Schopenhauer, filósofo un adelantado
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Arte y Cultura

Schopenhauer, filósofo un adelantado

El filósofo nacido en Danzig no conoció este siglo y no vio las grandes tragedias que la humanidad sufrió durante los últimos cien años, eso no le impidió saber que nos veríamos sometidos al mundo de la representación


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¿Qué valor tiene para el siglo XXI el pensamiento de un individuo nacido en 1788? ¿Qué puede tener que decirnos un hombre del tiempo antes de la existencia de la mayor parte de los elementos que definen a nuestro tiempo como la comunicación instantánea, la socialización virtual, el consumismo, la destrucción ambiental o el conflicto de escala global con posibles efectos apocalípticos para nuestro planeta?

Arthur Schopenhauer (1788-1860), es uno de esos autores raros, un adelantado, un hombre de siglos pasados cuya sabiduría pasó desapercibida para la gente de su tiempo, pero cuyos problemas son más propios y obvios para la humanidad 157 años después de su muerte.

Durante marzo, Alejandro Beteta, profesional de la filosofía, coordina la tertulia centrada en los “Aforismos sobre la sabiduría de la vida”, texto incluido en la obra “Parerga y Paralipómena” de Schopenhauer; una de las tertulias organizadas por la biblioteca del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) con el objetivo de fomentar el empleo de su acervo de títulos de historia, filosofía y literatura, cada charla es coordinada por un invitado mensual que se aboca a generar diálogo alrededor de un libro escogido específicamente para la actividad.

 

La vigencia de Schopenhauer

 

Vivimos un tiempo pesimista, una actitud que abarca desde nuestra visión de finalidad vital, hasta nuestra cada vez más fragmentaria concepción sobre los deberes morales.

Los “Aforismos sobre la sabiduría de la vida” hablan sobre los métodos y los medios de los que dispone el ser humano para ser feliz, en el texto se habla de tres fases lo que se es, lo que se tiene y lo que se representa.

Según Schopenhauer, dice Alejandro Beteta, la mayoría de los individuos vive en el mundo de lo que tiene y de lo que representa, en el olvido de sí mismo, condición donde se confunden el propio ser con los avatares de la fortuna exterior que afectan a nuestras posiciones y a nuestra imagen.

Esta condición opresiva de la felicidad del ser humano se refleja en la preocupación de los individuos por habitar en el mundo de la representación que está vinculado con el mundo de la imagen, el mundo virtual del siglo XXI, donde la naturaleza del ser está reducida al audio y a la imagen.

Ante la perspectiva de la anulación del individuo en virtud del mundo de la imagen, Schopenhauer abogaría por un conocimiento del propio ser, por la consciencia de los propios límites, un trabajo en el que Kant destacó especialmente.

Pero ahí donde Kant anulaba la posibilidad del conocimiento de la realidad, Schopenhauer propondrá a la voluntad como fondo del ser, un poder ciego que impulsa la existencia misma de la naturaleza, la materia y la energía, de ahí que todo lo que haya de mal en el mundo estará directamente vinculado al empleo que se le confiera a la voluntad.

Para Schopenhauer, el conflicto con el mundo se resolvería con una propuesta de corte budista, evitar el daño a la vida y esquivar los sinsabores del deseo, en el entendido de que el deseo no tiene límites, por lo que la forma de detener la maquinaria de la voluntad ciega sería a través de la conciencia de que somos presa de esa voluntad, donde la propuesta vital discurriría por los caminos del ascetismo y de la vida artística, aún si Schopenhauer mismo reconoce que no todas las personas pueden vivir como santos o como artistas.

Ante la perspectiva de un mundo que no está habitado mayoritariamente, ni de lejos, por santos y por artistas, el filósofo voltea hacia la responsabilidad moral del ser humano, estrictamente, la búsqueda por evitar el daño a los demás y a uno mismo.

