Cestería de plástico, un oficio tras las rejas
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Cestería de plástico, un oficio tras las rejas

Como una de las opciones en el ámbito laboral, familias como la de Luisa García Matuz han conseguido generar proyectos productivos


Hace cuatro años, Luisa tuvo que enfrentarse a la privación de libertad de su esposo, quien ingresó al Reclusorio Regional de la Villa de Etla. Ella y sus hijos se comenzaron una etapa en la que han atravesado dificultades similares a las de otras personas con internos en las penitenciarías del estado. También a ser unas de las ligadas a los proyectos productivos que surgen entre las rejas, donde el tejido de bolsas, la costura de balones o la talla de madera son opciones de trabajo y de ingresos para el día a día.

Hoy, con la esperanza que de su esposo salga pronto del centro de reinserción (uno de los casi 30 del estado), Luisa ha conseguido sobrellevar esta etapa. Incluso se ha convertido en representante de un proyecto de cestería de plástico en el que trabajan cuatro reclusos de los 270 que cumplen su condena en este sitio.

En ese periodo, y entre las primeras dificultades para las ventas de los tortilleros, canastas y demás productos, o las constantes en la compra de materiales y la introducción de estos al reclusorio, se ha abierto un camino que quizá siga tras la salida de su esposo.

Por ahora, se mantiene comprometida con un oficio que a su familia le ha dado para tener al menos un plato de frijoles en la mesa. A lo mejor lo mismo que a las demás familias del 80 por ciento de internos que se dedica a un proyecto productivo, ya sea en la elaboración de hamacas o de bolsas de plástico, en la costura de balones u otro de los trabajos con que cada uno se gana el pan diario.

Hace unos meses, en entrevista para este medio, Juan José Rodríguez Molina, director general de Reinserción Social de la Secretaría de Seguridad Pública, señalaba que los oficios al interior de los reclusorios parten de una disposición constitucional, en la que se contemplan la educación, el trabajo y la cultura como posibilidades para la reinserción.

“En Oaxaca, en los centros de reinserción social, hemos observado que tenemos artesanos muy hábiles, artistas plásticos o personas que realizan algunas esculturas en madera, que son verdaderamente impresionantes”.

En el caso de estos oficios artesanales, que se inscriben en el ámbito laboral, Rodríguez destaca la elaboración de bolsas de plástico, que también realizan algunos internos de Etla y que venden a través de sus familiares o compradores específicos.

En el caso del esposo de Luisa, que también ha elaborado estas bolsas, su labor destaca por ser única en el reclusorio de Etla, y que se basa en su interés por trabajar el plástico.

“A mi esposo le llamó la atención ver las piezas que estaban fabricando allá adentro y fue como empezó a hacer las figuras”, cuenta Luisa García Matuz, quien además de las ventas de menudeo ha logrado que la cestería sea distribuida por otros intermediarios, ya sea en mercados o en tiendas como Andares del Arte Popular. En esta último, además de la comercialización, ha logrado alianzas que derivan en nuevos diseños.

Luisa García Matuz es originaria de San José La Cieneguilla, en Miahuatlán, pero radica en la Villa de Etla. Desde ahí viaja a la ciudad de Oaxaca, para la compra de materiales que dos días a la semana puede introducir al reclusorio (previo permiso solicitado por su esposo a la dirección) y que comprende un proceso de varias horas de espera. Además de restricciones como aquellas relacionadas con un límite máximo de seis kilos de alambre o de ocho en el caso del plástico.

Pasado ese obstáculo, y una vez dentro los materiales, su esposo y los otros tres internos comienzan las labores a muy temprana hora y dejan de hacerla al atardecer. Luego, con las piezas casi terminadas, Luisa las recoge en días de visita y se las lleva a casa, donde sus hijos y ella hacen los acabados. Para las ventas es ella quien se las arregla sola.

Pese a esas dificultades, Luisa se dice satisfecha, pues con este proyecto mantiene a sus hijos y logra que los demás reclusos involucrados tengan una paga por su trabajo.

“Este trabajo me ha dado muchas satisfacciones; aunque mi esposo está adentro, no nos ha dejado de apoyar”.

Sin embargo, Luisa reconoce que como en todo emprendimiento hay otros problemas, como el relacionado con algunos compradores que piden exclusividad en diseños. En menor medida, el de los precios, el cual ha superado al explicar la durabilidad de los productos y la inversión que conllevan.

El proyecto que representa Luisa carece de nombre, pero en Andares del Arte Popular se ha dado a conocer como Artesanías Familia Martínez, donde –explica Lorena de la Piedra- se trata de reconocer a los autores de las piezas que se venden en la tienda, además de colaborar con los artesanos para tener nuevos diseños, a través de asesorías.


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