Octavio Paz: obras atemporales que reflejan al mexicano
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Octavio Paz: obras atemporales que reflejan al mexicano

Octavio Paz mostró interés por la literatura desde muy temprana edad, debido a la influencia de su abuelo materno, Ireneo Paz.


Octavio Paz: obras atemporales que reflejan al mexicano | El Imparcial de Oaxaca

El día de hoy se cumplen 20 años del aniversario luctuoso del escritor, ensayista y poeta mexicano Octavio Paz.

Originario de la Ciudad de México, nació en 1914.

De acuerdo a la organización del Premio Nobel, Octavio Paz mostró interés por la literatura desde muy temprana edad, debido a la influencia de su abuelo materno, Ireneo Paz, quien era un escritor liberal.

Estudió en las facultades de Leyes y Filosofía y Letras de la Universidad Nacional, pero interrumpió sus estudios para realizar un viaje a Europa con su entonces esposa, la escritora Elena Garro.

Posteriormente vivió en Estados Unidos y en París y más tarde volvió a México.

 Ganó el premio Cervantes en 1981 y el American Neustadt Prize en 1982.

Fue en 1990 que ganó el Premio Nobel de Literatura.

Su libro “El Laberinto de la Soledad” es considerado su obra fundamental.  Lo escribió mientras residía en París, debiendo su traslado a dicha ciudad al servicio diplomático mexicano.

“El Laberinto de la Soledad”

La obra es un análisis de la psique y moralidad mexicana, misma que el autor critica rotunda y fundamentalmente.

Octavio Paz muestra intriga y preocupación por la sociedad mexicana y trata de comprenderla haciendo un análisis profundo desde el origen de la nación, así como el reflejo y consecuencias de la transculturación española e indígena.

La postura crítica del escritor parte de que México es una nación producto de una violación; refiriéndose a la conquista española.

La sociedad mexicana ha sido abusada y se avergüenza de sí misma.

Una de las alegorías más trascendentes que menciona el libro, es el uso de frecuente de máscaras en festivales y festividades en la cultura mexicana. Para el autor, esto es un reflejo de la vergüenza del mexicano, así como de la hipocresía que muestra con la demás gente.

Razas víctimas de un poder extraño cualquiera (los negros norteamericanos por ejemplo), entablan un combate con una realidad concreta. Nosotros en cambio, luchamos con entidades imaginarias, vestigios del pasado y fantasmas engendrados por nosotros mismos. Esos fantasmas y vestigios son reales, el menos para nosotros. […] son intocables e invencibles, ya que no están fuera de nosotros, sino en nosotros mismos. […] el mexicano actual, como se ha visto, puede reducirse a esto: el mexicano no quiere o no se atreve a ser él mismo.

En la frase habla del mexicano actual, refiriéndose a la época de 1950, año en que se publicó el libro. Sin embargo, parece que la descripción y crítica podrían ser vigentes en 2018.

Un análisis bastante interesante y original es el que Octavio Paz hace al hablar sobre los diversos significados y usos que tiene la palabra chingar en nuestra cultura.

La palabra chingar, con todas estas múltiples significaciones, define gran parte de nuestra vida y califica nuestras relaciones con el resto de nuestros amigos y compatriotas. Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o ser chingado. Es decir, de humillar, castigar y ofender. O a la inversa. Esta concepción de la vida social como combate engendra fatalmente la división de la sociedad en fuertes y débiles. Los fuertes – los chingones sin escrúpulos, duros e inexorables– se rodean de fidelidades ardientes e interesadas. EL servilismo ante los poderosos – especialmente entre la casta de los “políticos” esto es, de los profesionales de los negocios públicos– es una de las deplorables consecuencias de esta situación. Otra, no menos degradante es la adhesión a las personas y no a los principios. Con frecuencia nuestros políticos confunden los negocios públicos con los privados. No importa. Su riqueza o su influencia en la administración les permite sostener una mesnada que el pueblo llama, muy atinadamente, de “lambiscones”.

También habla de cómo el mexicano se siente solo. Sin embargo, expresa que la soledad, a diferencia de la inferioridad, no es exclusivo de nuestra cultura.

Sentirse solo no es sentirse inferior, sino distinto. El sentimiento de soledad no es una ilusión —como a veces lo es el de inferioridad— sino la expresión de un hecho real: somos, de verdad, distintos. Y, de verdad, estamos solos.

El escritor no solo realiza una crítica, sino también propone y nos cuestiona:

En lugar de interrogarnos a nosotros mismos, ¿no sería mejor crear, obrar sobre una realidad que no se entrega al que la contempla, sino al que es capaz de sumergirse en ella?


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