Otra opción para paliar el mal en el mundo sería la no procreación, una propuesta que procede de la conciencia de que la vida sometida a los designios de la voluntad se define entre el sufrimiento y el hastío, donde el sufrimiento procede de los deseos insatisfechos y el hastío se presenta cuando dichos deseos ya se encuentran solventados, momento en que la voluntad vuelve a encontrarse consigo misma presta a reiniciar el proceso del deseo que produce sufrimiento.

Por su puesto, ninguna de estas propuestas puede ser catalogada de optimista, pero tampoco ocurre que Schopenhauer opte por una negación del mundo, conscientemente, Alejandro Beteta señala que no se puede esperar que los seres humanos vivan según los designios de la filosofía de Schopenhauer, más aún considerando que no ha pasado con ninguna escuela filosófica ni antigua ni moderna, menos aún con la cualidad líquida de la modernidad actual donde todo se escapa de nuestras manos y se adapta a la realidad, la misma cualidad líquida es atribuible a la persona misma, donde en el transcurso de una vida humana es posible tomar una postura, para posteriormente contradecirse y cambiar de posición según nuestra necesidades de adaptación a la realidad.

Es posible señalar el control sobre el ser del humano como la mayor fantasía de la modernidad, pero ahí donde la genética ya ha abierto la posibilidad a la instrumentación del individuo como un elemento diseñado por el ser humano mismo, aún no es posible decir que este fenómeno se haya extendido por todo el globo, no pasa que todos los hombre son el monstruo de Frankenstein, aún existe la libertad, aún existe la voluntad.

Durante el siglo de Schopenhauer nadie lo leyó más allá de su tardía fama obtenida por “Parerga y Paralipómena” en cuyo primer tomo se encuentran los “Aforismos sobre la sabiduría de la vida”, los cuales se pueden describir como un manual para la reflexión sobre la felicidad, una forma muy antigua de trabajo filosófico rastreable hasta las escuelas helenísticas, como el estoicismo y el epicureísmo, donde se desarrollaba una línea de pensamiento que permitía al individuo la aspiración a una vida de virtud y, sobre todo, tranquilidad de espíritu.

 

Schopenhauer en el siglo XXI

 

Que Schopenhauer está de moda es una realidad observable en las producciones no filosóficas que giran en torno a su figura, tal es el caso de “Un año con Schopenhauer” de Irvin D. Yalom, donde se narra la historia de un enfermo terminal que decide ocupar sus últimos meses de vida a la lectura y discusión del pensamiento de este filósofo; otro caso es “En Presencia de Schopenhauer” de Michel Houellebecq; también está la obra “El hombre nacido en Danzig” de Guillermo Fadanelli, donde se exploran las ideas del pensador prusiano, especialmente las referentes a la mujer.

Además del interés literario por Schopenhauer, la obra misma del filósofo ha sido traducida al español apenas durante las últimas dos décadas, previo a esa traducción, se leía principalmente el trabajo de Eduardo Ovejero, quien tradujo “El mundo como voluntad y representación”, pero, señala Alejandro Beteta, el interés por el filósofo se reducía principalmente a sus pensamientos de corte pesimista y misógino. El trabajo de publicación de la obra de Schopenhauer en español ha tenido varias casas como el Fondo de Cultura Económica, que puso a disposición del público las traducciones de Roberto R. Aramayo; o la editorial Trota, que trabaja con traducciones de Pilar López de Santa María; también es de señalar la edición de Valdemar de “Parerga y Paralipómena” en un solo tomo, traducida por José Rafael Hernández Arias.

El filósofo prusiano no escribió un libro de memorias en forma, sin embargo, es evidente su capacidad para desnudarse dentro de su propia obra; ya en el siglo XXI es posible leer varias biografías de Schopenhauer, como “Schopenhauer, una biografía” de Luis Fernando Moreno Claros o “Schopenhauer y los años salvajes de la filosofía” de Rüdiger Safranski.

En la línea de las biografías no convencionales están las “Conversaciones con Schopenhauer”, editado por Moreno Claros, donde se compilan fragmentos de cartas, memorias y diarios de intelectuales europeos alrededor de la figura del filósofo.