Mujeres y literatura, el camino de la autonomía
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Mujeres y literatura, el camino de la autonomía

Escribir, que te publiquen y que te lean, factores que se suman al quehacer intelectual


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500 libras y un cuarto propio, esas eran las condiciones que Virginia Woolf planteaba necesarias para que una mujer se dedicara al oficio de la escritura. Entendidas como independencia financiera y de los roles impuestos en la sociedad patriarcal, la autora de Las Olas propuso pensar que, a diferencia de los hombres, sus contemporáneas y predecesoras carecían de las posibilidades y alicientes para plasmar sus letras y contribuir así al quehacer intelectual.

Fue en 1928 cuando Virginia comienza a pensar en la relación de literatura-género-poder, tras ser invitada para dictar una conferencia en mayo de ese año, con el tema “Las mujeres y la novela”. Sin embargo, más tarde deja sus pensamientos en el ensayo Un cuarto propio, publicado en 1929.

A casi 90 años de la publicación de su obra, y varios siglos después de que Woolf se encontrara con una incipiente producción de libros hechos por mujeres, sus palabras invitan a reflexionar si existen ya las condiciones para que las autoras se sumen a la literatura. Y no sólo eso, sino que la temática abarque más allá de la opresión vivida por ellas, como ocurrió con lady Winchilsea (cuando Virginia halló sus poemas mientras buscaba libros de mujeres) o la poeta Sor Juana Inés de la Cruz (autora mexicana que para poder escribir optó por convertirse en monja).

Aunque también habrá que sumar otra variable a la ecuación: la de ser leídas, pues el publicar no garantiza que sus palabras lleguen al público o este las reconozca. De ahí que, en el caso de Oaxaca, se haya formado un colectivo que promueve la lectura de obras hechas por mujeres, y que más congéneres se animen a disfrutar de esta.

El año pasado, un artículo del diario español El País hablaba del “otro boom latinoamericano”, uno calificado como femenino, por el auge y proyección de escritoras como la chilena Paulina Flores, la boliviana Liliana Colanzi o la mexicana Laia Jufresa, entre otras que suman una decena y que han sido publicadas no sólo por sellos como Penguin Random House, Seix Barral o Anagrama, sino otros pequeños (en comparación con los primeros), como el caso de la editorial oaxaqueña Almadía.

A esa proyección dada por la maquila de libros, el texto añadía los reconocimientos, como en los casos de Liliana Colanzi y Verónica Gerber, ambas ganadoras del Premio Aura Estrada (en la tercera y cuarta edición del estímulo instituido en honor de una escritora mexicana), lo cual pone a pensar en que estos también importan.

Vanesa Londoño, premiada en la quinta edición del Aura Estrada, decía que además de escritoras, las mujeres siempre han estado en varios oficios, pero es quizá ahora que tienen más visibilidad.
“Mujeres escritoras ha habido desde siempre (…) creo que eso ha sido desde la historia misma de la humanidad y del lenguaje”, explicaba y —con ello— replanteaba lo dicho por Virginia Woolf cuando piensa en las capacidades de una mujer, pero no por ello la existencia de condiciones para desarrollar o publicar su obra, pues el acceso a las universidades (de las que se mofa al hablar de Oxbridge –Oxford y Cambridge) era muy limitado para sus congéneres.

Desde Oaxaca, la poeta Araceli Mancilla se ha mostrado optimista en cuanto a la relación de ambos sexos y las temáticas de los textos.

“La poesía está muy viva, se está escribiendo mucho, hay una generación emergente de poetas, mujeres y hombres muy jóvenes, incluso menores de 20 años, que están escribiendo muy bien, innovando mucho en cuanto a la forma y el fondo”, refería la autora de La mujer del umbral sobre el encuentro poético que organizó en marzo pasado y en el que estuvieron 63 autores (24 mujeres y 39 hombres). Además de aludir a la importancia de los premios como aliciente para seguir en el quehacer, por ello rescataba el caso de la oaxaqueña Clyo Mendoza, una de las ganadoras en 2017 del Certamen Internacional Sor Juana Inés de la Cruz.

A partir de esto y pensando sólo en la literatura de mujeres (hecha por oaxaqueñas o radicadas aquí), ¿existen, entonces, las condiciones que plantea Virginia Woolf?, ¿tienen las mujeres esas 500 libras y un cuarto propio para dedicarse a la escritura?

Habrá que pensar y conocer la situación de cada una. Por lo pronto, parece pertinente pensar en casos como los de Natalia Toledo (poeta biblingüe que además de la escritura dedica su tiempo a otras labores), Irma Pineda y Nadia López. Estas últimas (también poetas bilingües) han externado que entre las grandes dificultades de la literatura en lenguas originarias están la carencia de espacios para su distribución y publicación.

Nadia López (ganadora del Premio a la Creación Literaria en Lenguas Originarias Cenzontle 2017), dice que si bien hay un terreno muy fértil para escritores en lenguas originarias, hay pocas editoriales que apuesten en ellos. Incluso, en el plano de la lectura, “hay cierta barrera para entrar y eso tiene mucho que ver con el estatus de las lenguas y con el canon literario porque aprendemos desde la educación básica a que en la poesía, la narrativa, la dramaturgia hay un canon occidental prefijado, entonces cuando escribimos desde lenguas originarias esos cánones no son posibles”.