se debía tener entre 11 y 13 años de edad), Cabrera habría sido mayor, quizá de 30 años.

“Él tuvo que haber nacido entre 1714 y 1716 para que cuadrara su carrera artística. Y sí nace en Oaxaca; (si) él se afirma de Oaxaca, él nace en Oaxaca (entonces llamada Villa de Antequera). Es en lo que se puede confiar, él lo está diciendo”, explica la investigadora sobre los datos con que se cuenta, además de que —al desconocerse también quiénes fueron sus padres— es poco probable que haya sido hijo de un mercader español, “porque entonces lo sabríamos con más certeza”.

Las hipótesis son similares a las que maneja el Museo Nacional del Virreinato: “Miguel Mateo Maldonado y Cabrera nació entre 1715 y 1720 en la ciudad de Antequera, Valle de Oaxaca y se desconoce prácticamente todo de su infancia y juventud hasta 1739” (según se señala en los textos que el recinto difundió junto a la exposición Miguel Cabrera: las tramas de la creación.

¿PINTORES EN UNA OAXACA DEVASTADA?

Para Perla Jiménez, además de la vida y obra de Cabrera es necesario conocer el contexto en que se desarrolló y cómo es que se convirtió en un artista reconocido en su tiempo. Es por ello que primero se detiene para hablar de la entonces Antequera, una ciudad de paso, de comerciantes, donde la riqueza era dada por la grana cochinilla, donde también había casas de cabildo muy bien labradas, el clima era templado y se intercambia cacao.

La ciudad, sin embargo, fue afectada por un terremoto ocurrido en 1696, que dañó varios de sus templos, pero se empezó a reconstruir en el siglo XVIII. Esto último, una ciudad devastada, es lo que propició la formación de pintores, pero para ello era necesario un acuerdo notarial en el cual el padre del aprendiz y el maestro se comprometían en la formación del joven (de entre 11 y 13 años de edad), quien en un lapso de tres a cinco años aprendería el oficio y se formara como oficial.

“Esa forma es muy medieval de formarse (…), Oaxaca, en esa reconstrucción de sus templos, estaba demandando pintores”, señala Jiménez, quien a partir de eso expone que Miguel de Cabrera pudo haberse formado como pintor en la entonces Antequera y ya como oficial se habría mudado a la Ciudad de México, donde se integraría al taller de José de Ibarra, aproximadamente en el año 1740.

SU VIDA EN MÉXICO Y EL RECONOCIMIENTO

De entre los datos que se tienen sobre su vida, se señala su casamiento, en 1739, con Ana María Solano, y procrea varios hijos.

Entre 1740 y 1750 Cabrera se forja un prestigio como pintor, gracias a la variedad de técnicas aprendidas. Asimismo, ello lo llevó a ser nombrado pintor de cámara del arzobispo de México, Manuel José Rubio y Salinas, además de tener gran cercanía con la Compañía de Jesús.

Esas relaciones, detalla Perla, le llevaron a tener importantes encargos, como la copia del retrato de Sor Juana Inés de la Cruz, en 1750. No obstante, subraya que el encargo más importante que tuvo Cabrera fue examinar, en 1751, la imagen del ayate de la Virgen de Guadalupe y dictaminar si la obra era de manufactura divina o humana.

Como recoge el Museo Nacional del Virreinato, esta labor fue encomendada no sólo a Cabrera, sino a otros pintores: José de Ibarra, Manuel de Osorio, Juan Patricio Morlete Ruiz, Francisco Antonio Vallejo, José de Alcíbar y José Ventura Arnaes.
Sin embargo, fue Cabrera quien en 1756, publicó el dictamen con el título Maravilla americana y conjunto de raras maravillas, observadas con la dirección de las Reglas del Arte de la Pintura.

Después de ese encargo, trabajó en diversas obras para el Colegio Noviciado de Tepotzotlán (1752-1756).
Cabrera, fallecido el 15 de mayo de 1768, en la Ciudad de México, “fue un artista completo, capaz de transformar la iconografía novohispana, que no sólo pintó sino que además escribió y diseñó”, agrega Jiménez.

OAXACA, SIN OBRA DE CABRERA

El pasado martes, en el homenaje al pintor, Carlos Spíndola Pérez Guerrero, director de las Culturas del ayuntamiento capitalino, señaló que Miguel Cabrera “fue uno de los pintores novohispanos más importantes y una referencia, a nivel internacional, para entender el arte virreinal en lo general. Su obra está repartida en los más importantes museos de nuestro país y del mundo, pero, paradójicamente, Oaxaca no posee obra suya, validada y catalogada”.

Asimismo, que como catedrático, Cabrera “fue uno de los maestros fundadores de lo que se consideraría la primera academia mexicana de pintura en la historia, destacando que él era propio de la Nueva España, en una época donde tal condición estaba sometida a múltiples obstáculos, debido a su origen”.


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