Protección y estética: encuadernaciones históricas
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Protección y estética: encuadernaciones históricas

La Biblioteca Francisco de Burgoa exhibe Las fronteras del texto, una serie de ejemplares de los siglos XVI al XX que muestran la evolución de la encuadernación


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Con pieles curadas en cal o tapas y cubiertas decoradas con telas y lacas, la encuadernación de documentos y libros ha evolucionado en cinco siglos. De la protección que daban los pergaminos o los herrajes hubo varios pasos hacia trabajos más elaborados en cuanto a diseño y ornamentación. Así se percibe en Las fronteras del texto, exposición que de enero a abril de este año comparte la Biblioteca Francisco de Burgoa (Macedonio Alcalá sin número, Centro Histórico de la ciudad de Oaxaca).

La serie de ejemplares en que se perciben las modificaciones provienen de la colección del recinto y comprenden varios libros de distintas partes del mundo, incluida la ciudad de Oaxaca, con volúmenes que datan del siglo XIX y fueron encuadernados en el taller de Antonio Salanueva.

“Hemos tomado una pequeña muestra de la colección de la biblioteca para hablar de cómo han ido cambiando estos estilos”, comenta David Karminski Katz, coordinador general de la biblioteca, sobre esta exposición que inicia con las encuadernaciones en pergamino, aquellas “destinadas únicamente a proteger el documento” y que consistía en piel curada en cal.

Las fronteras del texto es una exposición que de forma cronológica lleva al visitante por ejemplares en los que la protección de los volúmenes deja de ser el principal objetivo para dar pie a diseños quizá menos resistentes que los primeros, pero con mucha creatividad y diversificación de materiales.

Las encuadernaciones empiezan en aquellas de pergamino, que se mantienen en la segunda mitad del siglo XVI, aunque con un toque de “lujo”, en tanto que el libro –durante el siglo XVI— es un objeto accesible para ciertas clases de la sociedad, no así para la mayoría. En este tipo de encuadernación están algunos libros de los años 1550 y hasta 1650, que muestran algunos cambios: se mantiene el pergamino, pero ya tienen toques de color en el lomo y algunas decoraciones hechas por alguien más.

La evolución de las encuadernaciones sigue hacia aquellas de tipo renacentista, un estilo originado en Italia y que se caracteriza por el empleo de aplicaciones de oro, además de decorados hechos a base de un instrumento llamado rueda o carretilla.

“Los Dominicos, dado que eran una orden acaudalada, podían darse el lujo de traer este tipo de ejemplares (a Oaxaca) que otras órdenes no”, señala el coordinador respecto a este tipo de volúmenes que se pueden hallar en la biblioteca recién incluida en el Registro Memoria del Mundo de México UNESCO.

El uso de papel marmoleado para las guardas (hojas de papel que unen al libro con la tapa, también llamadas hojas de respeto o cortesía), así como decoraciones de estilo barroco, se observan en la exposición.

Asimismo, otros estilos que van de la mano con el crecimiento de la industria editorial durante el siglo XIX. Por ejemplo, la encuadernación de editor o industrial, en la que el proceso deja de ser manual y pasa a ser en serie, con ayuda de máquinas. Ya sea en piel, tela impresa o papel cromolitografiado, este estilo necesitó de un trabajo en conjunto de: encuadernador, diseñador, grabador e impresor.

Y aunque la protección del libro se mantiene, las decoraciones y estilos van desde aquellos con cubiertas laqueadas, de tela y otras un tanto austeras (como las neoclásicas, del siglo XVIII). Todas ellas como muestra de que el libro no sólo es un objeto de consulta, sino de tipo artístico porque —como explica José Luis Checa Cremades— “enuncia unas cualidades que van más allá del habitual uso funcional relacionado con la conservación y la protección que proporciona toda encuadernación”.


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